CAPÍTULO 15

232 37 26
                                        

Es el momento perfecto para ir a por el móvil. Son las cuatro de la madrugada, Lucía no ha venido esta noche porque bastante hemos tenido con el encuentro en la biblioteca y que prolongamos después en mi cuarto, y si ha salido después con sus amigas ya deben de haber vuelto al dormitorio por las horas que son. Las profesoras también han terminado su charla nocturna en la sala de profesoras que en estos días se prolonga hasta las dos o tres, así que es ahora el momento perfecto para entrar en el cobertizo.

Me adentro en el lugar alumbrándolo con la linterna de mi móvil y me dirijo directa a la estantería donde recuerdo perfectamente que estaba la caja de herramientas que ocultaba el móvil. Alcanzo la caja y comienzo a sacar las herramientas haciendo el mínimo ruido posible y alumbrando para encontrarlo, pero la desesperación se apodera de mí cuando vacío la caja y el móvil no está. Bueno, quizás me he confundido y está en otra caja.

Vuelvo a guardar las herramientas y busco en seguida en la caja de al lado creyendo firmemente que ha sido solo una equivocación, pero conforme voy sacando herramientas mi nerviosismo aumenta y comienzo a rebuscar olvidándome por completo de tener cuidado. En esa caja tampoco está.

Giro a mi alrededor alumbrando el resto de cajas que me queda por buscar, son solo cuatro más, así que me pongo manos a la obra, ese dichoso móvil tiene que estar en alguna de ellas, no ha podido desaparecer así porque sí. A menos que quien lo escondiera lo haya vuelto a coger, pero ¿para qué?

Tras varios minutos buscando y maldiciendo mi puñetera mala suerte, salgo del cobertizo rendida y torturándome por no haberme llevado el móvil el mismo día que lo encontré. Me pasé de precavida y he perdido la única oportunidad que se me ha presentado en estos meses de encontrar algo referido a la profesora desaparecida. Ha sido un grave error por mi parte, pero lo que sí me ha dejado claro es que hay alguien a quien no le interesa nada que ese móvil caiga en manos ajenas, pero ¿quién puede ser esa persona? Apunté al grupo de amigas de Lucía demasiado rápido, pero quizás ellas no tengan ni idea de que aquí había escondido un móvil. ¿Quién es la persona a cargo del cobertizo? La única que está a cargo de todo lo que se refiera al mantenimiento del centro: Beatriz, la bedela.





—Quítate la camisa, vamos. Así, botón a botón. Y deja de llorar, no es para tanto. Si fuera un tío ya te estaría violando, yo solo quiero verte, niñata. Además si estás aquí es porque te lo mereces, así que no eres peor que yo. Venga, ahora la falda. Así me gusta, que me hagas caso. Para ser tan calladita tienes muy buen cuerpo, solo te falta un poco más de carne por aquí.

—¡No! No me toque, por favor.

—¡Cállate! ¿Es que quieres que nos oigan? ¿Eso quieres? ¿Sabes lo que pasará si te atreves a decirle esto a alguien? Que nadie te va a creer, ni tampoco tienes unos familiares que den la cara por ti. Todas aquí sois una panda de niñatas que os merecéis esto y más, ¿me oyes? ¡¿Me oyes?!

Me despierto de golpe, con la respiración agitada y la espalda empapada en sudor. Abajo escucho a mi familia reír y charlar a pesar de que ya es bastante tarde. Es mi primera navidad en familia después de lo que pasó con mis padres, y es que unos tíos míos por parte de madre están tratando de hacerse con mi custodia para que vuelva a estar con la familia y han conseguido que pueda pasar la navidad en su casa. Pero ni en unas fiestas así puedo olvidarme de lo que ocurrió este verano.

No puedo dejar de recordar todo lo que tuve que soportar por culpa de esa profesora, y menos si mis tíos me preguntan por ella como han hecho durante la cena de nochebuena. Todo iba bien hasta que sacaron el tema de la desaparición de mi antigua profesora de matemáticas, ya que la noticia ha salido en todos lados a pesar de las trabas que ha puesto la Fragua para impedir que manche su reputación.

La FraguaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora