Zeitgeist 🍂 Porco Galliard

🍂 18. Alianzas y traidores

[Más tarde]

El pueblo tenía un festival, festejando la victoria de Eren y los Jaegeristas y el hecho de estar sin murallas.

– ¡Entreguen sus corazones! –gritaron mientras brindaban.

– ¡Vivan los Jaegeristas!

– ¡Entreguen sus corazones!

– ¡Yo entregaré una copa a Eren!

Falco, Gabi, Tn, Armin y Connie caminaban, llevando bebidas y tartas.

– Tenemos que llegar con Reiner pronto.

– Tranquilo, estará unos días comatoso.

– Un escombro lo golpeó, estaba herido y agotado, así que se desmayó. No es una amenaza.

– ¿Seguro que podemos entretenernos?

– Primero hay que comer.

El grupo tomó asiento en la punta de una de las alargadas mesas, con los soldados de un lado y los guerreros del otro, y comenzaron a hablar mientras comían y bebían.

– ¿Eso es cierto, Armin?

– Sí. Si se deshizo todo el endurecimiento, es posible que Annie despertara.

La chica que estaba al lado se ahogó de pronto, sobresaltándolos, y al mirarla con curiosidad, notaron que era Annie, quien llevaba una caperuza azulada y comía desesperada.

– ¿Annie?

Los cinco exclamaron sorpresa. Annie masticó rápidamente lo que tenía en la boca y tragó. Connie se carcajeó, levantándose.

– ¡Annie está devorando un pie! –se burló señalándola, y riendo.

– Para, Connie.

– ¡Come como cerdo!

– Lleva cuatro años sin probarlo.

Hitch volvió a la mesa con su amiga, con una bebida y una tarda.

– Lo siento, había bastante fila –exclamó sorpresa.– No está –murmuró.

Dejó las cosas sobre la mesa, y tomó la nota que Annie había dejado bajo su tarro, donde ella decía con quién se había encontrado y se había ido, disculpándose y agradeciéndole.

[Más tarde]

[Shiganshina]

Había atardecido para entonces, la noche ya estaba cayendo. Los seis se habían reunido con Mikasa, y habían preparado todo en dos grandes carretas para huir.

Ya estaban casi listos cuando los cuatro disparos de Jean se escucharon.

– ¿Oíste? –cuestionó Connie, mientras acomodaba un barril en la carroza.

– Cuatro disparos seguidos. Es la señal de Jean –dijo Mikasa.

– Tenemos bastantes armas y comida.

– Su atención estará al otro lado del fuerte. Vamos –ordenó Armin.

Él y la pelinegra tiraron de las riendas, para hacer avanzar a los caballos, alejándose del lugar. Annie miró de reojo hacia el edificio, se sobresaltó y volteó, viendo una sombra observarlos desde una ventana.

– Nos observa alguien.

– ¿Qué hacemos, Armin? –preguntó Gabi.

– Hay que seguir –volvió la vista hacia adelante.– ¡Rápido, Mikasa!