Capítulo 18: la unión de sangre.

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Pasaron dos días desde aquel acontecimiento.
Y Coriolanus no podía dejar de pensar en ello. Había sido tan terrorífico.

Evitó a Verona esos días, le pidió a Santino la oportunidad de quedarse en la biblioteca haciendo unos ajustes que según Jules le había dejado.
Lo único que hizo fue leer libros de filósofos de la tierra pasada y trataba de no pensar en Verona, ya que no sabía cómo sentirse al respecto.

Le dolía el labio, lo tenía hinchado y le enfadaba que al querer tomar té o café le ardiera como nunca por la piel viva. Por mucho que quisiera quitarse a Verona de la cabeza, era casi imposible pues cada que pasaba su lengua por la ampolla del labio, era un constante recordatorio de aquella noche.
Luego lo llevaba a pensar cuando Verona le dijo cobarde y se burló de él por no querer seguir con eso.

Pensó seriamente en regresar al Capitolio y dejar ese asunto por La Paz. No valía la pena nada de esto, estar con una psicópata podría terminar matándolo.

"Me marcho" le dijo a Santino la mañana siguiente.
"¿Qué? Amigo, pero si faltan bastantes días para que seas requerido en los Juegos" parecía afligido.

"Lo siento, ya estoy cansado y me debo concentrar en los próximos eventos" concluyó sin oportunidad de escuchar nada más.

Por la noche estaba haciendo su maleta, ese día tampoco había visto a Verona y se sentía relajado, aunque él sabía que si ella desaparecía por mucho tiempo, no podía ser una buena señal.

"Coriolanus" dijo Verona.
"¿Qué diablos estás haciendo aquí?" Preguntó exaltado. "No quiero que te me vuelvas a acercar" apuntó la salida para que se fuera.
"Por favor, escúchame" suplicó ella.
"No quiero escucharte, quiero que te vayas"
"No puedo, la biblioteca está cerrada con temporizador. No saldré de aquí contigo hasta la mañana siguiente"

A Coriolanus se le revolvió el estomago, iba a ser una noche muy larga.

"Sólo déjame decirte..."
"No hables" la calló Coriolanus. "No porque estemos aquí solos, significa que debo escucharte" dicho esto, le dio la espalda y se cruzó de brazos.

Coriolanus no quiso dormir, pensó que esa loca le haría algo; dormitaba o caminaba con tal de permanecer despierto.
Verona por otro lado se veía afligida, ella no pensó que la situación fuera a ser así.

Estaba siendo una noche de guerra sin contacto físico.
Coriolanus perdió cuando cayó dormido y Verona lo despertó dejándole caer un libro en las piernas.

"¡Maldición!" Gritó sobresaltado.
"Ya cállate y lee eso. Déjame hablar, tengo derecho a hacerlo" Verona ya estaba fastidiada.
"Pero..."
"Página noventa y tres" ordenó.

Ya estaba encerrado con ella; no había más que hacer.
Así que leyó.

En ese texto citaban varios ritos y Coriolanus no veía nada relacionado con el acto tétrico de la otra noche.

"Sigue leyendo" lo amenazó.

Cuando llegó a la parte interesante, Coriolanus se volvió a quedar petrificado.

"Es un ritual para la unión de dos personas" dijo él con un tono bajo. "No me digas que de pronto te pusiste sentimental y..."

"No te estoy proponiendo matrimonio, lo que quiero decir es..." Verona guardó silencio y Coriolanus captó por primera vez un destello en sus ojos.
"Que dos personas con grandes mentes deberían unirse"

Coriolanus la miró extrañado.
"¿En verdad crees que ambos tememos grandes mentes? Es decir, desde el principio me despreciaste y provocaste que generara rencor hacia ti porque todo el tiempo que te he visto me trataste como un ser inferior" Verona bajó la mirada. "Hace unos días me dejaste tirado en el bosque, desnudo y a mi suerte. Con honestidad no te entiendo" Coriolanus dejó el libro en una mesa y se quedó parado cruzado de brazos, esperando una respuesta de la chica de labios rojos.
"No quiero que me entiendas" replicó ella con desesperación.
"¿Entonces que demonios quieres de mí?" Coriolanus gritó.

El verano 23Donde viven las historias. Descúbrelo ahora