Capítulo 10

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Cuando aquellas palabras dejaron la boca del oficial la mía se abrió pero nada salió de ella. Me había quedado totalmente en shock ante ello.

Ahora tenía que hacer una llamada para que alguien se hiciera responsable de mí. De venir a buscarme pies el pago de la fianza no era suficiente.

Y no tenía a nadie. Nadie es lo suficientemente cercano o discreto para pedirle venir por mí en esta situación. Solo alguien que conoce lo pasado pero aquella idea siquiera es demasiado para mí. Sería ponerme más en vergüenza ante mi nuevo compañero de trabajo.

Tampoco sabía su número de teléfono, y era demasiado tarde como para no ser educada, tenía horas debatiéndome en llamarlo.

Mañana debía trabajar y si no iba o iba directo de la cárcel los chismes serán peor. -¿Puedo llamar desde mi teléfono? No me se el número.- el turno del oficial que me vigilaba había cambiado, ahora estaba una chica ahí.

Esta buscó mi teléfono y me lo tendió, pero pidió que lo dejara en altavoz. -¿Si?- la ansiedad no me dejaba hablar -Señora Ortega- era obvio que tenía mi número registrado pero aquella sensación que me generó el ser descubierta me hizo sentir frágil. Desnuda. -¿Pasa algo?

-Mm, yo. ¿Estás ocupado justo ahora?

-No, ¿pasa algo? ¿Voy a su departamento?

-No- dije con rapidez -Yo... ¿sabes dónde está el departamento de policía de Seúl?

-Estación 3- dijo la oficial lo suficientemente alto como para que este la escuchara.

-Si, ¿qué... ¿quién...

-Yo, ¿puedes venir por mí? Es que...

-Ya estoy saliendo para allá.

-Gracias- me atreví a decir antes de tenderle el teléfono a la oficial. -Gracias- asintió en respuesta y guardó el aparato para dedicarse a lo que hacía antes de ser llamada por mí.

Notaba los minutos correr  a través del reloj en la pared y justamente 15 minutos después ahí estaba él. Llevaba la misma ropa con la que nos despedimos hace unas horas pero su cabello estaba algo revuelto.

Como si se encontraba dormido y se puso la ropa con prisas cuando fue llamado. -En serio lo lamento. No quería interrumpir tu descanso.

-Tranquila. ¿Todo esto es por...- asentí sabiendo a que se refería.

-Y por según ellos escapar- blanqueé los ojos. Ambos salíamos del destacamento.

-¿Ya cenó?

-Ni siquiera almorcé. ¡Hopper! Se supone que debía buscarlo.

-Puede hacerlo mañana, ¿porqué no vamos a comer algo?

-No creo que.

-O podríamos pedir para entrega. Estoy mudándome y nadie me ha hecho la visita, es deplorable eso.

-Bueno- no tenía intenciones de pelear, no cuando había venido a ayudarme con tal rapidez.

-¿Que desea comer?- tenía los dedos sobre la pantalla, elegí un platillo no por hambre porque era lo que menos tenía en ese momento, sino por compromiso.

El camino al departamento fue silencioso y cuando pasé mi puerta de largo sentí la incontrolable necesidad de refugiarme en el durante horas. -No tengo las cosas aún. Lo lamento- la comida había sido dejada frente a la puerta pero apenas entramos este estaba desierto.

-Podemos comer en el piso o ir al lado. No hay visitas indeseadas, creo.- aquello lo hizo reír por lo bajo y asentir apenado. -Es muy bonito. Admití mientras salíamos -Tienen la misma estructura.- señalé en mío, o ex mío, no se si logre conservarlo luego del divorcio.

-Planeo comprar los muebles poco a poco, así no equivocarme y decorar como me gusta.- lo miré por encima del hombro -¿Qué pasa?

-Es solo que es extraño que un hombre hable de decoración, pero me alegra saber que hay algunos.

-No soy gay- dijo de manera rápida.

-Bueno, no creía que lo fueras. Deja los nervios- terminé por acomodar las cosas -Quien acaba de salir de la cárcel soy yo. Yo debería estar apenada.

-Lo siento. Es que me siento algo intimidado.

-¿Por mí? Supongo que no estás acostumbrado a verme tan relajada- asintió -Mmm quizás mañana cuando el aroma a cárcel se aleje vuelva a ser yo.

-Hablando de eso- dejó algo sobre la mesa, era un trozo de Tofu. -Lo pedí junto con la cena.- negué algo divertida antes de tomar un poco con los palillos y llevarlo a mi boca.

Luego de aquello nos enfrascamos en un silencio acogedor, no era para nada incómodo, nos sentíamos cómodos de alguna manera y cuando cursábamos mirada con el otro aquella comodidad natural se afianzaba.

-Gracias por la cena y por la ayuda.

-Gracias por la compañía y tranquila Señora, siempre es un placer verla.- este caminaba en frente mío y agradecí ese hecho, pues mi cara y cuello debían estar rojas de la vergüenza por lo que interpreté.

En el suelo encontré un sobre cual llevaba mi nombre, lo levanté apenas lo tuve en frente, era de la clínica donde tenía mis óvulos congelados. -Mañana pasaré por usted para llevarla con su vehículo.

-No es necesario, tomaré un taxi.

-Estaré aquí a las 7:30, descanse.

-Una vez más. Gracias- asintió -Y por favor, ¿podrías guardar el secreto?

-Soy una tumba.





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Nayeli Mi Vida Donde viven las historias. Descúbrelo ahora