Después de esa noche volví a mi casa sin que mis padres se enterarán. No fue muy difícil, son médicos: o no están nunca, o cuando están duermen como troncos. Estuve toda la semana sin poder quitar de mi cabeza a Daniel.
Estaba recostada en mi cama, cuando una voz me saco de mis pensamientos.
—Llamó Camila, dijo que te espera mañana por la mañana en su consultorio —dijo mi madre.
Camila era nuestra, más bien mi, psicóloga. Ella era muy amigable, pero no mostraba cambios ni avances, así que mis padres empezaron a presionarla y ella a su vez a mí. Mis padres también me presionaban a mí, pero yo ya estaba acostumbrada. Desde la muerte de Diana me había aislado, y fui con varios psicólogos que habían indicado un claro diagnóstico: estrés, depresión, etc. También tuve un par de ataques de pánico las veces que intenté salir de mi casa, más bien me obligaron a salir de mi casa.
Mis padres no son muy comprensivos conmigo, piensan que ya debo superar la muerte de Diana, pero por más que lo intente no puedo. Mi madre estuvo algo triste por unos meses, pero, como dije, solo unos meses.
—De acuerdo —dije sin ánimos.
Mi madre obvia lo notó y dijo:—Tienes que hablar con alguien, te hará bien desahogarte —le di una mirada cansada.
Cada vez que yo estaba a punto de mejorar, mi padre aparecía diciendo que era solo una “amiga” y que podía conseguir más si volvía a la escuela. A decir verdad, no quiero ir a esa escuela. Todo lo que hay en ella son recuerdos que tengo con Diana y Diego. Oh cierto no les dije, Diego era mi otro mejor amigo, el cual después de la muerte de Diana no volvió a hablarme y yo tampoco. Estaba enojada con él por haberme hecho pelear con Diana.
—No es mejor que me manden a un psiquiátrico, para no tener la molestía de estar llevándome siempre a psicólogos —dije sarcásticamente.
—Ya va a ser casi un año. Tienes que salir de casa —dijo algo seria
—No quiero ir a la escuela —respondí, poniéndome igual de seria que ella.
—Podemos cambiarte de escuela si eso quieres —después de estas palabras me quedé meditando unos segundos.
—De acuerdo, pero necesito un mes más —dije algo dudosa. Si tenía razón, ya casi pasaba un año y no tuve que salir de mi casa. Solo haciendo un gran esfuerzo pude ir al puente por mi suicidio fallido.
—Un mes más —dijo en forma de amenaza—. Empezaré a buscar y hacer el papeleo de tu nueva escuela —se levantó para salir de mi habitación, pero cuando llegó a la puerta paró, y me sorprendió lo que dijo a continuación—. Sé que es difícil, pero ya es hora de que lo superes. No fue tu culpa —dijo aún dándome la espalda— Buenas noches, Melissa.
Cuando cerró la puerta empezaron a salir lágrimas de mis ojos. Ya se había hecho una costumbre, no podía pasar un solo día sin llorar.
Al día siguiente, fui al consultorio de Camila. Me estaba esperando adentro. Cuando pase la puerta, estaba sentada en la silla con las piernas cruzadas, con una falda larga y una camisa, lo que le quedaba muy bien. Los ojos de Camila eran negros y su cabello rubio, su piel era blanca, casi como porcelana. Ella no tenía más de 27 años, no era tan grande, por lo cual la psicología estaba fresca en su cabeza, o al menos eso solían decir mis padres, ya que según ellos, pocas personas luego de terminar su carrera se siguen capacitando para el trabajo.
—Buenos días, Melissa ¿cómo has estado?
—Bien —mentí—. Ya casi se puedo salir de mi casa —otra mentira.
Me dio una mirada tranquilizadora— No tienes que mentirme a mí, te conozco, puedes contarme lo que quieras —dijo dándome una sonrisa triste.
—Lo sé —digo mirando al piso.

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Huyendo De Las Sombras. © ✓ [Sin corregir]
Teen Fiction-Ya se te pasará. Sólo es una etapa, pero ya verás que todo pasará pronto. -me dio una sonrisa triste y salió de mi habitación. Por más que lo intentará ya era muy tarde, ya lo había decidido..., iba a suicidarme.