CAPÍTULO 14

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Como cada día, la claridad del amanecer colándose por las ventanas del dormitorio me despiertan, pero continúo remoloneando unos minutos más en la comodidad de la cama, y más estos días que no tenemos clase y no hay que levantarse tan temprano, aunque tampoco muy tarde porque hay que cumplir con los horarios de trabajo y comida.

Estiro mis piernas un poco y bostezo y entonces siento a alguien detrás mía removerse en la cama. Abro los ojos y me encuentro con la barandilla de la litera. Claro, anoche Sofía me invitó a dormir a su cama, no lo recordaba. Cierro los ojos otra vez y respiro hondo, siendo consciente de que el olor que las sábanas y la almohada desprenden es el de ella.

—¿Estás despierta? —pregunta en voz muy baja.

Pero yo prefiero hacerme la dormida, no quiero levantarme todavía.

—¿Valeria?

De pronto siento la mano de Sofía posarse suavemente sobre mi costado y zarandearme para despertarme. Aquel simple contacto me ha hecho estremecerme un poco y me reprocho no haber sabido disimularlo mejor.

—Despierta, hay que desayunar —me dice con la voz somnolienta y bostezando a continuación.

Instintivamente pongo mi mano sobre la suya y la invito a rodear mi cintura. Sofía ni siquiera se lo piensa y pega su cuerpo al mío aceptando la invitación para abrazarme. Ahora puedo sentir la pausada respiración de Sofía contra mi espalda y me parece que es la mejor sensación del mundo, ojalá pudiera detener el tiempo en este preciso instante, que el mundo se detenga y que nos quedemos así por toda la eternidad. Suena tan bien.

—¿No quieres levantarte aún? —vuelve a preguntar rozando ahora su nariz en mi cuello.

No quiero hablar y enturbiar este momento de tranquilidad, así que solo niego con la cabeza mientras me distraigo haciendo círculos con un dedo en el dorso de su mano.

—¿Ya no estás enfadada conmigo por lo de ayer?

Detengo en seco las caricias y abro los ojos. Ayer discutí con mis padres, pero no es algo nuevo en mi vida. Me duele, pero cada vez menos. ¿Estaba enfadada con Sofía? Realmente no. Ahora que lo pienso, el hecho de que pudiera escucharme discutir con ellos no me enfada en absoluto, seguramente les hubiera contado a las chicas lo que había pasado, pero estaba tan ofuscada que lo pagué con quien menos lo merecía. Así que a su pregunta dibujo con el dedo un NO que Sofía entiende a la primera y reacciona estrechándome un poco más fuerte contra ella.

—Acuérdate de respirar —me dice de broma tras haber cogido el aire por tenerla tan cerca de mí y olvidándome de soltarlo después.

Dejo escapar el aire con una silenciosa risa para no despertar a las demás. Ella también se ríe y me deja un beso en el hombro. Me doy la vuelta entonces y la encuentro con los ojos cerrados, pero con una sonrisa dibujada en su pálido rostro. La contemplo en silencio y no puedo evitar volver a fijarme por enésima vez en esa cicatriz que corta su ceja por la mitad, tuvo que ser un golpe lo bastante fuerte como para dejarle esa marca de por vida.

Actuando otra vez por un impulso acaricio sus mejillas con la yema de mis dedos, perfilo su redondeada mandíbula y me atrevo a rozar sus labios deseando hacerlo realmente con los míos. Sofía abre los ojos despacio y nos miramos con la misma intensidad que lo hicimos en la cocina y en la nieve. Ambas sabemos lo que queremos hacer cuando estamos así de cerca, pero en esas dos ocasiones ninguna se atrevió a dar el paso. Ahora con menos compañeras a nuestro alrededor y que estarán durmiendo sería el momento perfecto, así que rompo la poca distancia que quedaba entre nosotras y le doy un beso lento y cálido. Sofía me responde dándole un punto de intensidad que me corta la respiración y me hace separarme para coger aire. Incapaz de mirarla, me oculto en su pecho y me dejo abrazar por ella.

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