Capítulo 3: Reuniones

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Draco llevaba sentado en la misma piedra más de treinta minutos y no podía quitarse de encima la terrible sensación de empatía que apretaba su estómago.

Empatía.

Él.

Por Potter.

¿En qué momento había sido tragado por un agujero negro y escupido en otra dimensión?

Volvió a mirar a su alrededor y ahí estaba de nuevo, ese tirón en sus tripas.

Las ruinas de la casa destilaban tanta tristeza y tanto dolor que Draco se preguntó cuánto de lo que estaba sintiendo era cosa suya y cuánto era pura y simple sugestión.

Potter estaba sentado en los restos de una escalera y acariciaba distraídamente uno de los barrotes con la mirada perdida.

¿Se estaría imaginando cómo habría sido su vida si el Señor Tenebroso no hubiera existido? ¿Cómo habría sido crecer con sus padres en el mundo mágico? ¿Cómo habría sido no ser el niño que vivió?

Él podía entender eso ¿Cuántas veces el mismo Draco se había preguntado cómo hubiera sido todo sin la guerra?

No solía perder el tiempo en la autocompasión y bien sabía Merlín que quitando unos cuantos años de mierda, su infancia había sido prácticamente perfecta, pero era inevitable preguntarse, habida cuenta de las circunstancias, cómo habría sido todo si no hubiese tenido que terminar trabajando para poder dejar atrás un pasado del que se avergonzaba mucho más de lo que reconocería en voz alta ante nadie.

Se frotó la cara con ambas manos, dejó salir el aire en un suspiro cansado y apoyó los codos en las rodillas.

Si a los quince años alguien le hubiera dicho que acabaría trabajando para el Servicio de Inteligencia Secreta del Ministerio, Draco se habría reído primero y habría maldecido al idiota después, porque un Malfoy no se ensuciaba las manos trabajando para nadie.

Pero tras la guerra, o más bien después de la Marca, no había tenido muchas opciones.

—¿Harry?

La voz de Granger le sacó de su ensimismamiento y alzó la vista, buscándola entre las sombras.

Cuando la vio, al igual que le ocurrió en la cocina de la casa de los Black, no pudo evitar pensar en que los años desde que dejaron el colegio le habían sentado bien.

La belleza emergente que todos pudieron vislumbrar en el baile de Navidad de cuarto curso se había convertido en una realidad absoluta porque, aunque Draco había conocido mujeres mucho más guapas, la bruja tenía algo que la diferenciaba de todas ellas y la hacía ser... simplemente más.

Maldita fuera mil veces. No la soportaba.

Siempre había detestado a Granger porque todo lo que ella era le ponía de los nervios: Hija de muggles, más lista incluso que él, amiga de San Potter, Gryffindor... ¡Por Morgana! ¿Acaso podía ser alguien más insufrible?

Pero si a todas aquellas cosas les sumaba esa leve, casi inexistente atracción física que había sentido por ella tres días atrás, conseguía ponerse absolutamente fuera de sí.

Realmente preferiría no haber vuelto a verla en su vida.

Se levantó apretando las mandíbulas y arqueó una ceja cuando vio la forma en la que su antiguo compañero tocaba la espalda de la bruja, diciéndose que esa punzada de disgusto no era más que por ver lo bajo que podía caer alguien como Theo.

Nunca había tenido nada en contra de Nott, un muchacho silencioso, algo misántropo que seguía a su grupo por los pasillos de Hogwarts únicamente porque estaban en la misma casa. Pero teniendo en cuenta el comentario que le había hecho unos días atrás y la forma en la que parecía pegado a Granger con un epoximise, en esos momentos empezaba a caerle francamente mal.

Luz y oscuridadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora