Tristeza de Lilith

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Severus estaba entretenido leyendo el libro que le había pasado Albus, en relación al vampirismo que presenta su hija como su amada, estaba en eso cuando vio a la profesora McGonagall que lo buscaba.

¡Severus!- le exclamó ella-¿Le diste la poción matalobos a Remus?.

Si-le dijo el pelinegro- se la entrego en sus manos, cuando debe ser, ¿Por qué?.

Porque no está en su habitación y en la pared de su despacho hay rasguños de hombre lobo que son recientes.

¡Vamos, entonces a buscarlo!-dijo sorprendido el pocionista, agarrando su capa y varita a la vez.

Iban caminando rápido, casi corriendo por los pasillos, dirección al bosque prohibido, por si lo encontraban, cuando se encontraron con Albus.

Está en el bosque-dijo el Director- transformado en lobo, pero no está solo, hay una alumna con él, no pude distinguir quién.

¡Maldito lobuno!- pensó el maestro de pociones- ojalá no haga algún desatino- decía mientras aceleraba el paso, iendo al lugar indicado para rescatar a quien esté con él.

Se acercaron el trío legendario para buscar a Remus y lo encontraron, se sorprendieron si al ver que era Lilith quien estaba con él, y el licántropo estaba en aparente estado manso con ella.

¡Es mi hija!- exclamó nervioso el pelinegro- ¡Debo rescatarla!.

¿Tienes algún sedante contigo, Severus?- le preguntó Albus- es necesario por si las cosas se complican.

Si, saqué dos antes de partir con Minerva- explicó el pelinegro- que ni se le ocurra hacerle algo a mi retoña.

Nosotros lo distraeremos, Severus- dijo la bruja- tú llévate a Lilith de vuelta al castillo.

Bien- dijo el maestro de pociones- movámonos rápido si por favor.

Minerva le apuntó con su varita en la espalda e iba a lanzar el hechizo, cuando Lilith la distinguió de la maleza y lanzó un hechizo con su mano dándole de lleno a los profesores adultos.

¡Lilith!-gritó Snape- ¡Ven conmigo!.

La niña estaba transformada en vampiro y el pocionista intentaba tener ideas a mano de manera rápida para que esto no se descontrolara, la vio transformada y pensó que tenía dos sedantes, uno para cada uno, pero primero los debía inmovilizar.

¡Petrificus totalus!- exclamó el pocionista en dirección al licántropo.

La niña tenía reflejos muy marcados y pudo desviar con su mano aquél hechizo, el maestro de pociones vio que esto no iba a ser muy fácil, así que intentó con hablarle.

¡Lilith!-le dijo Snape a su pequeña-¡Ven conmigo, no te haré daño!.

¿Por qué atacas a mi padrino?-le preguntó la niña transformada en vampiro.

No lo ataco, sólo no quiero que te haga daño- le dijo el pocionista.

Ella se acercó a Snape y él la miró acongojado, sin soltar su varita, ya que si la niña merecía atacarlo con el dolor de su alma tenía que detenerla.

¿Por qué no te cae bien mi padrino?-le preguntó posesa la niña.

No es eso, sino que intento cuidarte-le dijo el pelinegro.

Si quieres cuidarme, sean ustedes dos amigos, porque yo los necesito a los dos, no elegiré a uno, sino que los dos los quiero por igual-le espetó la pequeña.

Ok, está bien- le dijo Snape- pero ahora, quiero que vengas conmigo.

Y ¿Por qué? ¿Por qué quieres que esté contigo?- le pregunta la niña.

Nuestro Dulce SecretoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora