Capítulo 23: la última carta de valor.

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Había un descontrol en el Capitolio, los Juegos no se detuvieron, pero había problemas con todo el mundo; los tributos y distritos no sabían lo que ocurría, el Capitolio luchaba por aparente que nada malo ocurría.

Coriolanus estaba pasmado, es decir Jullien Madds estaba en su lista, pero él no había planeado nada, aún no era tiempo de que muriera y todo esto cambiaba los planes.

"...esta noche no habrá discurso por parte del Capitolio le hemos pedido a Lucky Flickerman que haga un resumen y una edición especial de los primeros juegos" fue el anuncio que dio uno de los miembros del comité; nadie especial para Coriolanus.

"Mi casa en quince minutos" le susurró al oído Verona.
"No puedo..." se rehusó Coriolanus. "Esta noche hay un descontrol en el Capitolio y me debo quedar para futuras órdenes"
Verona le lanzo esa mirada acusadora.
"No habrá futuras órdenes para ti, no puedes hacer nada porque no tienes la edad para ser jefe vigilante de los Juegos, así que mejor vayamos a casa y..."
"¡Basta!" La detuvo Coriolanus, irritado. "Dije que no tengo tiempo para esto"

Verona lo tomo del cuello.
"Tienes una mancha cariño" dijo en voz alta, "escúchame bien, Snow, si no vas a mi casa en quince minutos, les dire a los agentes de la Paz que fuiste tú quien asesinó a Carrie"

"No tienes pruebas" refutó Coriolanus.
"Siempre las hay" replicó ella y le guiñó el ojo derecho, luego se marchó.

Coriolanus sintió cómo la ansiedad se lo carcomía, tuvo que desabrocharse el botón del cuello para sentir como fluía el aire por su garganta, pero era inútil, le pesaba la respiración, el cuerpo de pronto no le respondía y por primera vez quería gritar de histeria.

"A la mansión Messina" fue lo único que le dijo a su avox, quien de manera obediente se dirigió allá.

Coriolanus no disfrutó del trayecto, el día era hermoso, un sol viejo de verano se asomaba con suficiente calidez y parecía que iba a llover en la noche; solo que Coriolanus no quiso verlo, iba mas bien hundido en sus pensamientos, en todo el desastre que se desataría si Verona lo acusase con alguien, vería como su futuro se iría por la borda y lo peor, alguien más estaba peleando por el puesto de Jullien porque se habían adelantado a su jugada. Todo era un vil desorden.

Cuando llegaron a la mansión, Coriolanus le dio las mismas indicaciones de siempre. Él se metió a la casa que conocía bien, esperando encontrar a Verona desnuda o algo por el estilo, sin embargo estaba en la cocina, cortando vegetales.

"En verdad pensé que no vendrías" dijo ella sin dejar de mirar sus tomates.
"Me amenazaste, no veo porqué te sorprende verme"
"Cierto. Me pasé de la raya, me disculpo y como disculpa te estoy preparando una sopa de tomate deliciosa"
"¿Te crees que estoy para bromas?" Coriolanus empezaba a perder la paciencia.
"Ya casi está lista; cuando termine de servirte, me contarás cómo fue que acabaste con Carrie" Verona lo ignoró y este se quedó boca abierto.

"¿En serio crees que te diré todo después de que me amenazaste con entregarme?"
"Coriolanus, haces muchas preguntas" se quejó ella. "Por supuesto que no tengo pruebas para entregarte, nunca firmamos un papel, nunca se hizo nada de manera formal, fue mi palabra y la tuya en mi sala con presentes que trajiste creyendo que tendrías sexo conmigo" Verona tenía las manos en la cintura, sus labios eran rojos como de costumbre y su expresión era indescifrable. "Si te amenacé allá era porque sabía que no querrías venir por los de Jullien, estás tan obsesionado con los Juegos que me dejarías en segundo término y no lo iba a permitir" ella tomó un tazón y dejó caer dos cucharadas de la sopa, olía muy italiano. "Ahora, mientras comes mi especialidad, me vas a hablar de cómo hiciste para terminar con Carrie, terminando, lavarás tu plato y me tomarás en esta mesa" extendió las manos y le lanzó una sonrisa juguetona.

El verano 23Donde viven las historias. Descúbrelo ahora