Capítulo 13: Hasta la vista, Atenas

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—¿Puedes recordarme qué estamos haciendo aquí?

Ginny se echó la coleta hacia atrás y miró por encima de su hombro con desconfianza. Había un grupo de muggles tras ella que no le hacían ninguna gracia. No entendía lo que hablaban pero sí comprendía las risitas babosas y los silbidos.

Se pegó un poco a Zabini, porque no creía que sacar la varita en mitad de una calle llena de gente fuera sensato y le agarró de la camiseta para llamar su atención.

No hacía falta, él, que también los había oído, se dio la vuelta con violencia, la sujetó de la mano y tiró de ella hasta tenerla tras su espalda. Después miró al grupo de chavales, clavando en ellos sus ojos oscuros con intensidad.

Era un Slytherin y, como tal, sabía de sobra como intimidar a los demás con una sola mirada.

Ella es mía. Y no comparto —enseñó los dientes en una sonrisa amenazante.

Los tres chicos levantaron las manos, tratando de apaciguar aquella pantera que parecía tener el lomo erizado y se fueron entre murmullos y miradas de soslayo.

—Vaya, Zabini —ella soltó una risita —eso ha sido muy sexy, muy de macho dominante y todo eso —se puso seria imitando el gesto que él tenía unos segundos atrás —ella es mía —dijo con voz grave. Y volvió a reír.

El moreno puso los ojos en blanco, resopló y comenzó a caminar de nuevo.

—La próxima vez dejaré que te coman con los ojos, pelirroja.

—Oh no, eso de que me defiendas como si fuera una damisela en apuros ha sido interesante.

—Cariño —molesto con sus tonterías, se paró en seco, se puso frente a ella y la miró con intensidad. La miró de la forma en la que Blaise Zabini miraba a las mujeres que quería llevarse a la cama, de esa forma apasionada, peligrosa, llena de secretos y promesas que sabía las volvía locas. Se acercó hasta que ella tuvo que elevar un poco la vista para verle los ojos y sonrió, despacio, curvando sus labios gruesos en una pecaminosa sonrisa —si no estuviera Potter —dijo con un murmullo ronco y profundo, un susurro que hablaba de sexo, sábanas arrugadas y placeres terrenales —te enseñaría cuánto puede llegar a gustarte ser una damisela en apuros.

Ginny dio un respingo y tragó saliva al verse seriamente afectada por aquel despliegue de seducción tan apabullante. Blaise, que se dio cuenta de su reacción, parpadeó confuso, reprimiendo obstinadamente la repentina y visceral atracción que acababa de sentir por ella, por esa mujer que era, no solamente su amiga, si no la prometida del salvador del mundo mágico.

Dio un paso atrás, decidiendo que, definitivamente, por ahí no iba a ir.

Zabini no era conocido por su sentido de la autoconservación, pero hasta él tenía un límite.

Ginny se abofeteó mentalmente y se obligó a sí misma a recomponerse antes de hacer aún más el ridículo.

Por Morgana, ese hombre era un peligro con patas.

Carraspeó y le frunció el ceño.

—Está bien, Zabini —gruñó intentando que su voz sonara lo más clara posible —ya has demostrado tu punto. Y ahora ¿Puedes decirme qué demonios estamos haciendo aquí?

—Te recuerdo, pelirroja, que tú quisiste acompañarme.

Ella resopló.

—Blaise, créeme cuando te digo que todas y cada una de las personas que te conocemos creemos que es mejor cuando estás vigilado.

Luz y oscuridadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora