Capítulo 1

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-Bien, esta es la última caja.

Solté un largo suspiro después de llevar como 40 minutos arrastrando cajas de cartón. Sabrá Dios qué habrá dentro de ellas pero no quisiera saber. Había tomado este trabajo eventual solo por la paga y porque se encontraba cerca de donde yo rentaba. Pero nunca más. Esto de trabajar en las mudanzas no es ni será para mí, mi espalda quedaría hecha añicos.

Pero debo admitir que esto de ser adulto independiente es demasiado complicado.
Afortunadamente no he muerto de hambre este año que llevo viviendo solo. Mi facilidad de palabra me ha llevado lejos algunas veces, he tenido buenos y pésimos empleos. Poco a poco he ganado experiencia, y una que otra amistad.

Mi celular vibró y lo saqué del bolsillo. Eran exactamente las 2 pm y mi trabajo debía terminar, así que estibé la última caja de mudanza de aquella familia ricachona y procedí a bajar las escaleras. Ya en la puerta se encontraba la pareja dueña del lugar con dinero en mano. ¡Por fin!
Podía quitarme un peso de encima ya que tendría lo suficiente para pagar esta semana la renta que se aproximaba.

"Deberías buscar un roomie"

Las palabras de Quackity resonaron en mi mente una vez más. Ya habíamos tenido una conversación hace una semana sobre lo mal que llevaba el buscar trabajo fijo, y él obviamente sugirió que buscara un compañero de piso para reducir mis gastos.
Y es que realmente no era una mala idea, pero... No me imaginaba viviendo con otra persona después de una relación algo larga. Menos con un completo desconocido.
Como dije anteriormente, un año de esta manera es complicado.

Spreen había sido mi pareja por más de 5 años comenzando desde muy jóvenes, y apenas cumplimos la mayoría de edad, corrimos de nuestras casas para vivir juntos y que el mundo no nos detuviera.

Qué bobería.

Bastaron un par de llamadas de los padres de Spreen, y al día siguiente él se esfumó de mi vida.

Así que, aquí andamos viviendo al día.
Vivo solo en el piso de un edificio viejo y apenas amueblado. Con las mismas 7 playeras de paca, de alguna marca americana que resultó muy buena la verdad. Con trabajos eventuales que me den lo suficiente para comer y pagar servicios. Y un corazón todo parchado.

Agradezco bastante el apoyo moral que me han dado mis amigos, pero sé bien que les estoy fallando al no poder dar vuelta de página.

Porque en el fondo sigo esperando que él regrese.

Era costumbre mía atravesar por un parque antes de llegar a mi domicilio. Sin importar la hora, debía seguir el mismo camino de todos los días y tomar asiento en la banca debajo del enorme roble. Así tuviera muchas cosas en qué pensar o no, debía hacerlo todos los días.
Porque este lugar se había convertido en un refugio para mí. Fue testigo de muchas noches llorando por quien me abandonó, un testigo que nunca podría decirme un por qué, pero que siempre me recibiría con una suave brisa y sus hojas acariciarían mi rostro. Todos los días.

Comencé a hablar en voz baja, repasando mis pendientes y mi plan de acción para un nuevo día mañana, mientras garabateaba en una libreta. Nada especial, solo tratando de copiar las flores de la temporada.
Pero algo se sintió diferente. Guardé silencio y miré atento mi alrededor. Un par de ojos a través de un arbusto no dejaban de mirarme ¿Un animal? Tal vez, el arbusto no era muy grande.
Con delicadeza dejé en la banca la libreta donde antes garabateaba, y me puse de pie, queriendo dar pasos lentos para no espantar al posible animal curioso.
Conforme me acercaba pude notar pelaje café y una cola. Orejas... ¡Era un perrito!
Un perrito con manchas blancas y unos hermosos ojos azules que no parecía tener dueño.
¡Puta madre! Maldije en mi interior puesto a que siempre había deseado encontrarme con un perro y poder llevarlo a casa. ¿Podría?
Claro que podía, pero mi pobreza me decía que NO. A duras penas me alimentaba a mí mismo, no podría cuidar de un animal.
Volví a mirarlo. De acuerdo, ¡me lo llevo!

Y es que me animó aún más que el perro no parecía asustado, normalmente saldrían corriendo si alguien se les acercase. Pero él no, hasta podría decir que se notaba feliz por mi repentino deseo de llevármelo. No dejaba de mover su colita y eso me llenó de felicidad. Toda preocupación del día de mañana se esfumó cuando el perrito abrió su hocico para lamer mi mejilla.
Como si dijera "¡te estuve esperando!"

Tomé al perrito en brazos, luego tomé mis cosas y comencé a caminar hacia mi domicilio. Estando allá ya pensaría en qué darle de comer.

¡¿Y MI MASCOTA?! | Guapodúo/CellboierDonde viven las historias. Descúbrelo ahora