Capítulo 26: Errores extraordinarios

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Hermione finalmente llegó a casa acompañada de Theodore quien, nada más dejarla a salvo en el vestíbulo se marchó de nuevo al Ministerio.

Después de la rueda de prensa que concedió Kingsley, Theo había tenido que regresar al Departamento de Misterios para hacer lo que fuera que tenía que hacer su oficina en relación al atentado que habían sufrido en el Callejón Diagon y Harry se había marchado a San Mungo tras recibir una lechuza de Ginny que le comunicaba que Regina estaba allí y que Blaise y ella se habían quedado para intentar conseguir algo de información sobre el estado de Alicia.

Con un suspiro de cansancio, Hermione dejó el bolso en el mueble de la entrada y colgó la túnica en la percha antes de sentarse en el pequeño banco que tenía al lado de la puerta para descalzarse y masajearse el pie dolorido.

Subió las escaleras que llevaban al piso de arriba donde en un espacio completamente abierto desde el que se podía ver la entrada y el piso inferior, se encontraban una salita, el comedor y la cocina.

Pasó por delante de los sillones, al lado de la mesa grande y la nevera y abrió la puerta del pequeño pasillo en el que estaba su dormitorio y su cuarto de baño, decidida a llenar la bañera y relajarse allí durante al menos dos horas.

—Ya pensé que no volverías

No pudo evitar el grito de espanto que rompió su garganta y se llevó la mano al pecho, sintiendo que su corazón estaba a punto de traspasar su caja torácica.

—Merlín Draco —inspiró, jadeando —¡Qué susto me has dado!

Vio su silueta recortada en la oscuridad del dormitorio, perfilada por la luz de las farolas que iluminaba el ventanal y se acercó a él, como si un hilo invisible tirase de ella y la impulsara a encontrarle.

—¿Qué tal estas? —sin poder evitarlo le tocó el abdomen y se pegó a su cuerpo, buscando inconscientemente su calor —estaba preocupada —dijo en un susurro apenas audible que no pudo contener.

—Bien — le sintió encogerse de hombros y, aunque no la apartó, tampoco hizo amago de tocarla —o todo lo bien que cabe esperar, al menos.

—¿Qué ocurrió, Draco?

Los músculos del hombre se tensaron pero siguió sin apartarse de su toque y su cercanía.

—Tony y yo regresamos a la Agencia para informar a Loughty y él puso a Goldstein al tanto de todo.

—¿De todo? —preguntó ella —¿Te refieres a toda la misión?

—Sí. Tony ha pasado a ser parte del equipo —dijo con sarcasmo —Mañana tenemos que reunirnos, he mandado un mensaje a Potter y otro a Nott. Lougthy contactará con Shacklebolt.

—Está bien —ella suspiró apoyando la frente en su pecho —¿Qué ocurrió con Pucey, Draco?

—Krum. Él fue lo que ocurrió.

—¿Viktor? —ella levantó la cabeza, incrédula —¿Fue Viktor?

Él soltó una seca carcajada y se alejó dando un paso atrás hasta apoyarse contra el ventanal.

—Sí, fue tú Viktor —replicó con burla —lo creas o no ese gorila mononeuronal fue quien se llevó a uno de los agentes más jodidamente buenos de la Agencia delante de nuestras narices.

—Es imposible que Viktor esté metido en esto —murmuró ella.

—Oh claro, porque es imposible que el novio de la gran heroína de guerra esté de mierda hasta las orejas ¿No?

Ella bufó, molesta.

—Primero, no es mi novio y todo el mundo sabe que rompimos gracias a la cucaracha de Skeeter y segundo, no es por eso, es porque le conozco y sé que él nunca estaría en algo así y menos ahora.

Luz y oscuridadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora