29. Experimento

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     Niffty caminaba a prisa con un montón de sábanas sucias entre las manos. Tenía que darse prisa, pues no faltaba mucho para que llegase el anochecer. Las camas necesitaban estar hechas para cuando los huéspedes regresaran de sus actividades recreacionales.
     Tan concentrada se encontró que no miró por donde iba. Tropezó con algo y las cosas salieron volando. Se raspó las rodillas con la alfombra, siseando de dolor.
     Alzó la cabeza y descubrió a Alastor leyendo. Estaba muy concentrado.
     La demonio se puso de pie y se sacudió el vestido. Nada había pasado. Recogió los trapos sucios con rapidez.
     —Fíjate por dónde te paras —renegó.

     Se dio cuenta de que ni siquiera la escuchó. Tenía la vista clavada en el texto.
     Niffty entrecerró su gigantesco ojo.
     —¿¡Hola!? ¿¡Me escuchas!?

     Alastor volteó dos veces para fijarse en lo que había pasado.
     —Buen día —respondió con voz monótona.

     —¿Ni una disculpa?

     —Ah, Niffty, querida... Sí, yo te ayudaré después, pero primero tengo que terminar de leer esta obra maestra —Alastor sacudió el libro entre sus manos, sonriendo como de costumbre.

     La pequeña estaba indiferente, así que se esfumó, corriendo por el pasillo.
     No era la primera vez en la semana que había sucedido un accidente así por culpa de él.

     Alastor estaba muy involucrado en su lectura. El lunes le pisó la cola a Husk, el martes le subió los pies encima de la espalda a Angel Dust, pensando que era un taburete, cuando solo se encontraba tirado en el suelo buscando algo debajo del sofá. El miércoles, a Charlie le terminó quemando el desayuno, a Vaggie casi la atravesó con su propia lanza la tarde del jueves y el viernes, por supuesto, había sido turno de Niffty.
     Por maravilloso que pareciera, fue la que menos sufrió.
     No se había disculpado con ninguno. No le era importante.
     El tiempo libre que tuvo —que, por supuesto, era demasiado— se lo dedicó a la larguísima novela que atrapó su atención.

     Para sus compañeros, encontrarse a Alastor leyendo algo era de lo más común, sin embargo, jamás había presentado un comportamiento tan peculiar. Solo se despegaba del libro para comer.
     Todo su interés estaba enfocado ahí. ¿La razón? Bastante simple: quería comprender un poco mejor cómo funcionaban las interacciones sociales.
     Y el domingo, por fin, la lectura terminó.

     Tenía una idea.

     Al lunes siguiente mandó a un par de sus sombras para sacar de la cama a sus compañeros. Todos fueron reunidos en la sala principal a la fuerza. Alastor estaba fascinado.
     —¡Buenos días, oh, mis vulgares preferidos! ¿Descansaron bien? ¿Sí? ¡No me interesa, pues tengo algo en mente mucho más importante que sus revitalizantes horas de sueño! ¿Están dispuestos a cooperar?

     Husk bostezó.
     —Nos obligarás de cualquier manera...

     —¡Exacto! ¡Ja, ja, ja! —Se burló, jugueteando con su bastón—. Creo que todos se dieron cuenta de mi profundísima tarea durante la semana pasada —El libro apareció flotando encima de él—. ¡Y como soy un gran samaritano, he decidido poner en práctica todos sus consejos para ustedes!

     Vaggie dio un paso al frente.
     —¿En serio vas a tomar las tonterías de una novela escrita hace más de doscientos años como si fuera un instructivo? ¡Qué estupidez!

     —Oh, Vaggie, preciosa... ¡Pareces un poco irritable! —respondió, acomodándose el monóculo. Hizo un par de efectos de sonido, como los de una audiencia carcajeándose. El libro desapareció—. ¿No confiarás en el viejo Al y sus maravillosas ideas?

Fictober: Charlastor [Hazbin Hotel]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora