Los hilos verdes y negros se entrelazaban como uno solo, formando una serie de dibujos y formas que la reina negra no pudo comprender, Rhaenyra suspiro dejando el bordado a un lado, usualmente aquella actividad, sumada a la compañía de sus damas la relajaba, nunca le venía mal pasar una tarde entre hilos de oro, costura, postres, vino y frutas, adoraba sentarse y escuchar atenta los rumores que sus fieles damas traían sobre la corte, a veces sosteniendo alguno de sus dulces niños en sus piernas o enseñándoles lo que bordaba. Sus dulces niños. Viserys en especial parecía intrigado cada vez que la veía bordar, se sentaba en su regazo y se quedaba dormido mientras ella le contaba la historia detrás de la imagen que se formaba con los hilos, era más tranquilo que Joffrey, quien a penas era sentado en sus muslos estiraba sus minúsculos dedos en busca de su corpiño, la primera vez que logro sacarle el seno del vestido y engancharse por si mismo Rhaenyra se sorprendió y avergonzó porque estaban en una cena importante, por suerte su glotón hijo decidió hacerlo cuando lo llevo en brazos al balcón para que tomara un poco de aire, Joffrey solía incomodarse por las grandes multitudes y al igual que sus otros hijos sentía repulsión por las nodrizas y a la reina sin reino no le quedaba más opción que alimentarlos ella misma.
Solo Jace parecía entender que los pechos de su madre no podían estar siempre a su disposición y aceptaba ser alimentado por la nodriza, aunque cada vez que podía se lanzaba hacia ella y enterraba su boquita sin dientes en el escote de su vestido buscando aquél sagrado alimento que parecía que ninguna mujer podía poseer.
—Rhaenyra—la reina se giro sobresaltada en el momento en que sintió una mano sobre la suya, Alicent la miraba con preocupación, tomando los dedos blanquecinos de la Targaryen entre los suyos magullados, por más que quiso no pudo evitar rasgar la piel alrededor de sus uñas hasta dejarlos en carne viva, pero nadie, ni siquiera sus hijos pareció darse cuenta de ello—estás sangrando.
No se dio cuenta en el momento en que clavo la aguja en la palma de su mano, ni siquiera sintió el dolor, tan anhelante estaba por sus niños que su mente la abandono y se refugio en recuerdos de tiempos mejores. La reina viuda tomo las manos de la reina negra, examinando la herida, la sangre goteando era exagerada para una herida tan pequeña, pero verla sangrar, aunque ella no demostrara dolor le resultaba algo difícil de soportar, Alicent saco con delicadeza la aguja de la piel de Rhaenyra y la lanzó al fuego de la chimenea, pronto llegaría el invierno e incluso en pleno día era recomendable tener la chimenea encendida, cualquier cosa que osara lastimar a Rhaenyra debía arder en fuego, no había misericordia para quien dañara a la delicia del reino. Acuno las manos heridas como si de una niña pequeña se tratara y beso sus heridas esperando que el dolor pasara. Nunca hizo tal cosa para ninguno de sus hijos, Aegon era experto en caerse por las escaleras durante sus primeros cinco días del nombre y se acostumbro al verlo tirado en el suelo estirando sus manos rogando consuelo, pero era el futuro del reino y rey, aunque estuviera en el suelo lleno de dolor jamás debía llorar, dejarlo calmarse por su cuenta fue lo mejor, lo mismo con Aemond, no le importaba que tan solo tuviera un mes de nacido, necesitaba enseñarle a desarrollar fortaleza en el despiadado mundo del palacio, por ello le prohibió incluso a los nodrizas atenderlo, con el tiempo él mismo aprendió a calmarse antes de su primer día del nombre. Con Daeron y Helaena era distinto, Helaena nunca le permitía tocarla y las pocas veces en las que la consoló no pudo evitar sentir un atisbo de asco al ver la defectuosa princesa que se suponía que debía opacar a la delicia del reino. Su padre le había dicho que tenía que tener sí o sí una hija, una esposa para Aegon, una reina, una doncella tan encantadora y majestuosa que hiciera quedar a Rhaenyra bajo la sombra y así cientos de Lores se unirían a su bando únicamente con tener el privilegio de estar cerca de ella, pero Helaena no era ni de cerca lo que su padre y ella soñaron, nadie, ni siquiera el propio Aegon lucharía por ella.
Durante un tiempo Alicent odio a Helaena, tan defectuosa, un fallido intento de ser una segunda y mejorada Rhaenyra, incluso Otto ya había pensado en un apodo para ella, "La tentación del reino" le dirían, cientos de bardos harían canciones en su honor y en cada festival o celebración sería declarada la reina del amor y la belleza y cuando Aegon y ella se casarán, dejando a Rhaenyra abandonada en una sombra de lo que alguna vez fue su esbelta figura Alicent iría a buscarla y la consolaría, haciéndole saber que ella la seguía amando y juntas todo podía estar bien. Y una vez Aegon coronado con Helaena como su consorte a su lado, la reina viuda se retiraría con su amada princesa donde su amor pudiera ser profesado sin ser considerado un pecado, incluso estaba dispuesta a querer a esos bastardos, podía fingir que eran sus propios hijos, castaños como ella, en su mente de alguna manera la Madre le permitió embarazar a su princesa y Jace, Luke y Joff eran fruto de ese amor. Pero era una fantasía tan pasajera como su odio por Helaena.
Era su hija, lo más cercano a una Rhaenyra que podría crear, la amaba, a su princesa torpe con gustos extraños y algo retardada a la hora de aprender, la amaba y aunque le pesara el destino que los dioses escogieron para ella Alicent siempre estaría allí para velar por el bienestar de su adorable hijita. Aunque esperaba que Jaehaera mejorara las cosas, sería realmente decepcionante si la niña resultaba ser una replica de su madre, pero la amaría con la misma devoción con la que amaba a Helaena sin importar qué.
Los dedos sin piel de Alicent recorrieron la herida y mientras posaba otro beso sus ojos se fijaron en la cicatriz brillando altivamente en el brazo de Rhaenyra, el vestido plateado que llevaba dejaba expuestos sus brazos, revelando aquella fatídica marca de cuando la razón la abandono y la rabia la colmo, se odiaba tanto por haberle hecho daño que esa misma noche considero cortarse la mano con la cual sostuvo la daga que la había lastimado, pero tras una ardua reflexión y rezos el Padre le revelo que aquello era necesario, su deber era asegurarse que la decencia y la bondad prevalecieran en su hogar, eso incluía a su traviesa hijastra que tanto mal sabía causar, no la volvería a castigar de tal manera, a o ser que ella realmente lo mereciera. Sus dedos sin piel recorrieron la herida a medida que su lengua saboreaba el dulzor de la sangre del dragón, levanto las mangas de su vestido y sin soportarlo más sobre ella se abalanzo.
—Princesa—Alicent regreso a la realidad cuando Rhaenyra aparto la mano, Elinda, como siempre tan entrometida, apareció con un trapo húmedo para limpiarle la sangre.
—Gracias—la reina viuda sintió los celos corroerla, ¿por qué le sonreía de esa manera a una vil sirvienta? ¿Acaso...? No, según sabía Rhaenyra solo copulaba con Laena Velaryon, ¿pero si Elinda era una de sus amantes secretas al igual que Harwin Strong? No le sorprendería, la mujer miraba con una adoración y cariño a su princesa que ella conocía muy bien.
La clase de adoración con la cual la estaba empezando a mirar Aegon.
La reina en cadenas regreso la vista a su bordado, había demasiados testigos, Aemond fingía leer pero su ojo daba largos recorridos a las paginas antes de centrarse como una certera lanza en la figura de su hermana, Elinda permanecía como una perra faldera (lugar que Alicent añoraba ocupar) al lado de Rhaenyra, Helaena también bordaba en silencio tratando de que Jaehaera le siguiera el ritmo pero la niña ni siquiera era capaz de hacer pasar el hilo por la aguja. Le dio una mirada disimulada a Alys Ríos, la mujer asintió acercándose a una jarra de vino antes de servir una copa. Ese bebé no iba a nacer.
—Princesa—Alys le acerco la copa a Rhaenyra, con una sonrisa en sus delgados labios—beba esto, mezcle una serie de hiervas que la harán relajarse y recomponer fuerzas, el embarazo es de las etapas más difíciles de una mujer y va a necesitar toda la ayuda posible—Rhaenyra disimulo la angustia que la embriagaba tomando la copa de las manos delgadas de la mujer, si Harwin Strong tuviera coño en lugar de una verga tan grande y gruesa sin duda sería la mujer frente a ella, la reina tuvo que luchar contra el deseo de acurrucarse entre los brazos de la Ríos, tan parecidos, incluso tenían la misma sonrisa preocupada y atenta que él durante sus múltiples embarazos.
—Gracias, Lady Alys—Rhaenyra aparto la mirada y se centro en Helaena, desde que estaba cautiva se había vuelto parte de su rutina pasar las tardes con su hermana, en especial si quería escapar de la lujuria de Aegon—¿Qué estás bordando, hermana?—Rhaenyra observo el bordado, sin encontrarle forma, solo veía hilos verdes y negros entrelazados y lo que parecían ser esferas.
—Cáscara de huevo—declaró triste y solemnemente, miró su trabajo a medio terminar y suspiró con un fuerte latido del corazón, miró a Rhaenyra con el ceño triste, su rostro era suave y en forma de corazón, lleno de su habitual comportamiento triste, sus ojos violetas eran agudos pero suaves al mismo tiempo—Es un huevo roto—su expresión se suavizó al pensar en la pieza faltante del rompecabezas, continuó con una leve sonrisa en sus finos labios—un dragón no podrá nacer—Helaena sostuvo el bordado en sus regazo, mirando con desosiego la copa de vino en manos de Rhaenyra.
—¿Qué quieres decir?—usualmente sus bordados contaban historias, pero no sabía si los de Helaena eran meramente decorativos o si también buscaban transmitir algo, de ser solo decorativos dudaba que alguien quisiera llevar algo así.
Helaena parpadeó, su mente volvió a la realidad, estaba tan concentrada en lo que veía dentro de sus parpados que no escuchó a su hermana, suspiró y habló, su suave voz era como un lamento ahogado.
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La Danza de los Corazones Durmientes
FanfictionRhaenyra x Aegon/Aemond/y un sorpresa. Tras la muerte del rey Viserys y la usurpación de Aegon II, Rhaenyra busca aliados que puedan ayudarla a recuperar lo que por derecho es suyo, prontamente su amado hijo, Lucerys Velaryon perece a manos de Aemon...