Capítulo 1: Vida aburrida

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Mi vida siempre fue monótona y aburrida. Hacía lo mismo todos los días. Esta se basaba en despertarme, bañarme, desayunar (lo de siempre, café con magdalenas), ir al colegio, volver a mi casa para estudiar, practicar un rato con mi guitarra, cenar e irme a dormir. En ese perfecto orden. Cada aspecto de mi cotidianidad mantenía un balance en mí. Me incomodaban las alteraciones. Ya me había acostumbrado a hacer esto todos los días y si algo cambiaba mi rutina; por ejemplo, una visita al médico o una salida sorpresa con mis amigas, sentía que algo andaba mal. Todo era tan repetitivo que ya no le daba importancia a las pequeñas cosas. Es como cuando aprendes una canción de memoria: después de un tiempo, surge sin darte cuenta.

Por ese entonces el frío había comenzado a hacer su aparición. El verano daba paso al otoño lentamente. Las ventanillas del autobús solían empañarse por completo y no dejaban ver. Ese día, aquel en el cual comenzó todo, tardé un poco más de lo normal en volver a casa.

Entré y colgué mi saco en el perchero de la entrada. Tenía la intensión de empezar a estudiar para mi examen de ciencias biológicas ya que este iba a implicar un tercio de mi calificación trimestral. Antes de ponerme en marcha hacia mi habitación, fui a la cocina a servirme jugo de naranja.

- Hola hija, ¿cómo te fue en el colegio? – Preguntó papá al verme entrar en la cocina. Se encontraba sentado a la mesa, con un montón de papeles de distintos tamaños y colores esparcidos por toda la superficie.

- Bien, todo bien.

Tomé el jugo de la heladera y nos serví un vaso tanto a papá como a mí, como de costumbre.

- ¿Qué tal están tus amigas?

- Bien, creo. Lisa se peleó con su novio de nuevo, pero no creo que le dure el enojo.

Me senté junto a mi padre, apoyando ambos vasos en la mesa. Me hizo un leve movimiento con la cabeza en agradecimiento.

- ¿Qué tal el trabajo? – Le pregunté, y a continuación tomé un sorbo.

- Un caos. Solo faltan unas escenas por rodar y terminamos. Todos están más alborotados que de costumbre. – Me dijo, a la vez que anotaba números en el margen de una hoja con lápiz.

- ¿Y luego?

- Y luego voy a tener que supervisar la posproducción por un tiempo.

- ¿Tienes que volver a Los Ángeles?

- No creo. Al menos por unas semanas, de todos modos. Mucho papeleo que hacer por aquí. Aún tengo que comenzar a coordinar los derechos de distribución con los demás productores... - Comenzó a elucubrar, como pensando en voz alta.

Se escucharon unos pasos provenientes del pasillo.

- Hola, Isi. ¿Entregaron los resultados de la evaluación de Historia? - Preguntó la novia de mi papá, quien bajaba las escaleras. Se acercó a papá y le dio un beso en la mejilla. Traté de esconder mi cara de aversión lo mejor que pude.

- No, todavía no los entregaron, Ally. Yo te avisaré cuando lo hagan, no hace falta que me lo preguntes cada vez que vuelvo de la escuela.

En realidad sí los habían entregado, es solo que prefería no hablar con ella. Hacía un par de años que salía con mi padre. Él insistía en que la llame mamá, así nos acostumbrábamos la una a la otra, pero nunca lo hacía. Pensar que papá remplazó a mamá tan rápido me hacía sentir un nudo en el estómago y hasta ganas de vomitar. No entendía como mi hermano, Pedro, la podía soportar.

Después de lo que dije, mi padre me tiró una mirada acusadora.

- La casa del viejo Tom ya está en venta, ¿lo viste? – Preguntó papá, tratando de cambiar de tema.

- ¿Por qué? ¿Se mudó?

- No hija, murió hace dos semanas. Creí que habías visto a la policía y a las ambulancias en la calle el otro día. Creo que hasta salió en el periódico local.

- No lo había notado... – Comenté.

Hubo un silencio sepulcral. Tomé un último gran sorbo de jugo, lo dejé en el fregadero y me fui sin más.

El viejo Tom era mi vecino de enfrente. Cuando era pequeña, siempre iba a su casa. La señora Elizabeth me daba galletas recién horneadas y veíamos alguna que otra película los tres juntos. Cuando ella murió, Tom dejó de hablarme, dejó de hablar con todos, dejó de salir tan seguido. Parecía un señor tan amigable antes, pero el dolor lo consumió hasta destrozarlo.

Ni siquiera había notado su ausencia.

Cosas del destino (Asa Butterfield fan ficción)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora