Capítulo 25.

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–¿Tú ya lo has visto?

Esa pregunta heló mí sangre. Me quedé mirándolo sin saber que decir. Mil preguntas cruzaban mí cabeza, pero ninguna salía de mí boca.

–¿Qué sabes tú? – fue lo único que pude decir.

Daniel me miró con una expresión aún seria, su mirada viajaba por mí rostro, como si estuviera intentando leer mí mente.

Daniel abrió la boca para responder, pero fue interrumpido al oír como la campana que indicaba el fin de turno sonaba por toda la escuela, y comenzaban a oírse murmullos de personas a lo lejos. La reunión había terminado.

–Vete antes de que algún maestro te encuentre sospechosa.

–Espera... – me quedé con la palabra en la boca.

Daniel se dio la vuelta y desapareció entre las personas que comenzaban a aparecer de a poco.

Me quedé viendo el silencio, pero rápidame noté como una profesora se acercaba a mí con una cara no muy amable.

Empieza a huir.

*

Mis pasos serán lentos, el día realmente estaba hermoso, lo cual es una desgracia, ¿por qué siempre que estoy triste está el día tan soleado?, maldigo los días lluviosos y sus pocas ganas de aparecer cuando estoy triste.

Iba caminando por la vereda solitaria del vecindario, el sol se estaba por ocultar.

Llgué a mi casa un poco más tarde de lo habitual, estuve caminando por bastante tiempo en la calle buscando alguna solución a mis problemas que no sea tirarme de un puente nuevamente, lo que me faltaría sería que otro Daniel me salvará, y tuviera que pasar por esto otra vez.

Daniel...

Maldito Daniel.

Al llegar a casa aún con la mirada aún en el suelo, me acerqué la puerta y la abrí.

Mi tristeza fue borrada el segundo en el que vi a mi madre parada en la puerta del lugar, mirándome con una cara que se podía leer como "estás a punto de morir". Entré la casa, cerrardo la puerta detrás de mí, y recién ahí pude notar a mi padre mirándome sentados del sofá, tampoco muy feliz que digamos.

– Yo...

– Cállate– dijo mi madre rápidamente callandome. Se acercó a mí y sin dudarlo me dio cachetada.

Me quedé en silencio. Mi mente quedó en blanco, no podía creer lo que estaba pasando o decir verdad sí, no era la primera vez que recibía una cachetada, pero está vez me tomo por sorpresa.

¿Qué había hecho ahora?

Casi por arte de magia mi madre contestó mi pregunta.

–¿Dónde diablos estabas? ¿dónde carajos estabas? ¿quién te crees que eres para irte y no decir dónde vas? el director informó que no fuiste a clases, ¿esto es por tus nuevos amigos? ¿te damos la libertad y así nos pagas? – su voz era casi un grito, su mirada era fulminantes, su mandíbula tensada, sus manos estaban a sus lados, como si quisiera estar a punto de estrangularme o darme otra cachetada.

Me quedé en silencio mirando el suelo, shockeada, y luego la miré a ella con los ojos bien abiertos.

–¿De qué estás...

–Dime la verdad, ¿dónde diablos estabas?¿estás saliendo con chicos? ¿o con quién? Melissa estuvimos contigo durante todo este tiempo, durante la depresión, durante los malos momentos, ¿y así nos pagas? ¿haciendo que debamos salir corriendo del trabajo por qué se te ocurrió escaparte?

Huyendo De Las Sombras. © ✓ [Sin corregir]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora