Capítulo 35.

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« Melissa »

Mi cuerpo comenzaba a perder fuerzas. Mis ojos se nublaban cada vez más, mi cuerpo ya no respondía, y finalmente mis ojos comenzaron a cerrarse. 

–Ahora mueret- –él no terminó de cumplir su amenaza y cayó al suelo, quedando a un lado de mí. Su herida seguía sangrando, pero su ojo bueno estaba completamente abierto. No emitía sonido. Efectivamente, estaba muerto.

–Melissa –su voz me hizo volver a la realidad. Pude ver como un Daniel todo ensangrentado se arrastraba hacia mi, y en su mano, una rama con un pico, el cual parecía su arma de defensa. Lo lanzó lejos rápidamente y tomó mi rostro entre sus manos, analizandolo con preocupación, miedo, furia, tristeza, desesperación, era una mezcla de emociones las que se podían ver a través de sus ojos.

Acaricio mis mejillas con suavidad, y mis ojos comenzaron a cerrarse una vez más, de manera lenta, hasta que finalmente caí inconciente.

« Daniel »

Mi cabeza no para de dar vueltas, el dolor en mi nuca va creciendo y la sangre recorre mi espalda. Mis ojos comenzaban a cerrarse por cansancio, pero fui cegado con las luces de los autos que se acercaron hasta donde estábamos.

–¡Daniel! –mi madre corrió hasta mí, dejándose caer de rodillas mientras me abrazaba.

–Mamá, Melissa... –fue lo único que pude decir.

Melissa.

Ella estaba inconciente en mis brazos. Su rostro estaba lleno de sangre, su cabello desordenado, su ropa arrugada y con manchas de tierra por todos lados. Aquella niña que parecía ser una tormenta de emociones, estaba tendida en mis brazos, herida, su piel fría, pero aún así su semblante me daba tanta paz.

¿Cómo fui tan idiota para que esto pasara?

Mi madre tomó a Melissa en sus brazos y comenzó a llamar a mi tía Becca, quien no tardó en llamar a una ambulancia y verificar el estado en el que se encontraba.

Mi padre, por otro lado, estaba junto a mi tío Dante. Quizá estaba desorientado por el golpe, o quizá me distraje con Melissa, pero no noté cuando mi padre se posiciono detrás de mí, hasta que tocó mi cabeza, causando que el dolor se extienda aún más, dejando salir un quejido de mi boca.

–¿Tú lo hiciste? –finalmente preguntó, aún de espaldas a mí.

Solo asentí con la cabeza. Mi cuerpo se sentía pesado y no podía moverme, pero igual giré mi cabeza con algo de esfuerzo, logrando ver a aquel hombre en el suelo, el cual estaba siendo revisado por mi tío. Dante levantó su mirada hacia mí, y con su expresión seria de siempre, solo hizo un pequeño gesto con la cabeza, dándome a entender lo que suponía. Él estaba muerto. Apreté mis puños a mis lados, y con mi última fuerza volví a girarme, mirando a Melissa, quizá en busca de algo de calma.

–Ahora soy un asesino.

–No –negó mi padre, dándome una palmada en la espalda–, ahora eres un sobreviviente más.

Con estas últimas palabras, se dirigió hacía mi tío nuevamente, mientras hablaban con su radio, dando algunas órdenes a otras patrullas cerca de la zona.

¿Un sobreviviente? No, no lo soy. Mis padres lo son, Melissa lo es, pero, ¿yo? Ahora mismo solo me siento como un asesino.

« Melissa »

Suena irónico pensar en como la persona a la que llegué a detestar por su mal carácter, terminó salvando mi vida en más de una ocasión, y en más de una forma.

Daniel Edevane, ¿cómo podría deberle tanto a un idiota con complejo de Dios? Haces que odie esto, aunque, ¿realmente soy capaz de odiarte?

Abrí mis ojos de manera lenta, mis párpados pesaban, mi cabeza dolía, y la luz de la sala me cegaba.

Huyendo De Las Sombras. © ✓ [Sin corregir]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora