Capítulo 1

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Carolina Isabella Caballero Beltrán

Mexicali, México

Mi nombre es Carolina Isabella Caballero Beltrán, soy una chica de 22 años con muchos sueños y con muchas ilusiones que no veo la manera de poder realizarlas, debido a que, de un tiempo para acá, todo me ha salido mal y aunque siempre me he dicho a mí misma que debo mantenerme optimista, lo cierto es que ahora es lo que menos puedo hacer y como siempre que me sumía en mis pensamientos, Vera mi compañera de departamento me tenía que sacar de ellos.

–Isa, siento sacarte de tu nube y lo digo en serio – Vera me miraba con esos ojos de nervios – Sintiéndolo mucho, ayer que salimos por la noche, Katrina me volvió a preguntar sobre tu parte de la cafetería.

Pues ellas sabían que en estos momentos estaba pasando por una crisis emocional y monetaria. No tenía de donde sacar ni un peso, la mala suerte estaba pisándome los talones y mis amigas solo me estaban presionando.

– ¿Qué hay con mi parte de la cafetería? Ustedes no tienen piedad de mí, me he quedado viuda antes de casarme y no he encontrado la forma para pedirles a mis padres el dinero.

Algo que no iba a conseguir por ese medio, yo tenía que buscar la manera de conseguir ese dinero, si no me iban a dejar fuera del negocio, Katrina era la que más presión ejercía, no me daba ni un respiro, en cuanto me veía se me iba encima de inmediato.

–Es que es eso justamente amiga. Katrina no entiende como una Caballero Beltrán como tú, hija de un senador y de una exitosa artista de teatro, no has podido liquidar tu parte.

–Es que no es fácil Vera, necesito que me den un poco de tiempo. Al perder a mi prometido al que no querían mis padres, entenderás que no puedo aparecerme con ellos así nada más y pedirles que me den dinero para pagarles a ustedes.

Vera pareció entenderme un poco, al notar mi visible y creciente desesperación y afortunadamente cuando todo se puso demasiado incómodo, llegó uno de sus pretendientes y la invitó a almorzar y fue lo que me salvó de seguir hablado con ella de ese tema incómodo, bueno de dos temas incómodos a tratar: mis padres y dar mi parte del Ático, la cafetería de la que éramos socias las 3 desde hace un año y de la que hasta ahora solo son socias ella y Katrina porque yo no he dado mi parte.

–Lo siento Isa, voy a salir con Lisandro – Vera cogió su bolsa – Te has salvado, por ahora. Ya en serio, debes buscar la forma de ir a buscar a tus padres a Ciudad de México y hablar con ellos, antes que Katrina se ponga pesada.

No había necesidad que lo mencionara, Katrina es una mujer que siempre va por el objetivo y no desiste hasta lograr su cometido. Yo soy la pobre de las tres y por supuesto que era a la que iba a presionar, si Vera también ya había puesto lo de su parte.

–Katrina siempre está pesada, nos vemos más tarde en la cafetería y que te diviertas.

Vera se despidió de mí con un beso en la mejilla, yo me hundí en el asiento del sillón de la sala, visiblemente afectada por lo que dijo Vera y es que la verdad era que Katrina y ella ya me habían esperado todo un año para que diera mi parte de la sociedad y ahora al haber perdido a mi prometido (un buen amigo con él que nos casaríamos por común acuerdo) me quedé sin opción alguna de poder pagar mi parte de la cafetería, con eso en mente, medio desayuné algo y salí para irme a la cafetería esperando llegar primero yo que Katrina y ni en eso tuve suerte cuando llegué ella ya estaba ahí.

–Hola, Isa. Qué bueno que tú si llegaste en tu horario a ayudarme, Vera acaba de avisarme que llegará más tarde por andar con Lisandro.

–Hola, Katrina. Aquí estoy cómo debe ser, dime ¿A qué te ayudo?

Esperaba que no me tocara ese tema al que le he agarrado pavor, Katrina no se deja llevar por informalidades, si ya habíamos quedado en algo iba a estar encima para que le resolviera cuanto antes. Rezaba para que esta vez se le olvidara el asunto.

–Primero necesito hablar contigo, verás es que ya me urge que quede todo en regla con los papeles de la sociedad del café y cómo sabes no se puede hacer correctamente el acta constitutiva hasta que las tres hayamos dado nuestra parte.

–Amiga, es lo que le dije a Vera. Me he quedado viuda antes de casarme y ustedes parecen no tener piedad de mí.

Me daba cuenta de que Katrina no se andaba por las ramas, si yo no daba mi parte, ellas iban a poner la documentación solo a nombre de las dos, a mí me iban a dejar fuera y no quería eso, somos una sociedad y deberían darme un poco más de tiempo, yo no les estoy diciendo que no lo voy a hacer, es solo que no encuentro un buen patrocinador, por así decirlo.

–No es que no tengamos piedad, es que no tenemos tiempo. Vamos a tener problemas hasta que no hagamos las cosas bien, lo que me lleva a preguntarte ¿cuándo vas a llamar a tus padres?

–Pronto, yo te prometo que en estos días los llamaré y por favor Katrina no me presiones más, ¿quieres? Yo te prometo que pronto van a tener Vera y tú en esta mesa, mi parte de la cafetería.

Me urge encontrar un préstamo, un buen samaritano que se compadeciera de mí, esta oportunidad no la quiero perder, es una meta que me había puesto y la tengo que alcanzar. No voy a regresar a casa de mis padres derrotada.

–Mira Isa, no me gusta presionar y se me ocurre algo. Si no quieres tener presión está bien, puedo poner la sociedad a nombre mío y de Vera, en lo que tú logras que tus padres te den tu parte y mientras tanto trabajas aquí como una empleada del café.

Lo que dijo Katrina no me gustó para nada, como si saliera tan barato que anduvieran cambiando los documentos de la cafetería así nada más. Y es que ni ella ni Vera, tenían idea alguna que yo, desde los 18 años, me he valido por mí misma y que desde que salí de la casa de mis padres, lo hice para no volver a saber más de ellos, al menos no en esta vida, como se dice yo me fui para no volver jamás.

Ellos no me iban a dar ni un centavo, yo me había salido de casa por mi propio pie, y juré que no volvería, he mantenido mi palabra, ahora no pienso ir a pedirles dinero, ni siquiera si se los pedía prestado.

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