–Les traeré la cena cuando esté lista –anunció Idara con una sonrisa amable mientras abandonaba la habitación.
–Gracias –dije en voz baja, mientras movía mis ojos con inquietud por la habitación.
–¿Nerviosa? –sonrió Daniel con diversión, cerrando la puerta.
–Claro que no –mentí.
Remoje mis labios con nervios, y Daniel no dijo más nada, caminando hasta la cama para sentarse ahí, dándole unas palmadas a su lado para que me sentara a su lado. Me quedé mirándolo algo nerviosa, y finalmente me senté a su lado, dejando mis manos sobre mi regazo, entrelazando mis dedos.
–¿Por qué estás tan nerviosa? No es la primera vez que estás aquí.
–No estoy nerviosa.
–Tampoco es la primera vez que estamos solos.
Me sonroje ante su comentario, mientras que Daniel solo suspiró con cansancio, dejándose caer hacia atrás, quedándose acostado en la cama, cerrando sus ojos con lentitud.
No pude evitar mirarlo. Su rostro reflejaba tranquilidad, sus ojos descansando plácidamente, sus labios cerrados, su cabello desacomodado, dejando varios mechones desparramados por todos lados en su cabeza, su piel aún manchada en su mejilla y frente por el hollín del incendio. Bajé mi mirada con lentitud, pasando por su pecho, el cual subía y bajaba lentamente con calma, su camiseta negra disimulaba la suciedad que había adquirido del incendio, pero en cambio, su pantalón, el cual era de un color azul oscuro, mostraba varias manchas al igual que más de su rostro. En sus brazos había algunas manchas, su piel era lo suficientemente blanca como para hacer notar esas cosas con facilidad.
Mi rostro debía estar completamente rojo, pero no tanto como cuando volví a subir la mirada y noté como Daniel me miraba con una sonrisa divertida.
–¿Te gusta lo que ves?
Me sonroje aún más, apartando la mirada con vergüenza.
–¡Claro que no! Solo estaba viendo si estás herido –me excusé dándole la espalda.
–Ademas de cobarde, mentirosa, ¿qué más debo agregar a la lista? –preguntó volviendo a sentarse.
–¿No te cansas de llamarme así? –pregunté de mala gana.
–¿Cobarde? No, encaja perfecto contigo –dijo con simpleza.
Fruncí el ceño con molestía.
–¿Eres idiota? –crucé mis brazos y piernas, girandome sutilmente hacía el lado contrario a Daniel.
–¿Lo ves? Te enojas por todo.
–¿Cómo no enojarme? Acabas de llamarme cobarde.
–Siempre lo hago.
–Siempre me molesta.
Daniel suspiró mirando hacía el techo con fastidió.
–Eres una cobarde –abrí la boca para responderle, pero él siguió antes de que pudiera seguir–. Siempre que estás a punto de hacer algo que te gusta, te arrepientes y no lo haces, no porque no quieras, sino porque piensas que jamás lograrás ser buena en algo. Dejaste tus sueños de lado, tus hobbies, hasta acercarte a personas te cuesta por esa cobardía de que algo salga mal, ¿no es así? –me miró seriamente–. Eres tan cobarde que no puedes disfrutar de la felicidad por miedo a que hacerlo implique la posibilidad de sufrir a futuro.
Me quedé callada mirando al suelo. Un nudo se formó en mi garganta, lo cual me impedía responder. No iba a llorar frente a él. Sus palabras habían descrito gran parte de mis sentimientos, ¿qué se supone que debo responder? ¿Qué es mentira? ¿Qué yo jamás le tuve miedo a nada de eso? Pasé toda mi vida con miedo a ser lastimada, con miedo a fracaso. Dejé mis sueños de lado, mis metas, desperdicié mi vida encerrada en una habitación por miedo a tener una vida fracasada y ser herida. El miedo limitó mi vida. No. Yo limité mi vida. Yo y mi estúpida cobardía.
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Huyendo De Las Sombras. © ✓ [Sin corregir]
Teen Fiction-Ya se te pasará. Sólo es una etapa, pero ya verás que todo pasará pronto. -me dio una sonrisa triste y salió de mi habitación. Por más que lo intentará ya era muy tarde, ya lo había decidido..., iba a suicidarme.