CAPÍTULO 6

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En unos escasos minutos todo quedará a oscuras y en silencio, ya es la hora de dormir. O al menos para el centenar de alumnas y para las profesoras. Nosotras, por el contrario, estamos esperando a que la Fragua cierre los ojos para escabullirnos al cobertizo. Quién nos diría que aquel lugar que elegimos por casualidad una noche para pasarlo bien, acabaría siendo nuestro lugar de reunión permanente. Y no porque simplemente sea un cobertizo fuera del edificio, que también, sino porque es el lugar que nos vio cometer el mayor error de nuestras vidas. Siempre que entramos, y seguro que no me equivoco si generalizo, todas recordamos lo que pasó hace unos meses, y quizás sea este mismo motivo el que nos hace reunirnos allí, para olvidarlo, o al menos intentarlo. Olvidar que somos unas asesinas.

—Oye.

La voz de Valeria me despierta. No sé en qué momento me he quedado con la mirada perdida en el suelo, pero cuando la levanto me encuentro a la nueva poniéndose la parte de arriba de su pijama, aunque me está dando la espalda.

—Gracias por defenderme de Verónica —me dice sin volverse y desabrochando su sujetador por debajo de la camiseta.

Me comí otro día en la cueva por pegarle un guantazo a Vero después de que ella le reventara la nariz de un balonazo. Lo hizo a propósito, todo el mundo lo sabe, por suerte este mediodía me sacaron y Eva me ha ayudado a sentirme como en casa rápidamente. Ese lugar no es nada agradable para estar, y mucho menos llegas a acostumbrarte aunque lo visites asiduamente, como suele ser mi caso. Siempre salgo un poco desubicada, perdida, distante. Entonces llega Eva y me ayuda a encontrarme, a que todo vuelva a la normalidad.

Valeria se saca el sujetador y lo guarda en la cómoda que compartimos: los tres cajones de arriba son míos y los tres de abajo son suyos. A continuación, se quita la falda del uniforme y mis ojos van directamente a su culo. No es algo que me interese mucho mirar, te acabas acostumbrando a ver cuerpos desnudos todos los días en las duchas, pero inesperadamente se me seca la garganta y tengo que tragar a la vez que desvío la vista hacia otro lado, encontrándome con Eva. Me observa con el ceño levemente fruncido, pero al conectar miradas ambas nos sonreímos.

—Pensé que no necesitabas mi ayuda —le digo volviendo la vista a Valeria, que ya tiene el pantalón del pijama puesto—, que podías defenderte tú sola.

—Y puedo —responde en seguida y volviéndose para mirarme—, pero en ese momento me sentía muy mareada por el golpe.

Su nariz se ha hincado levemente y se vislumbra un poco de morado alrededor, aunque la crema que Bea le ha dado para evitarlo es bastante efectiva, dudo que vaya a ponerse peor. Es orgullosa como ella sola, no acepta la ayuda de nadie y me sorprende que me haya agradecido la mía en esta ocasión.

—Tú y Verónica fuisteis amigas, ¿no? —inquiere entonces, apoyándose en la escalerilla y mirándome con curiosidad.

Sí, lo fuimos hace tiempo, pero no es algo que le incumba. Conocí a Vero en mi primer año en la Fragua. Ella también llegó nueva y ambas nos sentíamos bastante solas y extrañas en este lugar tan frío y hostil. Éramos las únicas nuevas de nuestra clase, así que las veteranas no nos echaban ninguna cuenta, lo que contribuyó a que nos uniéramos. Al principio fue extraño, nos parecíamos mucho en cuanto a lo de ser distantes y desconfiadas la una con la otra, pero al descubrir la razón por la que ambas habíamos llegado hasta aquí, nos hicimos inseparables. No solo estábamos solas en la Fragua, sino también en la vida: ambas huérfanas y sin nadie que quisiera hacerse cargo de nosotras.

Sin embargo, con el paso de los meses las cosas fueron cambiando. Supongo que ella, con el tiempo que pasábamos juntas, fue cogiendo cada vez más confianza conmigo. Demasiada. Tanto que comenzó a confesarme sus secretos más oscuros, como la de un extraño monstruo que, según ella, la acompaña siempre y le susurra las peores cosas que una persona pueda imaginar. No me llevó mucho tiempo darme cuenta de que no estaba bien, y no quiero decir con esto que esté loca, odio esa palabra, pero sí necesita ayuda.

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