Axel David Garza Cantú
Monterrey, México.
Pasé la noche en la librería y eso había sido lo mejor, no quise volver a mi casa con mi padre y no pensaba hacerlo en un buen tiempo. Me levanté temprano y cuando Rafa, mi ayudante, llegó a la librería, lo dejé al cargo y me salí directamente a la casa de la señora Tania, en donde dejé anoche a Isabella con la esperanza de encontrarlas ahí aún y mejor llegar todos juntos al almuerzo con mi padre. Al llegar yo, ellas estaban saliendo de la casa y menos mal que pensé en venir y las alcancé.
–Hola, Axel David – dijo Caro – pensé que te veríamos en el almuerzo en tu casa, ¿qué haces aquí tan temprano?
–Hola, Carolina. Buenos días, señora Tania – saludé a las dos – vine por ustedes para irnos al almuerzo. Veo que ya compraste ropa, Isa y te sienta muy bien.
No era por nada, pero Isabella es chica muy linda y la ropa que había comprado se le veía espectacular, sin duda alguna va a llamar mucho la atención ahora que sepan de ella, a la gente le gusta estar en constante comunicación por no decir otra cosa.
–Buenos días, Axel David – dijo la señora Tania – no me digas, señora, que a partir de hoy soy tu suegra. Acabamos de llegar de compras e íbamos de salida para ir por mi auto e irnos al almuerzo contigo.
–No será necesario. Vamos en mi auto – les dije – será lo mejor para todos. Así a mi padre se le hará más creíble que llegue con ustedes.
Lo más probable es que mi padre se llegue a preguntar por qué no pasé por ellas a su casa, a mi papá no se le escapa nada y tengo que seguir haciendo que siga confiando en mí y no quiera investigar a Isabella por su parte.
–Claro que sí, nos vamos cuando quieras.
Nos subimos a mi auto y nos fuimos directamente a casa de mi padre. Conociéndolo como es, ya nos debía estar esperando y no lo íbamos a hacer esperar. Llegamos a la casa de mi padre en un tiempo razonable considerando el tráfico y al llegar allá, como supuse él ya nos estaba esperando.
–Axel David, qué bueno que llegan puntuales al almuerzo, ¿cómo estás, hijo? – Saludó papá – Carolina, espero que estés mejor y que lo de anoche no haya sido nada. Ella debe ser tu bellísima madre, con todo respeto.
–Hola, papá. Así como lo dices, ella es Tania, la madre de Carolina y claro que mi suegra, es una mujer muy bella – me atreví a decir – pasen, por favor. Vamos a disfrutar de un delicioso almuerzo.
Lo dicho, mi padre tiene que quedar convencido de que ellas son madre e hija y que no fuera a estar haciendo más invitaciones, pues no sé a qué se dedica Tania, no quería estar interviniendo en sus obligaciones laborales.
–Mucho gusto, señor – dijo la señora Tania – soy Tania Beltrán, la mamá de Carolina.
–Encantado de conocerla, Tania. Sean bienvenidas, por favor.
–Buenas tardes y muchas gracias, Don Lorenzo – dijo mi chica – su casa es muy hermosa.
La casa de mi padre es muy impresionante, y sé que él está muy orgulloso de ella, la había mandado a hacer para la mujer con la que vivía, después de haber dejado a mi madre. Y aún no se recupera de su ruptura con ella, porque sigue en la misma casa.
–Y eso que esto apenas es la entrada, adelante. Por favor.
Entramos a la casa de mi padre y él les dio un recorrido a Tania y a Carolina por toda la casa. Ellas estaban contentas de ver lo que veían y al final del recorrido nos fuimos a sentar a una mesa de servicio muy elegante que estaba montada en el inmenso jardín de la casa, en dónde papá seguramente tenía previsto que sería el almuerzo.
–Tomen asiento, por favor – pidió mi padre – aquí vamos a desayunar. Ustedes son nuestras invitadas de lujo.
–Muchas gracias, Don Lorenzo – dijo Caro – su casa es un sueño. Es muy hermosa.
–Lo mismo digo, Lorenzo. Lo siento, pero a mí todo eso de señor y de Don no me gusta – dijo Tania – y tú también, Axel David, ya tienes que empezar a tutearme. Por favor, que no soy tan vieja.
Creo que desde el punto de vista de la señora Tania estaba bien dicho, se tenía que entrar en confianza con mi padre para que fueran más abiertos, pero noté algo en mi padre que no había notado desde hacía algún tiempo, estaba nervioso.
–Claro Tania, como tú te sientas más cómoda – respondí – ahora, antes de empezar el almuerzo, ¿gustan una mimosa?
–Yo sí, te la acepto. Siento mucho calor y necesito refrescarme – dijo Tania – Gracias, Axel David.
–Por nada.
Pasaron una charola con mimosas, unas de las empleadas de mi padre y todos tomamos una, menos Carolina. Yo ya veía venir todo eso, ella no tomaba y después de lo que pasó anoche con la champaña, yo no le iba a insistir. Ella tomó solamente jugo de naranja y después de refrescarnos todos nos pusimos a almorzar cuando nos llevaron los alimentos, Tania y Caro parecían muy contentas con lo que mi padre preparó para ellas y yo me pude dar cuenta que, a mi padre, le había impactado mucho la presencia de Tania.
–Este almuerzo ha estado espléndido, muchas gracias Lorenzo por habernos invitado – dijo Tania – ustedes chicos, deberían irse a ya saben estar a solas. No creo que quieran estar todo el tiempo con sus padres.
–Es cierto, hijo. Ve con Carolina a recorrer el jardín y que conozca a las mascotas de la familia, le van a encantar.
Ahora veía que los dos se habían gustado y que les urgía mandarnos lejos, veía que Tania también estaba interesada en mi padre, no sé si eso sea bueno o malo, pero parecían que se querían deshacer de nosotros, parecían dos adolescentes hormonales y no lo pudieron ocultar a mis ojos.
–Claro, por supuesto – le ofrecí mi mano a Carolina – vamos, amor. Para que conozcas a las mascotas de la casa.
–Vamos, amor – respondió – Mamá, en un momento regresamos, con permiso, Don Lorenzo.
Creo que Caro también se había dado cuenta de eso porque miró a Tania con una significativa sonrisa en los labios, por lo menos a mi padre no le había desagradado Tania y tal vez pudiera haber algo entre ellos dos.
–Solo Lorenzo, Carolina. Ya soy tu suegro y no veo la necesidad de tanta formalidad.
–Claro, Lorenzo. Eso está bien para mí.
Carolina y yo, nos fuimos tomados de la mano y eso se sentía demasiado raro. Yo apresuré el paso para perdernos de la vista de mi padre y de Tania porque sinceramente ya no me aguantaba las ganas de reírme y sé que a Caro le pasaba lo mismo. Apenas nos quedamos solos y tuvimos un ataque severo de risa los dos.
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Apuesta por amor
RomanceApuesta por amor A sus 22 años, Carolina Isabella, tiene grandes amigas y grandes sueños. Está en bancarrota, pero quiere ser parte de una sociedad con sus amigas al no tener el dinero para su parte de la cafetería, en un giro inesperado del destino...