12. Vuelve

431 47 4
                                    

     —¿Me buscaba, princesa? —Alastor entró a la oficina de Charlie. Ella todavía estaba despierta. Caminó hasta topar con el escritorio. Charlie se puso de pie para saludarlo.
     Las palmas le sudaban. Estaba nerviosa por lo que iba a hacer.
     Se secó ambas manos sobre el saco y se saludaron con un apretón de manos. Alastor la miraba. Era lo peor que le podía pasar.
     —Gracias por venir. Te cité a ésta hora porque... Hay algo que tengo qué decirte. Es importante.

     —¿Tiene qué ver con trabajo? Porque si es así, no estoy interesado... —Alastor tomó asiento frente a ella.

     Charlie no quería que hiciera eso. Tenía qué ser más lista. Se dio la vuelta y abrió las puertas del balcón. Se sentía ridícula, como si hubiera ensayado mil veces el mismo acto en su cabeza, incapaz de romper la barrera entre el teatro y la vida real. El aire le pegó en la cara. Se mantuvo fuerte en su posición. Dio la vuelta para mirar a Alastor, quien no parecía muy convencido con la conversación. Incluso, podría decirse que estaba aburrido.
     —Es personal.

     —¿Un asunto personal? ¿Tiene algo qué ver con la familia real? —Se rió, haciendo aparecer su bastón de micrófono—. ¿Acaso ahora me considera uno de sus más íntimos secuaces? Porque si hablamos de cuestiones administrativas, me interesa mucho.

     Charlie suspiró, sin volver a sentarse.
     —Alastor, necesito que te lo tomes en serio, por favor. Se trata de... Mí.

     —Bien, bien... —Alastor dio un manotazo al aire, restándole importancia al asunto—. ¿Qué tan crucial tiene qué ser entonces como para que se atreva a darme órdenes? Escúpalo de una vez.

     —No... No, no entiendes. ¿Podrías al menos ponerte de pie? Necesito que estemos al mismo nivel.

     Alastor rodó los ojos y se levantó. Acomodó su corbata de moño.
     —Bien, dígame. ¿Cuál es ese asunto tan personal e importante que le ha hecho tener que hacerme buscar por todo el hotel?

     El corazón de Charlie dio un vuelco. Juntó las manos cerca de su estómago. No podía soportarlo más.
     —Vayamos al balcón, por favor.

     Alastor entrecerró los ojos, sin dejar de sonreír.
     —¿Se encuentra bien? Parece que está a punto de morir, princesa.

     —¡Sólo haz lo que digo, no me lo pongas más difícil!

     Alastor ladeó la cabeza.
     —Bien, que se haga lo que usted diga entonces. Algo positivo tiene qué salir de ésta situación al final...

     Ambos salieron de la habitación. Charlie se asomó por el balcón. Lo había pensado tantas veces. Era el momento perfecto pero Alastor parecía no querer cooperar. Lo conocía, era difícil, pero tenía que esforzarse para que saliera bien.
     Se alisó el cabello con una mano, y pasó sus pulgares por cada ceja, tratando de relajarse.
     Alastor estaba frente a ella.
     —¿Y bien?

     Le tembló la lengua.

     —Alastor, si te he citado aquí, ha sido porque no... Hay otro lugar donde hacerlo. He pensado mucho últimamente. Es tanto que me duele la cabeza, no puedo descansar, casi no puedo comer. Algo me duele y creo saber qué es. Traté de mantenerlo, pero mientras te tengo cerca todo me quema. Quisiera desprenderme de ti.

     Alastor la escuchaba con atención. Sus orejas le apuntaban
     —¿Por qué?

     —Tú sabes por qué. Quiero creer que lo sabes.

     Alastor tenía la mirada fría y punzante, llena de duda.
     —No, es que de verdad no entiendo. ¿Por qué se desprendería de mí?

     Charlie se quedó en silencio. Escuchó los sonidos del ambiente para que limpiaran todo rastro de temor, como un mantra. Soltó el suspiro definitivo.
     —Porque te amo, Alastor —Comenzó a asentir poco a poco con la cabeza—. Y no sé exactamente por qué te quiero cerca. Pensaba que era cariño, que te habías ganado mi respeto mucho más allá... Que no te deseaba. Que no quería tocarte. Y ahora que estás aquí no puedo evitar mirarte a los ojos y pensar por qué diablos tengo la necesidad de tenerte conmigo siendo tú.

     Alastor se enderezó un poco, y se meció sobre sus talones. Parecía divertido.
     —¿Se ha enamorado de mí?

     —Por favor, no te burles...

     —He preguntado algo, y espero una respuesta. ¿Podría dármela, por favor?

     Charlie tragó en seco. Sintió un nudo en la garganta.
     —S-Sí —Hizo lo que pudo para sofocar el sollozo—. Sí, me enamoré de ti y no lo soporto.

     —¿Y por qué?

     —¿Tiene qué haber una razón? —preguntó.

     —Si no la hay, invéntela para mí.

     Charlie se frotó ambos brazos.
     —No... No quiero hacerlo.

     —Escuche, princesa, quiero que sepa que mi naturaleza no me permite... Sentir las mismas cosas que usted. No fuimos hechos de la misma forma. Reconozco mi poder, mi habilidad, incluso mi maravilloso encanto... Sé que puede ser irresistible, pero no... No hay algo que pueda hacer yo para pararlo. Para frenarme y cambiarlo todo.

     Charlie desvió la mirada, cruzando los brazos sobre su pecho. Iba a llorar en cualquier momento.
     —Disculpa... Yo espero que nuestra relación laboral...

     —Las cosas cambiarán, sí. Pero para usted, no para mí. Señorita Charlie, no hay forma de volver a lo que usted y yo tuvimos en un principio, porque usted movió sus piezas. Yo preferiría retirarme, si le soy sincero.

     —¿Por qué no te burlas de mí?

     Alastor pareció perder la sonrisa por un momento.
     —No vale la pena.

     Charlie asintió. Se despidió de Alastor y se quedó en el balcón. No había forma de regresar sus palabras directo a la boca y tragárselas. Nada volvería a ser igual. Estaba claro. Se sinceró demasiado pronto, trató de mantenerlo lo más maduro que pudo pero no funcionó.
     El tiempo no apremiaba, ¿por qué su cuerpo sí? Se soltó a llorar.

...

Fictober: Charlastor [Hazbin Hotel]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora