La noticia del que príncipe Jacaerys había escapado sacudió los cimientos de la fortaleza, caballeros de todos los rangos corrían de un lado a otro en su búsqueda, incluido Ser Criston que luchaba por contener la sonrisa que amenazaba con formarse en sus labios. Su bebé estaba a salvo. Blandió la espada, destrozando unas canastas de paja suficientemente grandes como para ocultar a una persona, pero, como tal y esperaba, todo estaba vacío. Su hijo debía estar ya en territorio Velaryon, se sintió algo mal por colocar a dos caballeros jovenes e inexpertos a custodiar la habitación del príncipe esa noche, pero por su hijo, ¿Qué importaban dos insignificantes vidas? Se mantuvo cerca a la habitación y en cuando vio a los jovenes caballeros ser asesinados escondió sus cuerpos para darles tiempo suficiente para escapar, no fue muy difícil convencer a la princesa Rhaenys de arriesgarse, ella, al igual que todas las mujeres pecaban en amar demasiado y en su caso su amor por su nieta Baela la hizo ciega al peligro, realmente nunca intento que rescataran a Baela, la Targaryen le importaba mas bien poco, sabía que la reina que nunca fue no se arriesgaría por Jace, pero sí por Baela, además, sería demasiado sospechoso si cambiaba de repente la guardia de dos importantes reclusos, mas a un tomando en cuenta que Lady Rhaena, Joffrey y Aegon el menor ya eran libres bajo el cuidado de la serpiente marina.
—Ya es suficiente—dijo la nueva mano del rey, fingiendo molestia—vayan y descansen, continuaremos la búsqueda al amanecer. Recuerden: nadie debe enterarse de lo que ha acontecido.
Eran ordenes de Aegon, necesitaba mantener a Rhaenyra sumisa y si la esperanza de libertad para todos sus hijos llegaba a colmar sus oídos el fuego de su rebeldía no sería mas que alimentado hasta convertirse en un incendio capaz de quemarlos a todos. Él lo sabía mejor que nadie. Regreso a pasos lentos a su habitación, debía fingir, tener una actitud similar a la que tuvo cuando cruelmente Rhaenyra lo abandono, pero su corazón latía como loco, su bebé estaba a salvo, ¡Su hijo estaba a salvo! Lejos, libre de la crueldad y locura de los Hightower, entro en sus habitaciones y cerro la puerta, se acerco a su cama y metió sus manos en el colchón, en un pequeño agujero entre las tablas, saco una bolsa de cuero y echo en ella un par de collares de oro, algunos anillos y unas cuantas monedas, necesitaba todo el dinero que pudiera reunir, no solo para tres pasajes directo a Essos, también para darle una vida cómoda a quien sería su mujer y su hijo. Sí, su mujer. Rhaenyra Targaryen era suya por derecho, fue quien reclamo su primera vez, fue quien bebió del néctar de sus labios y quien acuno sus —en ese entonces— pequeños pero firmes pechos, quien se hundió en su apretada carne y beso sus lagrimas de placer y dolor. Era suya. Legítimamente suya. Por el momento su única prioridad era sacar a Jace y Rhaenyra del peligro, demostrar su valía ante los ojos de su esposa e hijo, ahora que el príncipe canalla yacía muerto era de suma importancia que la reina negra tuviera un marido, ¿Y quién mejor que el padre de su primer hijo? No iba a negar que prefería la idea de llevársela a Essos, vivir una vida tranquila con ella el resto de su vida, quizás regresar solo para visitar a Jace y verlo siendo rey, pero si el plan de los dioses estaba en hacerlo príncipe consorte, humildemente aceptaba su destino, pero por el momento debía conformarse con protegerla a ella y a Jace.
—Lord mano—sus dedos se cerraron alrededor de la bolsa y se levanto rígidamente, manteniendo su botín oculto entre los pliegues de su copa. Miro a ser Arryk con preocupación, rogando a los siete que no hubiera visto la bolsa—La reina ha solicitado su presencia—un amargo sabor inundo su boca al escuchar esa petición.
—Iré en un momento—espero a que se marchara para ocultar su pequeña fortuna de regreso a su escondite, tenía suerte de que Jaehaera fuera demasiado pequeña para notar que algunas de sus joyas desaparecían.Aunque sabía que no podía hacerlo para siempre. Mientras que Aegon colmaba con exquisitos regalos a Rhaenyra, a su propia hija no le daba nada, menos a su esposa, era Helaena quien ordenaba las joyas pero el rey le ponía un limite, prefería gastar los recursos en a quien su corazón y polla deseaban.
—¿Se puede saber qué lo ha mantenido tan ocupado que permitió que infiltrados de la princesa Rhaenys entraran al palacio?—la cálida bienvenida de la reina verde hizo a la mano del rey apretar los dientes, durante años se sumergió en una aventura ilícita con quien fue la mujer del rey Viserys, pero ahora sentía incluso asco por haberla tocado.Ni todo el ser de Alicent se comparaba a la gloria que tan solo un mechón del cabello de Rhaenyra podía almacenar.
—Alicent, fueron muy sigilosos, en la Fortaleza Roja hay tantos pasillos y pasadizos que resulta imposible saber cómo o cuando entraron, es mas difícil si tomamos en cuenta que ocultaron los cuerpos.
—¿Y qué se supone que haremos ahora? Cuatro de sus cinco hijos yacen libres, si perdemos a Viserys nada la mantendrá sumisa—la reina en cadenas mordió la piel alrededor de sus dedos. No, no podía perderla, no otra vez. Prefería ser una amante entre las sombras que tan solo una conocida a la luz del día.
—Tenemos a Lady Baela.
—¿Y? Ella sabe que no la vamos a lastimar, no cuando tiene un hijo de Daeron dentro.—Alicent se removió alterada, sentía que todo por lo que había luchado, todos sus sacrificios no valían la pena—Si esto sigue así no tendremos mas opción que usar al niño.
—¿A Viserys?—sabía que su mujer estaba alterada tras ver las heridas en el cuerpo del niño y si quería volver a estar en su gracia tendría que velar por el bienestar del pequeño—Eso sería demasiado cruel, Alicent.
—¡No te he dado permiso de usar mi nombre!—su voz era como un chillido lamentero de un animal a punto de ser asesinado por el cazador y así se sentía, débil, desprotegida, como si se aferrara con todas sus fuerzas a Rhaenyra mientras un ejercito de hombres encabezado por sus propios hijos jadeaban como animales en celo por arrebatarla de su lecho—Y no, no hablo de Viserys, hablo del bastardo que contamina el vientre de mi hija.Ser Criston levanto la mirada sorprendido.
—¿Helaena esta embarazada?—recordaba perfectamente el haber arrastrado a Aegon por el pasillo y encerrarlo con Helaena, echar leche de luna en su bebida para intentar hacerlo dormir y sostener a Helaena mientras ella se subía sobre él. El rey Aegon prefería cogerse a un dragón que a su mujer y aunque era posesivo con ella era porque la consideraba de su propiedad, pero entonces una palabra que él conocía muy bien resonó en su mente...bastardo—¿Cómo que "bastardo"?—Alicent se burlo.
—Me sorprende que a un no lo sepas, pero Aegon, en su infinita torpeza, hizo que el bastardo mayor de Rhaenyra violara a mi inocente hija, dejándola preñada, al parecer quiere alegar infidelidad por parte de Helaena para disolver su matrimonio. Algo que claramente no pienso permitir—suspiro, comenzando a desabrocharse su vestido, la única razón por la que se acostaba con Ser Criston era porque eso era lo mas cerca que podría estar del coño de Rhaenyra, pero ahora que lo había probado deseaba mas, lastima que su hijo no la dejaba descansar ni estando preñada, por lo que se tenía que conformar. Saco de un cofre uno de los pañuelos de la princesa, solía olerlos mientras estaba con Ser Criston, así le era mas fácil imaginarla a ella en lugar del caballero—Ven—le hizo un gesto mientras seguía quitándose las joyas—necesito relajarme.El caballero permaneció con la vista clavada en el suelo, procesando las palabras.
—Hoy no, Alicent.
Se dio la vuelta antes de escucharla protestar. Un bebé. Un bebé...iba a ser abuelo. Se sostuvo de un pilar mientras pasaba las manos por su rostro, preguntándose cuántas monstruosidades habría sufrido su pobre hijo y cómo salvaría a su nieto..
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Aemond volaba sobre Desembarco del Rey, asegurándose de que los dragones de la princesa Rhaenys no regresaran, pese al inminente peligro estaba tranquilo, por fin tenía lo que quería. Le hizo un gesto a Daeron, quien lo reemplazaba en el patrullaje y regreso a sus habitaciones. Al llegar fusiono sus labios con los de Rhaenyra quien lo esperaba dichosa, su reina lo aprisiono, aumentando la pasión del beso.
—Mi príncipe,—susurro ella contra sus labios—¿Cómo fue el patrullaje? Sin noticias de los traidores, he de suponer—Aemond negó, sus largos pero traviesos dedos comenzando a desabrochar el corset.
—No te preocupes, mi reina, si algo sucede yo y Vhagar estamos listos para defenderte.
Ella sonrío traviesamente, echándose sobre la cama mientras él le arrancaba la ropa con lujuria, pero los llantos del pequeño Viserys arruinaron el ambiente.
—Ya, ya, bebé—musito Rhaenyra, estirando su mano para tomar la del niño, pero el pequeño retrocedió hasta el otro lado de la cuna como si el contacto con la mano de Rhaenyra lo lastimara.
Era extraño, Viserys siempre se calmaba en presencia de su madre, pero últimamente parecía asustado, movía sus pequeñas piernas a toda velocidad en dirección a la puerta cada vez que se abría y en mas de una ocasión tuvo que mandarlo a dormir con Helaena por no soportar sus llantos, parecía como si quisiera escapar de algo o de alguien. El niño estiró sus manitas, con su rostro rojo por el llanto, se aferraba a las barreras de la cuna como si fuera una celda. Aemond lo miro con fastidio e hizo un gesto para que la nodriza se lo llevara. Nada ni nadie arruinaría su tiempo con su preciosa hermana.Cuando estaba con le importaba nada mas, ni el reino, ni los llantos de Viserys o que ahora el cabello de su hermana fuera negro.
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La Danza de los Corazones Durmientes
FanfictionRhaenyra x Aegon/Aemond/y un sorpresa. Tras la muerte del rey Viserys y la usurpación de Aegon II, Rhaenyra busca aliados que puedan ayudarla a recuperar lo que por derecho es suyo, prontamente su amado hijo, Lucerys Velaryon perece a manos de Aemon...