Fictober: Charlastor [Hazbin Hotel]

1. Pesadillas/Sueños

     Cae la noche. El hotel y sus luces comienzan a apagarse tan pronto los cuerpos se recuestan sobre los colchones. Si alguien lo viera desde fuera, creería que hay un ligero tintineo con cada pequeña luz fundida. Una cama rechina, alguien se da la vuelta, por el pasillo se escucha un ronquido, una manta se cae al suelo. Todos descansan después de una larga jornada de rehabilitación y trabajo. El exhaustivo día ha llegado a su fin...

     Excepto para Alastor.

     Porque Alastor no puede dormir.
     Ni siquiera lo intenta en lo más mínimo.

     Deja todas las luces encendidas. Sabe que no es un niño de mami, y sería estúpido temerle a la oscuridad en el lugar y posición en la que está, pero quiere aparentar que aún es de día y hay ruido por todo el piso. Se imagina la aguda voz de Niffty haciendo escándalo en el pasillo, las fuertes pisadas de Vaggie llevando el desayuno, Charlie yendo de un lado al otro en búsqueda de imperfectos, a Husk maldiciendo y a Angel Dust persiguiendo al pequeño cerdo por toda la recepción.
     Dormir era de lo más mundano cuando estaba vivo. Trata de pensar en la última vez que había descansado. ¿Qué habría soñado en aquél entonces? Y si durmiera, ¿podría soñar?

     No le da más vueltas al asunto. Se saca los guantes de cada mano y abre las cortinas rojas que dan al balcón que él mismo se hizo —aún sin haber renovado los permisos en el ayuntamiento del infierno— y observa la vida noctámbula bajo sus pies. Acaricia la textura de la tela con las yemas de los dedos. No recuerda haber elegido el terciopelo. No le gusta.
     Se da la vuelta y busca un disco entre su colección. No soporta que haya tanto silencio; el ruido hace más soportable la estática en su cabeza. Su sombra, distorsionada y endurecida por la luz cálida de la habitación se le adelanta y prepara el fonógrafo.

     —Nada mejor que un compilatorio de jazz, ¿no lo crees? —pregunta. La sombra enarca la sonrisa y deja caer la púa sobre el acetato. Una de sus oscuras manos da vueltas a la manija hasta que la canción comienza a reproducirse. Alastor da un largo suspiro y se tumba encima de un viejo, pero bien conservado sofá de la época. Se fija levemente en los detalles. Era una tela bastante cara cuando era joven. Le saca el polvo con la mano—. Oh, dormir, ¿no es una de las actividades más vulnerables de la vida humana? —Alastor chasquea los dedos y una taza shabby chic aparece frente a él. Del techo cae un chorro de líquido caliente y oscuro que aterriza directo a la taza. Lo huele. Es café—. Siempre tuve problemas para dormir —Da un sorbito—. No sirvieron las canciones, ni los cuentos de mamá. Qué desperdicio.

     La sombra alza una ceja. Ladea la cabeza sin dejar de reproducir la música.

     —Sube el volumen un poco, no tengas miedo. No es como si pudiera hacerte algo —Sonríe amplio y vuelve a beber. La música se vuelve un poco más fuerte—. Creo que estos pecadores no comprenden el terrible error que cometen al quedarse dormidos conmigo cerca. Podría hacerles lo que yo quisiera sin que la princesa Charlie se diera cuenta...—Ríe, tronando la estática de su voz como si buscara una estación que le diera el tono correcto. Se gira para ver a la sombra, esperando su aprobación. Ella lo mira sin emoción. Hace un gesto como si rodara los ojos. Alastor se siente ofendido—. ¡Oye, debes admitir que fue un poco gracioso!

     La sombra bosteza y después sonríe.
     —Oh, te burlas. Entiendo —Alastor se da la vuelta y continúa bebiendo el café con el ceño fruncido. Se aclara la garganta—. Preferiría no estar cerca de ti —Chasquea los dedos, la taza es reemplazada por su bastón de micrófono. Se pone de pie y camina hacia la puerta—. No estoy de humor para tus juegos.

      Al cruzar el umbral, todos los focos son reventados y la electricidad cortada.
     Cierra la puerta con mucho cuidado y sonríe con tranquilidad.
     —Descansa, te has esforzado mucho tú también... Perra de mierda —Susurra al final y camina por el pasillo. El hotel ha mejorado mucho desde su llegada. Lo nota y se siente orgulloso. Los adornos carecen de polvo, las paredes lucen un tapiz vibrante, los detalles art decó son de oro puro, las mesas de juego son adornadas con flores bellísimas, las bebidas se componen de una mixología impecable, las puertas, las cerraduras, las sillas, la cocina, el techo y las paredes... Todo restaurado. Todo gracias a él.