Capítulo 26.

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–¿Iremos? – fue lo único que puede preguntar.

–¿Tienes otra idea?

–Para empezar, ¿quién te dio está información y cómo sabes qué es confiable?

Helena me miró con una expresión de fastidio.

–Una amiga de mí hermano que también estuvo en la fiesta.

–¿Y cómo sabes que es confiable?

–¿Cómo tu sabes que no lo es?

Me quedé meditandolo.

Ella tenía razón, Daniel era la persona más sospechosa de todo esto.

–Bien, vayamos.

Maldigo mi forma de tomar desiciones apresuradas sin siquiera pensarlo bien.

¿Quién te manda a ser tan estúpida?

Cállate y déjame.

No puedo, sino ya lo habría hecho.

Todo el viaje fue silencioso, Helena no habló, y yo solo estaba concentrada en buscar un tutorial de "como desaparecer de la faz de la tierra sin dejar rastros."

Al llegar al lugar, ambas bajamos del auto caminando en silencio hasta la puerta.

–¿Y bien?– preguntó impaciente.

–No me apures, necesito mentalizarme antes de acusar a alguien de acoso.

Helena rodó los ojos suspirando, para luego acercarse y tocar el timbre de la puerta.

–¡¿Qué estás haciendo?!

–Apurando tu mentalización.

–¿Estás loca?, no sabemos nisiquiera que vamos a decir.

La puerta se abrió antes de que pudiera esconderme en algún lugar.

–¿Si?– preguntó una señora, asomándose por la puerta.

Su rostro era tan blanco como la nieve, su cabello rubio se veía radiante, su voz imponía su presencia, y sus ojos reflejaban tranquilidad absoluta.

¿Aquí solo entra gente guapa o qué?

–Ammmm... somos – intenté buscar una excusa.

–¿Está Daniel? – preguntó Helena sin rodeos.

La señora nos miró por unos segundos analizando la situación, y luego sonrió.

–Pasen – abrió la puerta por completo, dejandonos pasar.

–Permiso – dijo Helena entrando a la casa.

–Permiso – dije con torpeza, caminando detrás de ella.

–Daniel está en su habitación, es por allá – indicó aquella mujer, señalando un pasillo largo.

Helena asintió con la cabeza y comenzó a caminar por dónde indicaba.

–¡Oye!, no me dejes atrás – me quejé caminando a su lado.

–Camina rápido entonces– dijo con simplicidad.

Realmente ella se parece al otro imbecil.

Me persigue la desgracia.

Al llegar a la habitación que nos había señalado aquella mujer, Helena se detuvo y golpeó ésta.

No hubo respuesta.

–¿Entramos? – preguntó mirándome.

–¿Ahora sí me preguntas? – recrimine.

Huyendo De Las Sombras. © ✓ [Sin corregir]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora