2. Traición

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Los ojos de Rhaenyra se iluminaron mientras el fuego consumía el cuerpo de Visenya, su hija no nacida. El viento salado se pegaba a sus mejillas y sus ojos húmedos ya no tenían lagrimas que derramar, la reina negra había llorado hasta no poder más, primero por la perdida de su padre, luego por los dolores del parto y finalmente la noticia del deceso de su amado príncipe Lucerys terminaron por secar sus lagrimas. La reina se tambaleo, todavía su cuerpo no estaba recuperado por sus tres días en trabajo de parto, pero nada se comparaba al dolor de haber perdido a dos de sus hijos en tan poco tiempo: Lucerys en la tarde, Visenya en la noche. La reina negra no creía poder sobrevivir tales desgracias, pero las miradas valientes de sus niños e hijas la llenaban de fuerza, no podía rendirse, rendirse sería condenar a sus hijos e hijas a un destino incierto. Daemon la sujeto de los brazos, mientras acariciaba su espalda con cariño.

—Ojo por ojo, hijo por hijo, Lucerys y Visenya serán vengados—susurro Daemon contra el oído de su esposa, aquellas palabras reconfortaron a la reina.

Pero en medio de tan doloroso ambiente el rugido de un dragón se escucho a las lejanías. Daemon al instante se puso en alerta, al igual que los guardias leales a la causa de los negros, el príncipe canalla miro los cielos, antes de ir hacía Caraxes, no temía en morir con tal de a su reina y a sus hijos e hijas proteger.

—¡Jace! Ve con tu madre—ordeno Daemon montando sobre Caraxes.

El principe Jacaerys corrió hacía su debilitada madre, que con la frente en alto guio a sus hijos al interior de la fortaleza, al menos así sería más difícil que el fuego los alcanzara. 

—Rhaena, lleva a Joffrey, Aegon y Viserys a los pasadizos, si algo sucede no duden en huir, sus vidas valen más que cualquier corona—ordeno la reina a su hija, Rhaena hizo una reverencia y se fue con los niños, siendo seguida por criadas y un puñado de soldados—Baela...

—No me pides que te dejé, Nyra—pidió Baela entrelazando su mano con la de Jace—, lucharé a tu lado y defenderé tu reclamo hasta el final.

Rhaenyra no pudo evitar sonreír ante la tenacidad de su osada hija. Baela se llevo la mano a su cintura, donde descansaba una espada, al igual que Jace estaban listos para morir con tal de garantizar el legitimo derecho de su madre.

Los chillidos de dragones no se hicieron esperar, se escuchaban gruñidos, pero desde el balcón no se podía ver ni un solo indicio de fuego o de movimiento violento. La reina negra miraba al cielo con el corazón en la boca, ¿Acaso serían Aemond y Vaghar? ¿O el usurpador montando a Sunfyre? Un pensamiento aún peor lleno su corazón, ¿Y si venían los dos? La princesa Rhaenys estaba a dos días de distancia, incluso en Meleys tardaría mucho en unirse a la batalla, estaba demasiado ocupada manteniendo a su esposo, Lord Corlys Velaryon sano y salvo. Los verdes habían desembocado toda su furia en Marcaderiva y demás territorios de los Velaryon, hundiendo navíos, barcos e islas enteras en el proceso, parecía ser que la estrategia de los verdes era desestabilizar a uno de los aliados más poderosos de la causa negra.

—Baela—hablo Rhaenyra nerviosa notando movimiento en el cielo nublado, las nubes grises eran como pesadas rocas deseosas de caer a la tierra y destrozar a toda pobre alma que tuviera el infortunio de la tierra habitar—ve por Danzarina Lunar, Daemon puede necesitar ayuda—aunque en realidad Rhaenyra solo deseaba ahuyentar a la muchacha, si algo pasaba Baela tendría posibilidades de sobrevivir a lomos de su dragón, planeaba hacer lo mismo con su hijo mayor, pero el muchacho leyó su intención— y tu Jace ve por...—el primogénito de la reina negó.

—Yo me quedaré a tu lado a cuidarte—la reina acaricio la mejilla de su hijo con cariño.

—Tu reina te lo ordena.

—Pero yo—

La voz del príncipe fue acallada por el sonido de un rugido. Reina, príncipe y caballeros miraron atentos el cielo gris, esperando ver sangre, fuego quizás. Esperaron en silencio unos segundos, un nuevo rugido hizo retumbar los cielos y desde las grises nubes Caraxes descendió, Rhaenyra suspiro con alivio al ver a su esposo y su dragón sanos, y salvos, pero su alivio no duró mucho, no cuando notó la silueta de otro dragón volando entre las nubes.

La Danza de los Corazones DurmientesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora