9. Suerte

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     Habían pasado al menos dos décadas desde que Charlie se había hecho una lectura. Su padre se lo inculcó como una de las tantas tradiciones reales que debían seguir en pie. Tanto la astronomía como la cartomancia eran materias sumamente importantes en la Academia Infernal. Ella había aprendido bastante, pero no lo practicó jamás. Nunca le pareció atractivo ni necesario. Al contrario de su padre, Charlie pensaba que todo era más divertido si lo tomaba como era. 
     Lucifer se realizaba lecturas cada tres meses, como una forma de proteger a su pueblo y a sí mismo de cualquier desgracia y enemigo. Muchos envidiaban su poder, o su posición. Los mejores tarotistas para la corte; eso debía ser lo obvio. Charlie no se hizo de ninguna después de separarse del castillo, pero con Alastor cerca, la oportunidad se dio. No era la mejor opción, pero al final, él era su socio directo. Le debía mucho, y él quería dar más.

     Alastor la recibió esa tarde en su despacho. Ambos estaban sentados en su escritorio, cara a cara. Alastor barajaba las cartas con tanta suavidad y rapidez que parecían moverse por sí mismas, flotando en el aire. Las miraba hipnotizada. Toda la habitación olía a incienso de ámbar. Alastor colocó un mantel de terciopelo sobre el escritorio, cerró las cortinas y encendió un montón de velas a su alrededor. 
     Charlie estaba impresionada.
     —Te esforzaste mucho en hacer la atmósfera algo agradable.

     —Oh, princesa Charlotte, es lo menos que podía hacer por usted. ¿Cómo se siente? ¿Está emocionada porque alguien con mi habilidad tiene en sus manos todos los caminos de su futuro? —preguntó, entusiasmado—. ¿No le teme ni un poquito a la desgracia?

     —Limítate a leer las cartas.

     —Qué descortés.

     Charlie se rió y cruzó los brazos en su pecho. Alastor negó con la cabeza.
     —¡No, no y no! Separe esos brazos. Sino no podremos entablar comunicación con el otro plano.

     —Pero estamos en el otro plano.

     —La adivinación puede ir mucho más lejos de esto, princesa. Supongo que usted debería saberlo.

     Charlie no recordaba muchas cosas que vio en clase.
     —Bueno, sí... Supongo —Dejó caer los brazos a cada lado con fastidio—. Aunque aún tengo mis dudas.

     Alastor continuó barajando. Tenía la mirada fijamente puesta en ella.
     —Y bien, ¿qué desea saber?

     —Me gustaría una tirada de la rueda astrológica —dijo Charlie.

     —Demasiado larga y aburrida. Otra —Alastor giró la cabeza, ignorando a Charlie.

     —¿Por qué otra? 

     —Porque esas no me gustan a mí.

     —¡Pero soy yo la consultante! —Charlie se levantó de la silla mientras hablaba. Al darse cuenta, volvió a tumbarse en el asiento—. Bien, Alastor, haremos la que tú quieras.

     Alastor se tronó el cuello, emitiendo un sonoro crujido.
     —Ahh... La relajación. Qué delicia —Sacudió los hombros—. Adivinemos su suerte, princesa. Sabremos sobre todo lo que le depara en éstos últimos tres meses. Amor, salud y dinero.

     —El dinero no me importa.

     —Siempre supe que usted era como yo en ese aspecto. Es por eso que la considero una de las personas más cercanas a mí. Conoce el valor de las cosas y el de la gente a su alrededor... Debería estar orgullosa de eso.

     —¿Tú lo crees? —Los ojos de Charlie se iluminaron. Eran pocas las veces en las que alguien le daba un cumplido de esa magnitud.

     —Sí, no cualquiera tiene mis atributos favoritos.

Fictober: Charlastor [Hazbin Hotel]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora