Capítulo 22: La pirámide enterrada

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Esa mañana, Kamau fue a recogerlos a primera hora y, para diversión de Harry y disgusto de Draco, en lugar de aparecerse en el Gran Museo Egipcio, decidió darles una experiencia lugareña y montarlos en el Autobús Mussada.

Cuando salieron a la parte muggle de Guiza, Kamau levantó su varita en un pequeño callejón, pronunció un hechizo en voz baja que Hermione no entendió y que ciertamente no era un lumus y esperó.

Minutos después, un autobús se frenó delante de ellos con brusquedad.

—Estoy teniendo un déjà vu —murmuró Harry poniéndose bien las gafas — ¿Por qué me recuerda al autobús noctámbulo?

—Porque es igual —respondió Kamau con una sonrisa.

Harry miró a Draco y también sonrió, repentinamente divertido con la situación.

—¿Conoces el autobús noctámbulo, Malfoy?

El rubio frunció el ceño, le miró como si estuviera hablando en cantonés y chasqueó la lengua.

—No, pero ya conocí el metro, Potter ¿Lo recuerdas? No creo que quiera seguir probando cosas nuevas.

—El transporte público es la forma en la que casi todo el mundo se mueve en la ciudad —dijo Hermione

—¿Público? —Draco cerró los ojos pidiendo un milagro que no sucedió y maldijo en voz baja.

Aquel autobús era una chatarra absoluta.

Era verde y debía tener más años que cualquiera de las momias que encontraron en las jodidas pirámides. Tenía unas ventanas redondeadas y semicerradas aunque no se veía a nadie dentro.

La puerta se abrió y Kamau pagó diez sickles por persona después de hablar con el conductor e invitarles a entrar.

—No estoy segura de que sea buena idea —murmuró Hermione al hombre al pasar a su lado —creo recordar que Mussada significa algo así como socorro —le miró alzando una ceja —¿Es prudente subir a un transporte que se llama autobús socorro?

Kamau solo sonrió.

Harry accedió al vehículo mirando a su alrededor con cautela. Como ocurría en el autobús noctámbulo, éste también estaba adaptado mágicamente con un Capacious extremis, haciendo que el interior fuera mucho más amplio de lo que podía parecer a simple vista.

La primera planta tenía asientos con la tapicería en un estado igual de lamentable que las escaleras que llevaban al segundo piso donde, en lugar de haber camas, había grandes cojines y cortinajes.

El auror se sentó en uno de los sitios y se aferró con fuerza a la barra que tenía al lado.

Hermione le imitó sentándose en el sentido contrario a la marcha, al lado de la otra barra.

Mientras las puertas del autobús se cerraban, Kamau hizo lo propio al otro lado y Draco se sentó junto de Hermione, cruzándose de piernas con aire indolente y hastiado.

—Draco deberías.... —empezó a decir Hermione en el momento en el que el conductor salió quemando ruedas del callejón.

—¿¡Pero qué cojones!?

Draco chilló de una forma que, a oídos de Harry, sonó bastante histérica, en el instante en el que arrancaron y salió disparado hacia el niño que vivió, aplastándole en el asiento.

—¡Quítate de encima! —Estaba diciendo Harry que trataba de salir de debajo de Malfoy quien saltó para apartarse.

—¿Dónde coño me habéis metido? —volvió a exclamar cuando, con un bandazo, cayó al pasillo de culo y rodó hacia el fondo del autobús, desapareciendo entre los asientos.

Luz y oscuridadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora