01.

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Jennie acomodó con dificultad sus lentes, mientras intentaba mantener un equilibrio precario entre los montones de libros que sostenía en sus brazos. A pesar de su apariencia delicada y su figura esbelta, tenía una fuerza sorprendente que le permitía cargar esa carga de conocimiento con relativa facilidad. Sus brazos delgados pero decididos sostenían con firmeza las obras que había recogido en la nueva sección de la biblioteca.

La pasión de Jennie por la lectura era insaciable. Aunque había leído prácticamente todos los libros de la biblioteca en varias ocasiones, la adición de nuevos títulos siempre la emocionaba. Estaba harta de volver a leer las mismas historias una y otra vez, y esta nueva colección ofrecía la promesa de aventuras desconocidas y conocimiento fresco por descubrir.

Mientras navegaba entre las estanterías llenas de libros, Jennie se sentía como una exploradora en busca de tesoros literarios. Cada volumen que colocaba en su pila representaba una nueva puerta hacia mundos imaginarios o una ventana a épocas pasadas. La biblioteca era su refugio, su lugar seguro, y la idea de tener acceso a este vasto conocimiento la llenaba de alegría.

Estaba hundida en sus pensamientos hasta que sus lentes se deslizaron por su tabique y su visión se puso borrosa.

Oh mierda. Pensó.

Sus manos estaban ocupadas y al no ver nada se chocó con una grande figura. El impacto fue directo a su nariz, dolió bastante; los libros se cayeron y sus gafas salieron volando, no cayó al piso porque unos fuertes brazos lo evitaron.

Ouh, tenía ganas que que se abriese el piso y caer ochocientos metros bajo tierra.  

—¡Guau! Cuidado —escuchó una voz femenina levemente ronca, que sonaba como si estuviera muy por encima de su cabeza. Levantó la mirada para distinguir a quién había chocado y quién la había evitado caer al suelo.

—Y–yo lo–lo siento m–mucho —se disculpó con voz nerviosa, sintiéndose profundamente avergonzada.

—No pasa nada, mira —la voz amigable continuó, y la persona se agachó para recoger sus gafas del suelo. Luego las limpió con la manga de su chaqueta antes de entregárselas con delicadeza a Jennie.

Al poder ver nuevamente, Jennie divisó a la persona que la había ayudado: una chica extraordinariamente alta, atractiva, con facciones faciales pronunciadas y finas. Su esbelta figura y cabello negro rojizo la hacían parecer intimidante. Aunque ese rostro intimidante se suavizaba con una expresión de preocupación genuina.

Era Lalisa Manoban, una estudiante de tres años mayor que Jennie, pero que compartía clases con ella debido a que Jennie había sido adelantada tres cursos. Lalisa era una celebridad en la preparatoria, y todos, desde chicos hasta chicas, profesores incluidos, hablaban de ella. No había una sola persona en la escuela que no la conociera.

Lalisa ayudó a Jennie a recoger los libros que habían caído al suelo y luego se agachó para levantarlos. Mientras lo hacía, mencionó el nombre de Jennie, lo que la sorprenderá. ¿Cómo sabía su nombre? Jennie se sentía cada vez más nerviosa en presencia de la chica de tres años mayor que compartía clases con ella.

—Sí, soy Jennie —respondió tímidamente—. Disculpa por chocar. Mis gafas se cayeron y no pude ver por dónde iba.

Lalisa le sonrojó con amabilidad para calmar sus nervios, pero el contacto accidental de sus manos al agarrar el mismo libro hizo que ambos se sintieran cómodos. Lalisa notó lo frías que estaban las manos de Jennie, lo que la hizo sentir una extraña corriente eléctrica que recorrió su cuerpo. Rompieron el contacto visual rápidamente, y Jennie retiró su mano como si hubiera tocado fuego.

Lalisa desvió la mirada hacia el libro que sostenían, tratando de disimular su propia incomodidad.

—Te gusta mucho leer, ¿no es así? —preguntó con seguridad, haciendo que Jennie se sintiera aún más nerviosa.

Nerd. -Jenlisa.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora