Capítulo 6: La verdad

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Después de salir del cine, Asa se acercó a mí y me pidió mi número de teléfono. Nos pareció chistoso teniendo en cuenta que vivimos uno enfrente del otro.

Un par de días después me llamó para preguntarme si quería ver una película con él, como había sugerido. Le expliqué que los domingos el cine estaba cerrado. Quedamos en que la veríamos en su casa. Una mezcla de nervios y expectativa me invadieron por completo.

A eso de las tres, crucé la calle. Asa me abrió la puerta. Al entrar, la señora que vi salir del auto el primer día que llegaron estaba en la sala, leyendo un libro. Volteó la cabeza al escuchar el ruido de la puerta. Dejó el libro y se acercó a nosotros.

- Buenas tardes, señorita. - Me saludó. Podía notar a kilómetros de distancia lo refinada y encantadora que era esa mujer. De cabello blanco, pero aún así, joven y radiante. Llevaba puesto un bonito vestido gris. - Soy Jacqueline. - Me extendió la mano y se la estreché.

- Buenas tardes.

- Vamos a ir a ver una película a mi habitación, si no te molesta. - Le dijo Asa a su madre.

- Está bien. Dejen la puerta abierta.

Subimos por la escalera al segundo piso. Al entrar en su cuarto lo primero que noté era lo ordenado que estaba. No había muchas cosas: los únicos grandes muebles que ocupaban la mayor parte del espacio eran un escritorio blanco, un televisor en la pared y un armario. Él se sentó en el borde de su cama y sacó una caja de plástico de debajo de esta. Yo también me senté.

- Tengo una gran colección de películas. Busca alguna que quieras, las he visto todas pero no me importa verlas de nuevo. Ahora regreso.

Entró al baño que estaba junto a su cuarto. Acerqué la caja hasta donde yo estaba y comencé a buscar. Había más de ochenta películas ahí adentro, y de todos los géneros. Me sorprendió que la mayoría eran películas que no había visto. Aparté The Matrix, la cuál inexplicablemente nunca había visto, y seguí buscando algunas más para que luego él decidiera.

Tenía una copia de 'El niño de pijama a rayas'. Tampoco la había visto. Di vuelta la caja del dvd para poder leer la descripción de la película, y fue entonces cuando lo vi. 

Su nombre estaba entre los actores principales, y ese definitivamente era él. ¿Era esto una especie de broma?

Asa salió del baño y me vio con la película en la mano. Probablemente notó la cara de estupefacción que tenía. Él pareció inquieto por un momento, y luego se quedó mirándome.

- Tú... - Fue lo único que logré decir.

Se sentó en la cama junto a mí. Lo único que nos separaba eran la caja y todas las películas que había sacado, desperdigadas por todo el colchón.

- Puedo explicarlo.

- ¿Este eres tú? - Pregunté.

Tomó una gran bocanada de aire.

- Sí, soy yo, de pequeño. Todavía sigo teniendo cara de niño de ocho años. - Rió para aligerar el ambiente. Continuó: - Soy actor. No quiero sonar como una diva ni nada, pero me sorprendió que nadie en este pequeño pueblo se diera cuenta. De hecho soné como una diva, perdón.

- No pasa nada, sigue. - Dije, soltando aire para expresar mi incredulidad.

- Cuando me di cuenta de que nadie me reconocía, fue cuando descubrí que de verdad me gusta este lugar. Eso significaba que podía ser yo mismo. No el Asa actor, sino el Asa real. Suena un poco tonto, pero cuando eres actor las cosas se ponen más difíciles. Tus relaciones con la gente no son lo mismo. Nunca sabes quién está contigo por ti o por tus personajes.

- Somos alrededor de veinte mil personas en este pueblo, seguro alguien te reconoció.

- No dirías lo mismo luego de vivir en una ciudad de más de trescientos mil habitantes. Créeme, es muy poco. De todos modos, necesito pedirte que no se lo digas a nadie. Prefiero que las cosas sigan como están ahora. Significaría mucho para mí.

Me tomé unos segundos para procesarlo todo.

- No te preocupes.

Sonrió.

- ¿Acaso la prensa no sabe que viniste aquí? - Pregunté.

- Saben que me mudé a California, pero no saben dónde. Quise alejarme por un tiempo de todo esto de la actuación. - La sonrisa se fue borrando de a poco. - Concentrarme en mis estudios un poco. Ir a una escuela real.

- Ah... - Dije, y me quedé sin palabras. Me sentí mal por él. Podía imaginar lo difícil que debía ser que la gente sea falsa contigo y te use constantemente.

- Cambiando de tema, ¿elegiste una película? Si no, te puedo recomendar algunas, pero como tú quieras. - Estaba siendo demasiado cortés conmigo. Creo que estaba un poco incómodo.

- De hecho, había separado The Matrix. Nunca la vi y mis amigos siempre se burlan de mí porque es de esas películas que son 'obligatorias de ver'.

- ¿¡Nunca viste Matrix!?

- ¿Tú también vas a empezar con eso? - Dije, con expresión aburrida.

- No lo puedo creer. Esas palabras fueron casi un sacrilegio. Es mi película favorita de todos los tiempos. La tienes que ver cuanto antes.

Puso la película en el reproductor de DVD y nos acostamos en la cama para verla. Para cuando terminó, la noche ya había caído.

- ¿Qué te pareció? ¿Buena, verdad? - Me preguntó, aún acostados, volteándose para verme.

- Meh, más o menos.

- ¿Cómo que más o menos? Es un clásico. Rompió muchas barreras para la ciencia ficción de la época.

- ¿Me vas a decir que Neo estuvo en una realidad virtual toda su vida y la forma de zafarse era simplemente tomando una maldita píldora? ¿Y si por equivocación esa píldora terminaba en los medicamentos de una abuelita? ¿Ella hubiera sido la elegida?

Asa bufó a la vez que ponía los ojos en blanco. Me reí cómplicemente. Miré la hora en el reloj: eran las nueve.

- Creo que ya debería irme. - Le dije, levantándome.

Volví a mi casa con el corazón latiéndome a mil por hora. Me tiré en la cama, boca arriba, y pensé por un largo rato. No me importaba en lo más mínimo que Asa fuera famoso. Lo único que importaba en ese momento es en lo bien que me sentía con él. 

A partir de ese momento, comenzamos a hablar casi todas las noches, antes de dormir. A veces llamaba yo, otras él. A veces mandábamos mensajes. Charlábamos de lo que fuera. Del colegio, de las cosas que nos gustaban o disgustaban, de lo que pensábamos. Y esa fue la primera vez en la que de verdad pude hablar abiertamente con alguien sin sentirme juzgada o incómoda. Con él podía ser yo misma.

Cosas del destino (Asa Butterfield fan ficción)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora