Elena trae consigo un cubo de rubik que cogió hace unos días de la biblioteca. Lleva desde entonces haciéndolo y deshaciéndolo con bastante agilidad, ya que lo aprendió a hacer de pequeña, pero no por eso deja de ser sorprendente de ver, yo nunca fui capaz de hacerlo.
—¿Mueves los dedos así de rápido para todo? —pregunta de pronto Lucía.
—No puede ser —exclama Dani empezando a reírse a carcajadas, y las demás no tardamos en acompañarla.
No ha sido difícil entender el doble sentido que llevaba la pregunta de Lucía, aunque ella nos mira seria, como si no entendiera el motivo de nuestra risa.
—No, joder, lo estoy preguntando en serio —dice para justificarse—, me parece alucinante la rapidez con que los mueve.
Una nueva carcajada de Dani asusta a algunos pájaros que salen volando de las copas de los árboles, son tal para cual estas dos. Se nos ha ocurrido salir a pasear un rato por el bosque y desconectar un poco de los estudios, ya que hoy por fin hemos tenido el dichoso examen de biología que nos ha tenido toda la semana ocupadas estudiándolo. Es extraño, pero muchas de nosotras no estudiábamos en nuestros antiguos institutos, pero aquí sí. Supongo que porque no tenemos nada mejor que hacer y, al fin y al cabo, nuestros problemas personales están fuera del centro, así que todo se une para que nos entretengamos estudiando.
Elena nos mira a todas con el ceño fruncido y luego al cubo de rubik. Ella no suele pillar tan fácilmente los dobles sentidos con los que suelen bromear Lucía y Dani todo el tiempo, son unas pervertidas mentales contra una mojigata. Cuando por fin se da cuenta de a lo que Lucía se refería, abre la boca indignada y luego hace un gesto de desagrado.
—Qué asco, Lucía, siempre pensando en lo mismo.
Elena guarda el cubo en el bolsillo de su chaqueta y se cruza de brazos enojada, aunque hacerla enfadar tampoco es que sea una tarea muy complicada. Caminamos por los límites del bosque, sin perder nunca de vista el edificio, pero nos detenemos en seco al escuchar un ruido venir de entre los arbustos. Segundos después sale corriendo un conejo haciendo gritar a varias de las chicas y a mí dar un brinco y llevarme la mano al pecho. Más de una vez hemos bromeado con las más jóvenes que llegaban nuevas al centro con que hay lobos en el bosque, y por un momento he llegado a creer que nos habíamos topado con uno, aunque en los tres años que llevo aquí jamás he visto ninguno.
—Mi conejo tiene hambre, necesita una zanahoria —suelta Nuria de pronto lanzándonos una mirada a cada una.
No necesitamos mucho para volver a pillar la broma y nuevamente Elena no entiende porqué nos estamos riendo tanto, a veces admiro su inocencia.
—¿Desde cuándo tienes tú un conejo? —cuestiona la vieja sin comprender nada.
—Pues desde que nací.
—Aquí tengo una zanahoria—exclama Lucía enseñándole el dedo corazón.
—Agh, de verdad, sois todas iguales —replica Elena golpeándose la frente, ya ha pillado la broma, cada vez tarda menos, la estamos mal influenciando.
—Nah, demasiado pequeño para mi gusto —le responde Nuria a Lucía con toda la intención de humillarla a modo de broma.
—Uuuh, eso ha dolido, hermana —la anima Zoe dándole unos golpecitos en la espalda.
—Pues sé de alguien a quien le llena lo suficiente —repone ella haciéndose la misteriosa.
Todas la miramos intrigadas y en seguida la rodean las demás, incluso Elena se acerca disimuladamente queriendo enterarse del chisme. La única que no lo hago soy yo, por alguna razón me da que sé a quién se refiere y eso no me gusta nada.

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La Fragua
Teen FictionUn reformatorio femenino es el infierno donde vive un grupo de chicas que acabaron allí por diferentes motivos, algunas llevadas por la justicia y otras por sus propios padres. Un grave accidente que jamás debió ocurrir propiciará la unión de estas...