CAPÍTULO 21

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Sabía que la tranquilidad no iba a durar mucho tiempo. Sabía que Verónica se acabaría enterando de mis breves y ocultos encuentros con Carla. Y sabía que cuando eso ocurriera tomaría cartas en el asunto. Ella no va a permitir que pueda tener ni un mínimo acercamiento al grupo de Sofía, a pesar de que para nada es mi intención.

He sido una idiota confiada, no tendría que haber sucumbido tan fácilmente a la palabrería de Carla por mucho que me guste. Porque sí, Carla me gusta. Al principio me parecía una pesada e incluso desconfiaba de sus intenciones, pero luego solo me ha demostrado tener verdadero interés en mí y sobre todo aceptarme tal como soy, así que no ha sido difícil para mí empezar a tener sentimientos por ella, aunque me cueste exteriorizarlos.

Sin embargo, todo se ha ido a la mierda con la advertencia de Verónica. Sabía que cuando ella se enterara de nuestro repentino acercamiento se metería de por medio. Aun sabiéndolo preferí confiar en que no ocurriría eso, que simplemente me ignoraría como hace la mayor parte del tiempo. Ni siquiera sé por qué me tiene en su grupo si no tiene ningún interés en mí más allá de fastidiarme de vez en cuando con pesadas bromas, como viéndome mientras me ducho y tratando de ridiculizarme y hacerme sentir mal por mi condición. Hasta eso parecía ya que le aburría, pues hace tiempo que no lo hace, pero en cuanto me ha visto con Carla, a saber cuándo y dónde, ha vuelto a apuntar la flecha hacia mí como diana de diversión.

La odio tanto. Y me odio tanto por no tener el valor suficiente para hacerle frente y no dejar que me aparte de la única persona que me ha tratado bien sabiendo cómo soy en toda mi jodida vida. Pero el miedo a que todo el centro descubra mi condición y hagan de mi estancia aquí un infierno, más de lo que ya es, me aterra, me hace temblar de pies a cabeza. Por eso ignoro el llamado de Carla cuando voy hacia el comedor para desayunar y ella se detiene en mitad de las escaleras mientras las subía. Hago como que no la he visto ni escuchado por todo el jaleo mañanero de alumnas yendo y viniendo por todo el centro.

El corazón me duele cuando la escucho llamarme una segunda vez y acelero mis pasos para perderme entre la marea de chicas que llenan el comedor. Me siento fatal haciéndole esto, pero no puedo permitir que Verónica cuente mi secreto. El miedo a las consecuencias me paraliza, y lo que es peor, me hace sentirme una traidora a mí misma. Todo lo que le dije a Carla sobre que me aceptaba lo veo como una mentira ante mi actitud ahora. ¿Me acepto realmente evitando a toda costa, así sea haciéndole daño a alguien que me importa, que se enteren de mi condición? Creo que no. Todo lo que he hecho este tiempo ha sido engañarme a mí misma y a Carla dándole una imagen valiente y determinada de mí que en nada se parece a la realidad.





La primera clase está a punto de empezar y a mí me cuesta un mundo salir del cubículo donde me he encerrado a llorar desde que vine a ducharme y vestirme para empezar el día. Si antes las cosas estaban mal, ahora están peor desde la pelea en el dormitorio con Lucía y Dani. Desde entonces cada una va por su lado, el grupo se ha fragmentado y siento que toda la culpa es enteramente mía. El grave error que cometí aceptando la ayuda envenenada de Verónica ha traído toda una serie de terribles acontecimientos entre nosotras.

Las palabras de Lucía me dolieron en el alma. Yo sí las he considerado mis amigas y lo sigo haciendo, así que que ella diga que todo era mentira y que simplemente fingíamos me hace sentirme fatal. Por mi parte no he fingido en ningún momento y creo que ninguna lo ha hecho. Todo lo que dijo fue a causa del enfado, pero no porque lo piense de verdad, o al menos eso quiero creer.

Unos toques en la puerta me sobresaltan, pero la voz grave de Zoe me hace respirar aliviada. Temía que pudiera ser Verónica. A pesar de que la odio con todo el alma y deseo vengarme por lo que me hizo, sigue dándome miedo y evito cruzarme con ella todo lo posible y esquivar incluso su mirada.

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