CAPÍTULO 8

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Hoy ha sido otra de esas noches en las que me ha costado dormir. Otra vez esa pesadilla. Peor. No es una pesadilla, es una realidad. Tengo asumido que, aunque pasen los años, jamás olvidaré que he matado a una persona. Fue un acto de defensa, como bien dijo Sofía, pero no deja de ser un asesinato. Con toda la frialdad y la rabia que sentí en ese momento, cogí una pala y le abrí la cabeza con todas mis fuerzas. Le estaba haciendo daño a Marina. Se estaba aprovechando de ella, acosándola, y yo no pensaba permitir eso, ya que por desgracia sé bien lo que se siente.

Me echo un poco de agua en la cara para despejarme un poco y que no se me note mucho lo mal que he dormido, y luego hago varias respiraciones profundas y me repito como un mantra que hice lo correcto, pues no permití que esa señora, si se le puede llamar así, siguiera abusando de una compañera que estaba sola e indefensa. Hice lo que tenía que hacer.

Estoy a punto de salir hacia clase para dar la primera asignatura del día cuando escucho a alguien vomitar en uno de los cubículos. Varias alumnas han estado entrando y saliendo el tiempo que he estado aquí, pero hace unos minutos que me he quedado sola y no sabía que había alguien más. A continuación, suena la cisterna y del último cubículo del baño sale Nuria con la cara pálida y directa al lavabo para limpiarse la boca.

—Nuria, ¿estás bien? —pregunto yendo a su lado preocupada.

Ella ni siquiera se había dado cuenta de mi presencia, así que se sobresalta al escucharme y me mira con expresión de pánico. Al igual que yo, ella también pensaba que estaba sola en el baño y no se esperaba verme aquí.

—Vale que soy fea, pero tampoco para que te asustes así —comento en tono de broma para relajarla.

Funciona. Nuria destensa los hombros y me ofrece una leve y seca risa que más parece que lo ha hecho por complacerme que por gusto. Termina de lavarse la boca y se seca con la toalla.

—¿Estás bien? Me ha parecido oírte vomitar.

—Sí, sí, tranquila. Será algo que me ha debido sentar mal ayer en la cena, me he levantado con el estómago revuelto.

—¿Quieres que le pida algo a Bea para...?

—No, ya se me pasará —me interrumpe en seguida—. Gracias por preocuparte —me agradece forzando una sonrisa y saliendo con prisas del baño.

Qué raro. Pensé que se había asustado porque creía que ya no quedaba nadie dentro, pero con su actitud me da la sensación de que lo que quería era precisamente estar sola y le ha molestado encontrarme aquí. Por otro lado, me parece extraño que la cena de ayer le haya podido sentar mal porque apenas comió una manzana y un yogur.

La verdad es que últimamente la veo un poco decaída, aunque pensaba que era normal, todas estamos un poco raras después de lo que ocurrió este verano, pero es cierto que Nuria ha cambiado mucho. Físicamente. Ha adelgazado bastante y muy rápido, pero lejos de mostrarse feliz por ello, pues más de una vez dijo que quería perder unos kilitos que según ella le sobraban, lo que aparenta es estar desanimada. Pero tampoco quiero preguntarle directamente, aunque nos llevamos bien sé que es tremendamente cerrada cuando quiere ocultar lo que piensa o cómo se siente, por lo que presionarla sería contraproducente.





Abro la puerta sin llamar y entro con intención de sorprenderlas a todas, pero la sorpresa me la llevo yo al descubrir el dormitorio vacío. O casi.

—¡Joder, llama antes de entrar!

El grito de la compañera de dormitorio de mis amigas me sobresalta y me hace darme la vuelta apresurada al verla en sujetador. Noto mi cara arder de pura vergüenza y ni siquiera sé por qué, ya que las duchas son compartidas y estamos acostumbradas a vernos cada día sin ropa.

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