El problema de las fantasías es que nunca son suficientes, siempre se desea más y más. Y en caso de Alicent no había día en que no pensará en Rhaenyra.
Con los años intento olvidarla, pero ella parecía haberse grabado con fuego en su mente y corazón. Intento concentrarse en sus hijos y poco a poco reconstruir su relación con la princesa, pero desde el día en que Ser Harwin Strong hozo en llenar el vientre de la princesa con un bastardo supo que no podría estar cerca de ella. No sin ver las marcas de infinidad de amantes que lograron fornicar en su lecho y adueñarse de su cuerpo, llenando con inmundos bastardos su vientre sagrado. Con el tiempo la relación entre las dos se enfrío por completo, Alicent se dedico a sus hijos de la misma forma en la que Rhaenyra se enfoco en sus poco agraciados bastardos, Alicent tenía la costumbre de vestir a Halaena como lo solía hacer Rhaenyra, añorando recordar a través de su hija el dulce consuelo de su amiga, pero Helaena era todo lo contrario a Rhaenyra, mientras que la princesa ya podía recitar versos en alto Valyrio a los cuatro y montaba a su dragón a los siete, Helaena no hablo hasta los seis, y no podía ver un dragón sin romper en llanto. La reina se dio por vencida con su hija y en su lugar la dejo vagar con insectos, y criaturas extrañas, mientras ella le dedicaba toda su atención a sus hijos varones, en un principio lo amo con todo el corazón, eran sus hijos, aquellos que concibió entre dolor y humillación, pero con el tiempo poco a poco Alicent los aborreció, los Targaryen tenían costumbres extrañas, temía todos los días que uno de sus hijos pudiese llevarse a la princesa a la cama.
No fue difícil envenenarlos en contra de Rhaenyra, la princesa siempre rompía las reglas sin consecuencias y todo mientras la reina velaba por el bienestar del reino en silencio, los niños verdes tuvieron que ver a su madre llorar por las noches por las injusticias en su contra, lagrimas culpa de la princesa ingrata, claro que sus pequeños bastardos ayudaron un poco, logró finalmente asesinar cualquier posibilidad de cortejo entre sus hijos varones con la incorregible princesa cuando mandó a Daeron a Antigua y Aemond perdió el ojo, no había anticipado tal calamidad, solo esperaba que se enojarán mutuamente, hablo por días sin parar de la extraordinaria criatura que era Vaghar y le ordeno a sus sirvientas hacer lo mismo tras la muerte de Laena Velaryon, para así coaccionar a su hijo a reclamar a la dragona. Nunca anticipo que los bastardos de la princesa dañarían a su hijo de tal manera, de haberlo sabido habría ordenado a los guardias que siguieran a Aemond entre las sombras y acabarán con los bastardos en cuanto tuvieran oportunidad.
La reina se había aferrado con fervor a su papel de consorte, educando a sus hijos con la más exquisita educación y en base a la fe de los siete, como regente tenía más derechos y deberes, pero sobre todo libertades, disfrutaba de mantener a Viserys sedado con la leche de amapola 24/7, al menos en el putrefacto estado de su marido no podía forzarla a visitar su lecho nauseabundo. Eso era bueno. Pero cuanta no fue su sorpresa cuando su esposo revivió entre los muertos para salvar a Rhaenyra de un apuro, el plan de la reina era dejar a Lucerys sin herencia y luego hablar a solas con la princesa, teniendo a Daemon cerca le era imposible darle vino contaminado, pero aún podía charlar con ella, esperaba que Rhaenyra fuera a exigirle la legitima herencia de su segundo bastardo y entre gritos e insultos la reina podría disfrutar de su presencia, castigándola por sus ofensas pasadas, Alicent todavía se aferraba a la idea de poder corregir su mal comportamiento, anhelaba que Rhaenyra se convirtiera en una muchacha tan virtuosa en carácter como ya lo era en apariencia. Pero no, Viserys, como siempre, tenía que arruinar sus planes.
Alicent le dedico una mirada severa a Helaena cuando Jace la invito a bailar, al igual que Aegon, el ambiente era cálido, como una flama danzarina, pesé a ello Alicent no podía estar tranquila, sentía un hundimiento en su corazón con cada sonrisa que ofrendaba Rhaenyra a su nuevo esposo, Daemon, quien no dejaba de adularla y acariciar su vientre relleno con su sexto hijo, era una absoluta ofensa su mera presencia, ¿Cómo podían actuar como una feliz pareja tras haberse casado cuando los cuerpos de sus antiguos conyugues ni siquiera se habían enfriado? Era indignante, la pobre Laena Valeryon debía estarse retorciendo en su tumba ante tales faltas de respeto, pero trato de mantener la compostura.
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La Danza de los Corazones Durmientes
Hayran KurguRhaenyra x Aegon/Aemond/y un sorpresa. Tras la muerte del rey Viserys y la usurpación de Aegon II, Rhaenyra busca aliados que puedan ayudarla a recuperar lo que por derecho es suyo, prontamente su amado hijo, Lucerys Velaryon perece a manos de Aemon...