La reina verde paso saliva antes de adentrarse a los aposentos de Rhaenyra. La reina dragón ni siquiera la miro, su vista estaba fija en la ventana, su cabello plateado ondeado levemente por el viento y su mirada soñadora revelaba que estaba perdida entre pensamientos de posible libertad y de con su familia poder volverse a encontrar.
—Princesa,—llamo Alicent—debemos hablar.
La reina dragón se tenso al oír su voz, pero pronto se calmo. Si su antigua amiga pretendía llegar a más, Aemond la protegería, debía admitir que le causaba cierta intriga la reacción del tuerto y del ebrio de sus hermanos al enterarse de los indecorosos deseos de su madre por ella. Rhaenyra tomó aire y sonrío de forma engreída, tomando las faldas del vestido rosa y levantándola ligeramente, a la altura de las rodillas, quería tentar a la Hightower, sabía que si lograba hacer que alguno de sus medio hermanos atrapara a su madre chapándole el coño como si no hubiera un mañana habría caos y en medio de ese caos podría salvar a su amado marido.
—¿A qué debo tal honor, Alicent?—pregunto con un tono tosco, sentándose de piernas cruzadas La reina ocultó con gracia una sonrisa, habiendo echado de menos la actitud altanera y caprichosa de la Targaryen. Le complacía contemplarla en su pleno esplendor, tan vital y majestuosa como un dragón en toda su gloria, exudando orgullo y dominio. Era como un cuadro de encanto irresistible, y su regreso la dejaba asombrada. Siguiendo un antiguo hábito de controlar sus impulsos, Alicent Hightower rozó suavemente la piel de los dedos, tomando asiento en una silla junto a la cama de Rhaenyra.El ser tan deslumbrante debería considerarse un pecado, pensó para sí misma. Con movimientos pausados, estiró su mano y acarició uno de los mechones de cabello platinado de la cautiva reina. Deliciándose en la sedosidad que encontró entre sus dedos, dejó que sus labios rozaran la zona donde los rizos se volvían más pronunciados. Rhaenyra no emitió protesta alguna, sino que desvió la mirada. Los ojos de la reina escudriñaron el cuerpo ante ella mientras mantenía el mechón entre sus dedos.
Rhaenyra lucía un vestido rosa adornado con encaje púrpura en la zona del corsé. El vestido, ceñido como una segunda piel, abrazaba sus caderas y muslos, revelando una cintura esbelta que se perdía bajo un escote ligeramente atrevido, el cual acomodaba sus generosos senos. Alicent no pudo evitar sentir un atisbo de injusticia. Mientras ella había sacrificado sus propios placeres culinarios y había pasado hambre tras cada embarazo para recuperar su esbelta figura, Rhaenyra había aceptado con gusto los cambios en su cuerpo, los cuales, de hecho, le sentaban maravillosamente. La madurez de su figura atraía la mirada de cualquier espectador, quisiera o no reconocerlo. Se veía incluso más hermosa con varios kilos de más que cuando era una doncella esbelta, el cuerpo maduro de la reina dragón atraía fácilmente cualquier tipo de mirada. La mujer se sintió horrorizada cuando escucho que Aegon intento pasearla desnuda por el palacio y se pregunto qué clase de pecados habría cometido para ganarse un hijo tan insensato y torpe.
Gracias a la Madre aquello no había sucedido, sabía que la delicia del reino traería caos si su voluptuoso cuerpo llegaba a ser visto por las masas. Se imagino a si misma delante de Rhaenyra blandiendo una espada codo a codo con Ser Criston Cole junto a sus caballeros más fieles tratando de evitar que la jauría lujuriosa de hombres y algunas mujeres tocarán el tesoro sagrado de su cuerpo.
Rhaenyra se acomodo mejor entre los almohadones de su cama, la falda de su vestido se enredo entre sus gruesos muslos de forma provocativa y sus senos se asomaron ligeramente más afuera del escote. Alicent perdió el aliento.
—Dime, ¿de qué deseas hablar?—reclino su cuerpo más sobre los almohadones, aplastando sus senos contra sus propios brazos y uno de sus pezones saludo alegremente entre su escote.
La reina Hightower alzaba una ceja tratando de suprimir su pecaminoso instinto, su vestido verde casi hacía juego con el anillo verde en el dedo de la reina dragón, aquél que su hijo le había regalo, según Aegon era una muestra de buena voluntad, pero Alicent sabía que era más una marca "Eres mía" decía el anillo con su resplandeciente esmeralda. La reina tomaba un sorbo de vino para aliviar la tensión y concentrarse en su verdadero problema: Rhaenyra.
—Entonces,—dijo saboreando el vino entre sus labios—he venido a que me cuentes sobre el... "asunto" de esta madrugada,—Alicent miró a Rhaenyra, su mirada era fría, su cuerpo parecía estar listo para moverse desde la posición en la que estaba sentada, pero se mordió la lengua—no juegues con fuego, princesa, podrías quemarte —murmuro. No iba a permitir que sus hijos se enemistaran por una mujer, incluso si era su media hermana. Rhaenyra suspiro exasperada.
—¿A eso has venido? ¿Qué? ¿Acaso te duele que fornique con tus hijos en lugar de contigo?
Sus palabras dolieron más de lo que sus dedos rasgados podían aliviar. Alicent, con los ojos entrecerrados, miraba fijamente a Rhaenyra, no estaba de humor para sus bromas o sus burlas, ella era la reina sentía el peso de esa carga, un deber que no era fácil, no podía arriesgarlo todo, no ahora que los ánimos estaban tan precarios y las aguas turbulentas, por un momento de placer que ya conocía, Alicent sintió que su corazón ardía, sabía que deseaba a Rhaenyra tanto como la princesa la deseaba a ella, pero... respiró hondo, tuvo que resistir el impulso de tener a la reina negra en su cuerpo, en sus brazos.
—Tu burla cae en oídos sordos Rhaenyra, soy tu reina, no una puta a la que simplemente puedes convertir y encantar.—la Hightower se había cansado de los juegos de Rhaenyra, tenía que mantener una cierta imagen y lo último Lo que necesitaba era que la gente pensara en ella como una "mujer indecente y pecaminosa" a expensas de sus hijos... Pero... en el momento en que pronunció esas palabras, vinieron a atormentarla, cuanto más luchaba contra este deseo, más fuerte y salvaje se volvía.
Rhaenyra se acomodo entre los almohadones de su cama, su voluptuoso cuerpo oculto tras la ligera capa de un vestido. Alicent perdió el aliento y sus ojos escudriñaron el jugoso escote de la reina cautiva.
—Dime de una vez qué deseas, no quiero que tu desagradable presencia perturbe mi día—dijo con malicia.
Alicent sintió que se le secaba la boca, la tentación de ver a Rhaenyra era demasiada, la joven reina se mordía el labio inferior mientras miraba a la princesa, sus ojos casi pegados a su cuerpo, el deseo de la reina verde de tener a la princesa en ella, en sus brazos, probar su sabor y llenarla con su amor era simplemente demasiado para ella resistirse, pero incluso entonces la reina Hightower tuvo que contenerse, todavía era reina y madre de los verdugos de la princesa, además de que no pensaba arriesgarse, Aegon estaba sensible y su pobre Helaena pago las consecuencias, Aemond parecía querer quemar todo con Vaghar y Daeron estaba próximo a llegar, algunas casas de gran poderío se revelaban contra su hijo y era cuestión de tiempo para que la princesa Rhaenys junto con Meleys fuera a Bastión de Tormentas en busca de sus nietas y bastardos. Era un riesgo demasiado grande.
—Mira, princesa, yo... yo...—susurró Alicent, mientras daba un paso adelante, pero en cuanto lo hizo se detuvo, no podía dar un paso más, no podía, por mucho que quisiera. La belleza de Rhaenyra era simplemente demasiado para ella—Por favor, Rhaenyra, perdóname, yo... sé que solo hay odio en tu corazón por lo de hace unos días, pero yo... sólo necesito...—ni siquiera podía mirar a su hijastra a los ojos, su cuerpo temblaba y su rostro casi se sonrojaba. Fue demasiado placer y demasiada tentación. Estuvo a punto de saltar sobre Rhaenyra, su corazón latía en su pecho, cada parte de ella deseaba tener a la reina negra en sus brazos, pero cada parte de ella temía qué sería de ella si hacía tal cosa, sus hijos... Rhaenyra...ellos nunca la perdonarían si se enteraban de su momento de debilidad. Nunca les haría daño, los amaba y sabía que juntos podrían superarlo, pero el escándalo. Alicent se estremeció, quería a Rhaenyra pero no podía, seguía siendo la reina—Será mejor que me vaya—susurró Alicen. Le dolía el cuerpo resistir el impulso.
Rhaenyra se relamío los labios y se enderezo lentamente en la cama, sus dedos tocaron la tela de su vestido y lentamente comenzó a subirlo.
—¿Quieres algo, madrastra?—pregunto coqueta, levantando la falda hasta sus muslos gruesos y cremosos.
Los ojos de Alicent se abrieron, casi se metió en la cama, sus labios estaban secos y sentía como si su cuerpo estuviera en llamas, cada parte de ella le decía que tuviera a Rhaenyra, su cuerpo le decía que simplemente se olvidara de su estado y de su corona, de sus hijos, de su deber y solo tomara a quien su corazón añoraba.
—Princesa, por favor detente, no puedo... yo...—susurró Alicent. Ella se estaba debilitando, la tentación le ganaba.
Rhaenyra subió sus manos hasta su propio escote, bajándolo lentamente.
—Sé que me deseas, Alicent ¿Por qué te niegas ahora? Parecías muy contenta hace unos días de tenerme entre tus brazos.
Alicent sintió que su rostro se ponía rojo, su cuerpo temblaba y fue todo lo que pudo hacer para resistir el impulso de alcanzar a Rhaenyra, su cuerpo se sentía como si estuviera en llamas y cada uno de sus sentidos se llenó de la princesa, su voz, su mirada y ese cuerpo perfecto suyo, ya ni siquiera podía pensar con claridad, miró a Rhaenyra con puro deseo y sus ojos le suplicaron por la reina negra.
—Yo... yo...—susurró. Ella estaba acabada—¡Te necesito, por favor, Nyra!—Alicent finalmente lo dijo, ya no le importaba su posición, la sensación de la Targaryen en sus brazos y sus labios tocándose era todo lo que necesitaba, su corazón latía con fuerza y podía sentir todo su cuerpo temblar, pero incluso entonces sentía una sensación de alivio. Tendría a Rhaenyra y nada más importaría, si ella moría y la gente se enteraba, si sus hijos la maldecían y se horrorizaban sería por algo que valdría la pena.
Rhaenyra sonrío triunfante, abriendo sus brazos y recostándose sobre la cama, con el vestido enredado entre los muslos.
—Entonces ven, Alicent.
El corazón de Alicent se aceleró, su cuerpo se sentía entumecido, se sentía mareada cuando dio un paso adelante y abrazó a la princesa, el contacto de sus cuerpos era pura felicidad, nada igualaba el placer y la sensación de Rhaenyra en sus brazos. Su beso se sintió como una eternidad, la reina estaba completamente perdida en el momento, todo lo demás no importaba y eran solo ellas dos. Sus lenguas danzaron una contra la otra, las manos de la Higtower bajaron hasta la cintura de la reina dragón, pegándola más contra su cuerpo, incluso con la ropa todavía puesta le gustaba la sensación de los senos grandes de la reina cautiva aplastados contra los propios más pequeños.
Alicent dejó escapar un suspiro silencioso mientras besaba a Rhaenyra, sus labios tocándose hicieron que se sintiera completa y contenta, completa, su cuerpo se sentía ligero pero también pesado al mismo tiempo, no había nada más en el mundo que hiciera sentir a Alicent así, ni siquiera escuchó los pasos de Aegon, su mente, cuerpo y corazón estaban completamente envueltos en la sentimiento del momento con Rhaenyra.
Alicent cerró los ojos sólo por una fracción de segundo y sus brazos recorrieron el cabello de Rhaenyra, pero entonces... lo escuchó... tocaron la puerta de su habitación. La joven reina luego apartaría a Rhaenyra y rápidamente se arreglaría el vestido verde, se había olvidado de sus deberes y su posición. Alicent tenía que recordar que ella era la Reina de los Siete Reinos y que no podía tener un escándalo como este, y menos con Rhaenyra.
Recupero su pose regía y junto sus manos en su abdomen, tratando de regular su respiración.
—Tienes absolutamente prohibido salir de esta habitación,—murmuro con voz gélida—si vuelves a siquiera pensar en poner un pie a fuera de estas paredes sin permiso directo del rey serás azotada.
Rhaenyra la miro con rabia, respirando agitada. La reina cautiva se acomodo mejor en el borde de la cama y su cuerpo se tensó cuando vio a Aegon surgir desde detrás de su madre.
—¿Madre?—pregunto Aegon llegando a su lado—¿Qué haces aquí?
Alicent tuvo que mantener la cara seria y tratar de pensar en una excusa, los latidos de su corazón se habían elevado a un nivel peligroso y su cuerpo temblaba, sus ojos se volvieron hacia Aegon, solo estaba tratando de recordar en su cabeza qué debía decir.
—Bueno...—Alicent estaba teniendo problemas para formar una frase, Hightower esperaba que Aegon tuviera una buena excusa para ir a sus habitaciones, ella sabía lo sospechoso que parecía todo—Yo estaba... uh...—Aegon la miro confuso, Alicent sintió sus músculos petrificarse, Rhaenyra tenía el vestido desordenando, al igual que su cabello y sus labios ligeramente hinchados. Cualquiera podría deducir lo que estaba pasando allí. El rey frunció el ceño, mirando a ambas mujeres.
—Oh, ya veo,—murmuro posando su borracha mirada sobre Rhaenyra—¿La estabas regañando por su pataleta de esta madrugada?—Alicent asintió efusivamente.
—Por supuesto, venía a recordarle que debe actuar con recoro y prudencia, lastima que ella no sabe el significado de esas palabras—Aegon asintió complacido por la explicación, la escena era tan obvia, pero su cerebro borracho se negaba a reconocerlo.
—Bien, ya sabes, querida hermana, una desobediencia más y serás castigada,—el rey la miro con cierto recelo, todavía resentido por los acontecimientos de la madrugada—tal vez hasta Baela pueda unirse a tu castigo—una sonrisa maliciosa adorno la cara del rey, le encantaba la sensación de poder absoluto que lo llenaba cuando veía el miedo en los ojos de su media hermana.
—¿Baela?—Rhaenyra se puso de pie prontamente, mirando con miedo al rey verde—¿Qué planeas hacer?—Aegon dejo escapar una carcajada.
—Nada, de eso se encargará Daeron, acaba de llegar desde Antigua y se encuentra deseoso de conocer a su prometida, ya la mandé a traer, a lo mejor y te podrá hacer compañía si eres una buena chica.—el rey verde le dio la espalda, luchando contra el impulso de empotrarla sobre el trono de hierro y no dejar de follarla hasta preñarla, así Aemond ya no tendría motivos validos para alejarlo de ella—Vamos, madre, Daeron nos esta esperando.
—Iré en un momento, tu dale la bienvenida a tu hermano—dijo la reina, Aegon asintió, dejándola a solas con Rhaenyra.
—Me parece curioso que seas tu la que hable de decoro y la prudencia cuando tu no eres ni de cerca la más virtuosa de este castillo—musito Rhaenyra con furia.
Alicent la miro ofendida.
—¿Qué quieres decir? ¡Siempre me he entregado a mi sagrado labor y he hecho las cosas bien!—la reina negra sonrió con malicia.
—¿Crees que soy tan tonta como para no haberme dado cuenta? Todos dijeron que Aegon fue prematuro, pero nació sano y fuerte, hice cuentas, Alicent, tu ya estabas embarazada cuando te casaste con mi padre—la Hightower se tensó al escuchar aquellas palabras, pero se negó a darle a Rhaenyra tal satisfacción.
—Piensa lo que quieras, pero recuerda, una palabra de este asunto y tus pequeños bastardos serán castigados—murmuro con molestia, saliendo por la puerta.
A penas puso un pie fuera Ser Criston Cole se acerco, caminando lealmente a su lado.
—¿Cómo esta la princesa?—pregunto el hombre tratando de disimular su interés.
—Como siempre: caprichosa y molesta.—Alicent bufo ofuscada, acelerando el paso, pero no porque quisiera ver al hijo que le había sido arrebatado cruelmente de los brazos, sino por una inquietud que llevaba tiempo añorando ignorar—Vamos al calabozo, necesito ver al príncipe Daemon.
Ser Criston la escolto hasta el calabozo, sostenía en alto una antorcha en las oscuras mazmorras con dos guardias más rodeando a la reina, evitando así que alguien pudiera dañarla, llegaron hasta donde tenían preso al príncipe canalla y Ser Criston se giro hacía la reina.
—¿Esta segura, majestad? El príncipe Daemon lleva siendo torturado por varios días, puede ser algo horrible de ver—Alicent asintió, decidida, quería ver con sus propios ojos al hombre que le había arrebatado al amor de su vida.
Ser Criston abrió las rejas y de inmediato un olor podredumbre inundo el lugar, el guardia le extendió un pañuelo con alcohol con el que la reina verde cubrió su boca, entro lentamente, con Ser Criston delante y los otros dos guardias a su lado, todo estaba oscuro, pero el hedor parecía provenir de un rincón, uno de los caballeros levanto la antorcha y Alicent no pudo contener un grito. El príncipe Daemon yacía encadenado en un rincón, le faltaba un brazo, ambos ojos, su piel estaba cubierta con heridas profundas y las marcas de latigazos dejaban ver los huesos de sus costados, la cadena provoco dolorosos moretones en el cuello del príncipe canalla, sus orejas estaban chamuscadas y su boca abierta sin lengua, la reina se horrorizo al ver las pequeñas larvas caminando entre su carne, ronchas rojas sangrantes se extendían por su cuello y su piel se corrohía entre sus músculos, liberando podredumbre amarilla y viscosa. Sus piernas estaban dobladas de forma imposible y el horror estaba grabado a fuego en su rostro.
—¿Qué le han hecho?—pregunto perturbada.
—Larys Strong nos dio varias pociones más, una que quema la piel desde adentro hacía afuera, otra que hace que surjan heridas ardientes que no se cierren y una más que atrae a la alimañas a consumir su carne—explico el caballero.
—Sigue vivo...—susurro la reina, notando como se estremecía y dejaba escapar pequeños quejidos de dolor a la vez que los gusanos se enterraban en su carne—¿Larys fue quien sugirió hacer esto?—pregunto horrorizada.
—No, el rey lo hizo—explico Ser Criston guiando a la perturbada reina lejos del calabozo.
—¿Aegon les ordeno hacer esto?—Ser Criston volvió a negar.
—Solo al principio, desde hace un par de días el rey en persona ha torturado al traidor de su tío—la reina sintió que le faltaba el aire, ¿Cómo podía su hijo ser participe de semejante crueldad? Detestaba a Daemon, pero no lo creía merecedor de una agonía tan terrible, pensó que lo quemarían y ya.
—¿Cómo es que sigue vivo? ¡Es prácticamente un cadáver!
—El rey pidió estrictamente mantenerlo con vida hasta su coronación de la mano de la princesa Rhaenyra, Larys Strong nos dio otra poción que alarga la vida, por ello el sufrimiento, se lo hemos dado todos los días junto con el paralizante según sus designios.
La reina asintió, aceptando la explicación, no queriendo pensar más en tan horrible escena.
—Ve a ver a Helaena, esta con los maestres, Aegon fue muy brusco con ella en la mañana, yo iré a recibir a Daeron.
Ser Criston hizo una reverencia antes de retirarse. Alicent hizo un esfuerzo para recomponerse, le parecía deliciosamente irónico que ambos hermanos terminaran igual: agonizando mientras se pudrían en vida; eso era lo que se merecían por haberse entrometido en su amor con Rhaenyra.
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Ser Criston regresaba de ver el estado de la consorte Helaena cuando fue interceptado por una de las criadas que atendía temporalmente a Rhaenyra, el rey Aegon cambiaba a las criadas cada cierto tiempo, decía que era para evitar una posible rebelión o intento de escape por parte de la reina dragón, no se podía confiar en la lealtad de una mujer, en eso el hombre estaba de acuerdo, pero sabía que en realidad era solo otra de las tácticas del rey para ejercer dominio sobre su prisionera: no dejar que se sintiera cómoda con alguien, porque mientras se mantuviera rebelde no tendría a nadie fijo en su vida, todos sus allegados corrían peligro de muerte; aunque también sospechaba que la mente borracha del rey era más inteligente de lo que esperaba, al parecer entendía la capacidad de encanto que poseía la reina cautiva y para evitar que obtuviera más aliados limitaba su contacto con cualquiera. El caballero no pudo contener un dejo de frustración al imaginar todas las cosas que el rey estaría haciendo con su media hermana.
—La princesa solicita su presencia, Ser Criston—el hombre asintió, comenzando a caminar hacia donde eran las habitaciones de Jaehaera.
Le había dolido mucho ver el cuerpo magullado de la consorte Helaena, pero sus pensamientos giraban en torno a Rhaenyra y se preguntaba porqué el rey no había llenado de marcas salvajes el cuerpo de su media hermana pero sí el de su hermana.
—Ser Criston,—volvió a llamar la criada—es la princesa Rhaenyra quien solicita su presencia.
El hombre se tensó al escuchar aquello, pero también un ligero hormigueo de esperanza invadió su ser, ¿Para qué deseaba verlo la delicia del reino? ¿Disculparse? A lo mejor sus días cautiva en el lecho de Aegon la habían hecho reflexionar y añoraba el cariño que un fiel amante le podría brindar, pero incluso si al abrir las puertas era recibido por la imagen de Rhaenyra desnuda y abierta de piernas frente a él no se iba a dejar vencer, cometió el error de dejarse llevar por sus sentimientos, dos veces y no planeaba que ocurriera una tercera vez, por mucho que lo deseara.
Ser Criston se detuvo un momento antes de abrir la puerta, le preocupaba pensar lo que la delicia del reino querría de él.
—Ser Criston—fue como lo saludo Rhaenyra, sentada sobre su cama, con su usual mirada altiva.
—Princesa—respondió el hombre tratando de imitar aquél tono de voz tan despreocupado que generalmente portaba la mujer. Ella sonrío ladeando la cabeza, lamiendo sus rojos labios brillantes.
—Reina,—corrigió—sabes tan bien como yo que soy la reina ahora—le parecía una ofensa que el propio Ser Criston la hubiera visto al lado del ciervo blanco y siguiera creyendo que tenía el derecho de hacer lo que hacía por despecho.
—¿Qué desea, princesa?—se apresuro a decir, tratando de mantener a raya sus emociones—El rey Aegon se enojara si llegase a enterarse de que estoy aquí—se aseguro de enfatizar la palabra "rey", tratando de provocar en Rhaenyra algún indicio de molestia, pero ella solo sonrío con desazón.
—Tan altanero como siempre, Ser Criston,—dijo a la vez que se levantaba de la cama—¿Me pregunto si sigues recordando los viejos tiempos?—el hombre gruño mientras tomaba con fuerza las mejillas de la reina, enterrando sus dedos entre las hebras plateadas de su cabello.
—¡No intentes nada, puta mimada!—grito sacudiéndola—¡No volveré a caer en tus artilugios y hechizos! ¡No podrás utilizarme para tus fines egoístas!—Rhaenyra pareció sorprendida por la actitud del hombre, pero si tenía miedo no lo dejo verlo.
—¿Hechizos? Nunca necesite tal cosa para agradar a los hombres y si mal no recuerdo fuiste tu quien gustoso salto a mi lecho, no una,—la reina se acerco al rostro de Ser Criston, dejando que sus alientos cálidos chocaran entre si—dos veces gozaste de mi cuerpo, una de ellas cuando ya estabas jurado a Alicent.
Saboreo el aliento de Rhaenyra contra su rostro antes de empujarla, haciéndola caer en la cama.
—Espero que el rey Aegon te dé un buen castigo, tal vez te quite lo puta en una de sus cogidas.—el caballero la miro evocando toda la dignidad que poseía—Ni siquiera pienses en intentar usarme para tus deseos, caí dos veces, no lo haré una tercera—se dio la vuelta para dejarla, cuando su vocecita encantadora dijo las palabras que lo harían caer una tercera y mil veces más.
—¿Ni siquiera por tu hijo?—pregunto Rhaenyra, aferrándose a la esperanza como un dragón malherido.
Ser Criston se giro lentamente, mirándola horrorizado.
—No...no, no ¡Estás mintiendo!—grito, volviendo a enterrar sus dedos entre las suaves mejillas de ella, había olvidado el delicioso tacto de su rostro—¡Mientes para aprovecharte de mí!
Cuando se entero del embarazo de la reina negra Ser Criston pensó que moriría. Le resultaba tortuoso verla paseándose con su vientre abultado, con Ser Harwin, Laenor y Lady Laena colmándola de atenciones a cada paso que daba. Cuando nació el príncipe y se corrieron los rumores de su bastardía no pudo contener sus instintos y termino colándose en la habitación donde descansaba el príncipe, se inclino sobre la cuna y lo admiro todo el tiempo que pudo hasta que llego la nodriza. Cuando vio aquellos ojitos marrones mirándolo curioso desde el cunero sintió una calidez tan exquisita que deseo nunca dejar de sentirla. Pero con el tiempo se convenció a si mismo de que el niño era de Ser Harwin, le era más fácil creerlo, todas las veces que intento acercarse al niño el quebranta huesos parecía surgir de un abismo y terminaba llevándose celosamente al príncipe, se autoconvenció aún más tras el nacimiento de Lucerys y notar el parecido entre ambos niños, ignorando claramente el hecho de que sus propios rasgos y contextura era similar al de Ser Harwin, robustos y velludos, de cabellos oscuros y corpulentos. Centro toda su atención en los hijos de la reina, mientras que por el rabillo del ojo seguía de cerca a los de la princesa. Pese a ello el pensamiento siempre estuvo en el fondo de su mente.
—¡No hago tal cosa!—Rhaenyra empujo a Ser Criston, quitando esas impías manos de su rostro inmaculado—¿Acaso olvidaste como sollozaste mientras fornicabas conmigo implorando mi amor?—ella se burlo—Has cuentas, Ser Criston.
—¡Mientes!—bramo en colera—¡Jacaerys es hijo de Ser Harwin Strong! ¡No mío!
—Piensa lo que quieras, pero no olvides que estuviste conmigo y 9 meses después mi pequeño príncipe llego al mundo,—ella se acerco lentamente, rosando sus labios con los de Ser Criston—Jace puede ser tan tuyo como mío, Ser Criston.
Angustiado el caballero retrocedió, lagrimas saladas inundaron sus ojos. Deseo haber muerto por su propia mano muchos años antes en lugar de jurarse a la reina Alicent.
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Jacaerys golpeo su cabeza contra la pared frustrado. Desde hacía ya un tiempo que él y sus hermanos fueron cautivos del rey verde.
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La Danza de los Corazones Durmientes
Hayran KurguRhaenyra x Aegon/Aemond/y un sorpresa. Tras la muerte del rey Viserys y la usurpación de Aegon II, Rhaenyra busca aliados que puedan ayudarla a recuperar lo que por derecho es suyo, prontamente su amado hijo, Lucerys Velaryon perece a manos de Aemon...