Capítulo 2. Libros y viajes

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Tres días después Draco y Harry estaban en Atenas.

El traslador les había dejado en el piso franco en el que encontraron a Rockewood y que aún seguía en manos de la SISA y, dado que no tenían una orden y que, legalmente, no estaban allí en nombre de Reino Unido, decidieron ir a pie hasta el Ministerio de Magia.

—¿Sabes dónde está? —preguntó Harry usando la varita para modificar sus túnicas hasta convertirlas en un atuendo muggle que no llamara la atención.

—No —Malfoy se encogió de hombros —siempre que he venido a Atenas ha sido... en una visita relámpago como la del otro día, así que no conozco la ciudad.

Harry ignoró la sequedad en la voz del rubio, al menos era mejor que sus habituales muecas de aversión y sus respuestas sarcásticas.

No estaba siendo fácil para ninguno de los dos la colaboración y Harry sabía que no tenía ya nada que ver con las antiguas creencias segregacionistas o de clase de las que antes hacía gala Malfoy. Ni siquiera parecía ser el mismo del colegio. Pero la animadversión mutua era un hábito muy difícil de romper.

Decidiendo que cuanto más rápido acabaran con aquella misión menos tardaría en deshacerse de él, Harry sacó un pequeño papel del bolsillo de sus vaqueros y lo miró.

—Podemos acceder desde la plaza de Monastiraki —dejó salir el aire en una risa —Hermione me ha dejado esto —le enseñó el papel y leyó en voz alta —la casa está en la calle Akadimias, girar a la derecha en Kriezotou y a la izquierda encontrareis la plaza Syntagma, allí podéis coger el metro, es una parada en la linea 3.

—Andando entonces.

Malfoy salió a la calle y apenas frunció ligeramente el ceño al verse rodeado por los coches, los peatones y los ruidos de claxon, voces y demás.

Caminaron en silencio y giraron en la primera calle, era estrecha, de una sola dirección, con coches aparcados en diagonal y numerosos comercios. Salieron a una avenida ancha donde se encontraba el antiguo palacio real que en la actualidad albergaba el Consejo de los Helenos, el parlamente griego y, frente a él, estaba la plaza Syntagma.

—Por ahí —Harry señaló las escaleras —allí está el metro.

Al ver la mueca en el rostro de Draco tuvo que morderse el labio para no reír, se veía algo descompuesto mientras observaba la cantidad de personas que bajaban esas mismas escaleras.

—¿Has montado en el metro muggle alguna vez, Malfoy?

El rubio gruñó, lo que podría significar cualquier cosa en realidad y volvió a su habitual estado silencioso.

Bajaron y Harry se sorprendió de lo limpio que parecía todo en comparación con algunas de las estaciones de Londres que habitualmente utilizaba. Era una auténtica lástima que el hurón fuera a tener suerte en su estreno por el suburbano.

—Espera —le dijo yendo a una de las ventanillas —hay que comprar los billetes.

Malfoy no dio muestras de escucharle, salvo por la ceja rubia que se arqueó en su rostro.

Ignorándole, Harry sacó dinero del bolsillo del pantalón y pagó, empujando a su poco dispuesto compañero hacia el torno.

—¿Qué haces? — Malfoy dio un paso atrás.

—Tienes que pasar —masculló Harry entre dientes poniéndose tras él para volver a empujarle. al darse cuenta de que empezaban a hacer cola.

—Potter —Draco siseó — no me gusta demasiado tenerte ahí detrás —frunció el ceño.

Luz y oscuridadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora