34. Ahora sí, la puta de Rocadragón

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Daeron junto a los verdes y su ejército ganaron la guerra. Ahora su hermano mayor, Aegon, era el rey y él un príncipe respetado, un héroe de guerra. Como parte del plan para unir los bandos como uno solo, Daeron se tuvo que casar con su prima, Lady Baela, una traidora que para redimirse tuvo que volverse su mujer. Su matrimonio era bueno, su esposa era bonita y estaba embarazada, aunque la quería, no podía evitar perderse en la sonrisa de su media hermana mayor, Rhaenyra. Aunque en tiempos pasados ​​fue su mayor enemigo, tras ser capturada termino siendo forzada a ser la concubina de Aegon, no lo culpaba, él tampoco podría ejecutar a una mujer tan hermosa, el príncipe intento apartar esos pensamientos, era la mujer de su hermano y su reina, pero también una de sus peores enemigas, gracias a ella sus el reino estaba en caos, no entendía como Aegon de casaba con la mujer que por sus caprichos desestabilizo el reino, pero sospechaba que tenía que ver la belleza de Rhaenyra. Daeron avanzo con cautela, llegando a los aposentos de la reina, los guardias abrieron las puertas y de inmediato sus ojos se encontraron con la mirada traviesa de Rhaenyra, que lo observaba sentada majestuosamente frente a la ventana.

—Me alegra que estés aquí, hermano,— hizo una señal a los guardias, indicándoles que podía retirarse —pense que no aceptarías mi invitación, estoy feliz de estar equivocada.— se levantó, caminando hasta una mesa finalmente llena de postres y delicias —¿Nos sentamos a comer?— le propuso , todavía con esa sonrisa encantadora y traviesa.

Daeron se quedó unos segundos en silencio, no entendía porque Rhaenyra lo había mandado a llamar, los dos se podrían considerar enemigos, la mujer no se había tomado su captura y humillación a bien, pero a su vez su personalidad era de las que le encantaba, él jamas olvidaría el día en el que ella llegó con su dragón y prácticamente hizo mierda todo el gran salón y gran parte de la Ciudad al perder el control de su dragón y desmayarse.

—No me digas que no estas planeando... —Daeron se acercó para ponerse frente a ella, él sin duda tenía una gran altura frente a ella.

—Planeando "¿qué?" —sonriendo de forma coqueta, sentándose de manera en la que sus pechos quedaban apretujados en su escote prominente—¿Es acaso un crimen que quiera pasar la tarde con mi hermano menor?

Daeron bajo la mirada y tragó con un poco de fuerza, ella sin duda era una mujer atractiva incluso en esos momentos, sus ojos observaron por unos segundos tal escote, el Targaryen no podía decir que no le daba cierta curiosidad...y que la sangre de su padre valiryo corría por las venas, pero Daeron se mordió la lengua y levantó la mirada nuevamente hacia los ojos de Rhaenyra.

—¿Conmigo? — pronuncio con ligera frialdad, pero sabía que no estaría allí de no ser por algún motivo.

—Eres mi hermano menor menos odiado,— extendiendo la mano, acariciando el pecho de su hermano, Daeron se erizó a su contacto —eso te hace mi favorito.

Un leve escalofrío recorrió el cuerpo de Daeron, al sentir la mano de Rhaenyra en su pecho, una parte suya le encantaba la sensación de su toque, pero a la vez sintió que tal cosa estaba mal, que no debía sentirse atraída por ella, pero se mantuvo firme en su puesto, manteniendo una expresión fría, mientras las palabras de ella sonaban en su mente.

—¿Como eres tan seguro de eso? — pronuncio con cierta autoridad.

—¿Crees que miento? ¿Por qué no te sientes lo suficientemente digno de ser mi favorito?

Daeron se mantuvo en silencio por unos segundos, observando como ella le pasaba las manos por el torso, en otro momento incluso le hubiera gustado tal situación, pero la sangre Targaryen y su orgullo le hacía mantener una expresión seria, al final levantó una mano y con la punta de sus dedos tomo su muñeca, no con brusquedad, pero a un así lo hizo y le detuvo su mano.

La Danza de los Corazones DurmientesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora