Prólogo

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Disclaimer: Harry Potter pertenece a JK. Yo solo juego con su universo y personajes.


Todos tenemos luz y oscuridad en nuestro interior, lo importante es que parte decidimos potenciar.

Sirus Black


Era suyo.

Alzó la mano, elevando la vara y sus labios esbozaron una lenta sonrisa

Por fin.

El bastón, caduceo o como quiera que esa sucia muggle arqueloquefuera lo había llamado antes de ir a reunirse con Merlín, era hermoso. No habría sabido decir de qué material estaba hecho, conocía algo sobre aleaciones pero no era su campo en absoluto, solo que era de color óxido y que podía sentir el poder emanando de allí del mismo podo que sentía el calor del sol en su piel.

Medía algo más de un metro de largo y una serpiente de lo que parecía ser bronce se enrollaba por toda su longitud, descansando la cabeza en la empuñadura triangular algo deformada y con bordes romos.

Las dos piedras preciosas que parecían ser los ojos del animal, refulgían bajo la luz del sol como dos gemas vivas, que vibraran llenas de magia y poder.

Había conseguido encontrarlo y ahora nadie conseguiría pararle.

Después de tres años de búsqueda exhaustiva estaba en sus manos.

Parecía que había sido ayer cuando, por casualidad, leyó esa anotación en el margen de un libro viejo y ajado.

Le habían tomado por loco, no habían creído en él pero aquí estaba. Con la prueba de su cordura en la palma de su mano, con el instrumento oscuro más poderoso que el mundo mágico había visto jamás.

Sonrió de nuevo.

Quizás no fuera el más poderoso pero, en su poder, sin duda sería el más peligroso.

Empujó con la punta del pie el cuerpo de la mujer que seguía tirado en el suelo y miró alrededor para asegurarse de que no hubiera nadie más allí.

Había tomado poción multijugos para hacerse pasar por un investigador de la Grecia Clásica del que ni siquiera recordaba el nombre, había seguido a la muggle hasta unas salas llenas de cajas y polvo en el sótano del Museo Arqueológico de Atenas. Ella estaba extasiada por poder mostrarle la última adquisición del museo, tanto que incluso después de que la maldición asesina acabara con su vida, su rostro había seguido manteniendo esa mueca de absoluta felicidad.

Sin siquiera una última mirada al cuerpo de la mujer, el falso Doctor en Arqueología, sacó una varita del bolsillo interior de su chaqueta y, con un ligero movimiento de ella, se apareció.

—¿Qué estás haciendo aún aquí, Rockewood? —preguntó nada más llegar al pequeño apartamento muggle en el que había estado viviendo la última semana.

—Me están siguiendo

—¿Quién? —siseó usando la varita para lanzar un reducio sobre el cetro — ¿Y por qué has venido aquí si te siguen, maldita sea?

—Me siguen desde Londres —Rockewood se paseaba por el salón como un león en una jaula —esos malditos aurores llevan detrás de mí desde hace más de un año.

—¿No te dije que fueras a Bulgaria? —gruñó y se pasó la mano por la frente con rabia. Podía sentir cómo iban desapareciendo los efectos de la poción.

—Me encontraron, necesito que me ayudes.

Pero todo lo que tuvo por respuesta fueron unas roncas carcajadas.

Luz y oscuridadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora