No caí en la cuenta de lo que pasó hasta después de que nos fuimos a dormir. Esa fue mi primera vez. Mi primera vez, algo con lo cuál había fantaseado tantas veces con miedo. Miedo de que cuando llegara el momento, las cosas no salieran como yo quería. Miedo de que ocurriera en alguna circunstancia inhóspita o con alguien con el que no quería realmente estar. O ambas. Había escuchado por lo que habían pasado mis amigas y creí que esa era la regla, pero con Asa no tuve dudas. Sentía que no sería así. No lo fue.
Eso pensaba mientras Asa dormía al lado mío, más apacible que nunca, recostados en el asiento trasero. Sentía su respirar en mi pelo mientras me abrazaba. Ese brote de emoción que sentí me duró toda la noche.
Alrededor de las seis de la mañana el sol comenzó a aparecer por detrás de los vagones en el campo abierto. Abrí la puerta y bajé, tratando de no despertar a Asa. Me volví a vestir, respiré el aire fresco y contemplé unos segundos la gradiente del cielo. Aún se veían las estrellas en lo más alto, y el tono anaranjado del amanecer surgía por debajo bañándolo todo.
Caminé por la calle de tierra frente a la estación abandonada. Nada parecía habitado. Era como si ese pueblo nunca hubiese existido. Sólo quedaban los restos de algunas pocas casas, hace mucho dejadas en el olvido. Llegué al límite de la carretera, donde ya no había nada más que césped sumamente crecido y un bosque, así que emprendí la vuelta.
Subí por la escalera al costado de uno de los viejos vagones. Chirriaba fuertemente con cada paso que daba. Finalmente, logré sentarme en el techo y desde allí contemplé la vista por lo que pareció una eternidad.
La voz de Asa me despertó de mi ensoñación.
- Ey, ¿no es peligroso estar ahí? - Gritó desde abajo.
- Probablemente, pero tienes que ver esto. - Le contesté.
Luego de una pausa, me sonrió y me dijo que lo esperara un segundo. Volvió corriendo al auto y trajo mi bolso.
- Guau, tenías razón, estar cinco metros más arriba sí hace la diferencia. - Dijo, bromeando, una vez sentado al lado mío. Le golpeé el brazo.
- ¿Y eso para qué? - Le cuestioné entre risas, señalando el bolso.
- ¿Recuerdas que te había pedido que trajeras tus cosas favoritas?
Asentí.
- Bueno, quiero que me cuentes qué significan estas cosas para ti.
No supe que responder, a lo que continuó:
- Quiero saber de ti lo más que pueda antes de que me vaya. Quiero recordarte hasta en el más mínimo detalle.
Le sonreí. Su expresión cambió rápidamente, como si lo hubiera pensado mejor:
- Si es que quieres, claro.
Tomé el bolso y comencé a hurgar dentro de él. Frené mi búsqueda para contestarle.
- Ajá, espera, ¿y tú no me vas a contar nada de ti? No me parece justo.
- Qué te parece si por cada cosa que tu saques, ¿yo te cuento algo de mí?
Dudé. Cada cosa que me hiciera unirme más a Asa sería una cosa más por la cuál se me haría imposible decirle adiós.
- Está bien. - Concluí, y lo primero que saqué fueron los álbumes de música que había guardado. - Estos dos son mis álbumes favoritos, y el que quedó en el auto.
- Sí, el de The Black Keys. Me gustó. - Dijo, tomando los otros dos de mis manos - Conozco Abbey Road, obvio. Beatles. - Miró el otro con curiosidad. - ¿Pet Sounds?
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Cosas del destino (Asa Butterfield fan ficción)
Fiksi PenggemarUna joven aburrida de su vida conoce un chico que podría darle un poco de emoción a sus días, el cual se muda a la casa de enfrente. Y este chico es nada más y nada menos que una estrella de cine. Para ser más precisos, Asa Butterfield. Tanto la his...