Capítulo 8: Señorita Isabelle

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Apenas dijo eso, se me hizo un nudo en la garganta. Apagué el micrófono de la computadora por unos instantes y simplemente me quedé mirando al teclado. Así que de verdad ellos dos habían sentido algo después del beso de la fiesta. Es decir, ¿Por qué invitarías a alguien que no te gusta? Y si lo hicieras, ¿por qué a Ruby? Podría haber sido cualquiera. La más pequeña esperanza que tenía de que Asa en algún momento sintiera algo por mí se había evaporado por completo. Él era sólo mi amigo, y así iba a ser por siempre. Sabía que si hablaba, mi voz me traicionaría y se quebraría, así que esperé unos minutos antes de volver a encender el micrófono.

-     ¿Isa? ¿Estás ahí?

-     Sí, Ally me está llamando para comer. Nos vemos luego. - Solté lo más rápido que pude para que no se notara mi estado de ánimo.

Quería desaparecer en ese momento. No quería hablar con nadie más. Fui tan tonta como para pensar que podría sentir algo por mí.

Lo único que hice después fue ponerme el pijama, meterme en mi cama y mirar el techo en la más completa oscuridad. Sin darme cuenta, mis ojos se fueron cerrando del cansancio.

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Me desperté a la mañana siguiente y todavía tenía ese nudo en mi garganta. Pude sentir la almohada humedecida en mi mejilla. No había llorado, pero a veces lágrimas se escapan de mis ojos mientras duermo, cuando tengo alguna clase de pesadilla. Me levanté y me duché para ir luego al colegio. Simplemente quería llegar y esperar a que las horas pasaran lo más rápido posible.

Ese día Asa no había ido al colegio. Eso me hizo sentir un poco mejor; no creía poder tolerar verlo.

Las eternas horas pasaron y el timbre sonó indicando el almuerzo. Pensé en escabullirme y decir que me sentía mal para retirarme. Finalmente me armé de valor y entré a la cafetería.

Lisa alzó la mano para saludarme desde nuestra mesa de siempre, al lado de la ventana. Era la mejor, porque tenías vista a todo el campus. Todas hablaban entusiasmadas sobre el baile: sobre qué vestido se pondrían, sobre con quién se cruzarían, sobre qué canciones pondrían. Rose contó que Clarence, el chico con el que habló aquella vez en la fiesta de Jason, la había invitado. Eso significaba que yo era la única de nosotras que no tenía pareja.

-       ¡No te preocupes! Alguien ya te preguntará. Todavía hay tiempo. – Me reconfortó Lisa, acariciándome la espalda.

-       No, en serio, no hace falta que el convenio siga en pie si nadie me invita al baile. No quiero arruinarles la noche. Ustedes vayan y...

-       ¡No seas tan pesimista! Ya veremos qué pasa.

Cuanto más tiempo pasaba, menos chances de tener pareja quedaban, así que ya tenía asumido que este año no iba a concurrir. Ya había empezado a planear excusas, como que tenía que acompañar a papá hasta Los Ángeles por trabajo o algo así.

Antes de volver a clases pasé por mi casillero. "Una hora más y podré irme a casa", pensé.

-       Hola de nuevo, chica sin nombre.

Me di vuelta y ahí estaba él; el chico con el que había hablado el día anterior.

-       Soy Isabelle. - Le dije, sonriendo.

-       Qué bonito nombre.

Le sonreí, poniéndome un mechón de cabello detrás de la oreja nerviosamente.

-      ¿Y tú? ¿Cómo te llamas?

-       Calvin.

-       No creo haberte visto en ninguna de mis clases. - Comenté.

-       Eso es porque no compartimos ninguna. Soy de cuarto.

-      Ah, eso lo explica. - Asentí. - Bueno, un gusto en conocerte, Calvin. Debería irme a clases, pero nos vemos por ahí.

-      Espera... – Me tomó suavemente de la muñeca, en un intento de retenerme. Enseguida me soltó. - Tú... ¿ya tienes pareja para el baile? – Preguntó tímidamente.

-       No, aún no.

-      Me pareces una chica interesante, Isabelle, y quería preguntarte si querrías ir conmigo al baile. – Una tierna media sonrisa se dibujó en sus labios.

No tenía nada que perder. Calvin parecía un buen chico, y me agradaba.

-       Pero... no nos conocemos.

-       ¿No crees que sea la oportunidad perfecta para hacerlo?

Su respuesta fue tan elocuente que me descolocó por un segundo.

-       ¿Entonces, qué opinas? - Volvió a preguntar.

-       Eh... sí, supongo que sí.

-       Genial. 

Me extendió su teléfono y yo anoté mi número en él.

-      Bueno, te dejo. - Se despidió a la vez que guardaba el celular en su bolsillo. - Nos vemos, señorita Isabelle.

Lo vi alejarse por el pasillo. Así que tenía una cita. Un gran peso que conllevaba nervios y estrés cayó de mis hombros. Me sentía mucho más aliviada.

Cosas del destino (Asa Butterfield fan ficción)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora