Muchas cosas pasaron en mi vida luego de Asa.
Continuamos escribiéndonos por un tiempo. Él me contaba sobre sus películas nuevas; que tenía que trasladarse a tal lugar, que iba a interpretar a tal personaje, que tenía que teñirse el cabello de tal color y vestirse de tal forma para su nuevo papel. Yo le contaba trivialidades de mi vida que en comparación eran aburridas. Él siempre me decía que deseaba haberse quedado con la vida de aquí, pero sabía que no era del todo cierto.
Constantemente me repetía lo mucho que me extrañaba. Yo también lo extrañaba. Lo extrañaba demasiado, pero no quería sumar otra carga a mi mochila. Leer cada uno de sus correos me dolía más y más.
Le conté a mi padre la verdad. Que sabía qué le había ocurrido a mamá realmente. Él me pidió disculpas y me dijo que creyó era lo correcto. Lo acepté. Confesárselo me hizo sentir mejor. Aprendí a soltar.
Lisa y yo fuimos al cine las primeras veces que salieron películas nuevas donde Asa actuaba. Con el tiempo no pude soportarlo más y dejamos de hacerlo. Ella lo entendió.
Asa comenzó a escribir con menos frecuencia. Cuando lo hacía, me decía que estaba ocupado y que lo lamentaba muchísimo. Sabía que él estaba tratando de que esto continuara lo más que se pudiera, pero ¿cuánto tiempo pasaría hasta que conociera a otra chica? ¿me lo diría? ¿o simplemente dejaría de hablarme? ¿Y qué si yo encontraba a otro chico?
Con el tiempo mis compañeros de escuela se enteraron de que Asa era famoso. No dejaron de hacerme preguntas al respecto por un largo tiempo. Jamás contesté a ninguna de ellas.
Me gradué del colegio secundario. Hubo un gran baile, y una entrega de diplomas, donde estuvieron todos mis amigos. Celebramos juntos. Poco después entré en la universidad de USC a estudiar cine, como mi padre. Para ese entonces, ya casi no hablaba con Asa. También dejé de hablar con Calvin, Rose y Lisa.
Hice nuevos amigos en la universidad. Me mudé a una fraternidad. Conocí a mi en ese entonces novio, Tom. Estudiábamos la misma carrera. Ocurrió una noche, en una fiesta. Él se acercó a hablarme. Bailamos juntos. Nos besamos. Me dijo que era la chica más bella que había visto. Le dije que no se le daba mentir.
Luego de la universidad, nos mudamos juntos a Los Ángeles. Vivímos en un departamento cerca del centro de la ciudad. Era viejo y había poco espacio, pero nosotros nos adecuamos como pudimos. Papá nos dio trabajo a ambos. Me convertí en directora de fotografía. Tom era diseñador de producción.
Pasó el tiempo, y el departamento no fue suficiente para Tom. Peleábamos. Él odiaba que mi trabajo fuese mejor que el suyo. Me decía que sólo lo tenía por ser hija de mi padre. Nada era suficiente para Tom. Tampoco lo fui yo.
Supe que me engañaba. Al principio hice como si nada pasara, pero con el tiempo el número de chicas aumentó. Finalmente lo eché del departamento a la fuerza. Tuvo que venir la policía a sacarlo. Dejó de trabajar conmigo. Lo último que supe es que se había mudado a la costa este.
Tuve mi primer éxito en una gran película dirigida por Wes Anderson. Comencé a colaborar con él frecuentemente. Pude mudarme a una casa diez veces más grande que aquel primer departamento.
En ese tiempo supe que estaba embarazada. Michael nació un 23 de abril. Era de Tom.
Aún recordaba a Asa. Eramos niños en ese momento, pero aún así lo recordaba. Lo nuestro no eran sólo cosas de niños. Ya no lo extrañaba como antes; con el tiempo se había vuelto un desconocido para mí. A pesar de eso, recordaba cada segundo que pasamos juntos tan vívidamente como si estuviera ocurriendo en ese mismo instante. Estaba segura de que él ya no lo hacía.
Mike tenía ahora cinco años. No podía entender cuándo había crecido tanto.
Un día, mientras preparaba a Mike para ir a la escuela, alguien tocó la puerta. Supuse que sería el vecino pidiéndome el diario como de costumbre.
Abrí la puerta. Una versión de Asa mucho más adulta me miró desde el umbral de mi puerta. Estaba incluso más alto que cuando lo conocí. Se había dejado crecer una barba incipiente, lo que lo hacía parecer mucho más grande. A pesar de todo, sus ojos seguían siendo de ese mismo azul que tantas veces había contemplado.
- Hola, Isa. - Me dijo, con timidez.
No contesté. Verlo así era como ver una visión. Como cuando ves a una estrella en la pantalla grande; sabes bien que no está ahí. Pero Asa sí lo estaba.
- Supe que vivías en Los Ángeles ahora. - Me contó. - Yo también estoy viviendo por aquí. Del otro lado de la ciudad, en realidad.
Me limité a mirarlo. Continuó:
- Ha pasado mucho tiempo.
- Sí. - Contesté luego de volver en mí. Le sonreí, y me devolvió la sonrisa. - Ha pasado bastante. - Dije, y luego de una pausa, le pregunté: - ¿Cómo me encontraste?
- Llamé a tus padres. Siguen viviendo en la misma casa.
- Ah, sí. - Otra pausa. - ¿Quieres pasar a tomar algo? Tengo café...
Mike correteó hasta donde yo estaba, y se sujetó fuertemente de mi pierna mientras espiaba a Asa.
Asa se puso en cuclillas.
- ¿Quién es este pequeño tan simpático?
- Mike. Michael. - Dije, riendo. - Vamos, Mike, ve a saludar a Asa. - Le di unas palmadas en la espalda.
Mike se acercó a él con cuidado.
- H... Hola. - Tartamudeó.
- ¿Cómo estás? Soy... amigo de tu mamá. - Dijo, señalándome a la vez que me miraba. Titubeó al decir la palabra "amigo".
Michael se volteó a mirarme, como si tuviera miedo.
- Ey, ¿quieres ver un truco de magia? - Le preguntó Asa.
Michael asintió, sonriéndole, esta vez más relajado.
Asa hizo aparecer un pequeño chocolate de detrás de la oreja de Mike.
- ¿Puede comérselo? - Asa me pidió autorización.
- Sí, puede.
Al verlo así, me di cuenta de que seguía siendo el mismo Asa de siempre. Ambos crecimos, ambos hicimos nuestras propias vidas, pero nada había cambiado.
Asa me miró. Me miró tan profundamente como cuando éramos jóvenes. Como si estuviéramos de vuelta en el parque detrás del gimnasio, o en la estación de trenes.
- Aún lo recuerdo todo, Isa.
Sentí un nudo en la garganta. Hacía tiempo que ya no lloraba, por Mike, pero no pude evitar hacerlo en ese momento.
Michael le hizo a Asa un gesto con las manos en señal de que lo alzara.
Asa tomó a Mike en sus brazos y los tres entramos, por fin, a casa.
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Cosas del destino (Asa Butterfield fan ficción)
FanfictionUna joven aburrida de su vida conoce un chico que podría darle un poco de emoción a sus días, el cual se muda a la casa de enfrente. Y este chico es nada más y nada menos que una estrella de cine. Para ser más precisos, Asa Butterfield. Tanto la his...