Aegon, en el suelo yacía, su cuerpo herido, un lienzo de dolor que se extendía como un océano turbulento. Pero su tormento no provenía únicamente de las heridas físicas, era la traición que atravesaba su alma lo que más le dolía, una traición que resonaba como un eco amargo en su interior. La traición de Aemond, le había golpeado con la fuerza de un dragón en pleno vuelo.El rey luchaba por respirar, su sangre saboreando su boca como un amargo recordatorio de su propia vulnerabilidad. Sin embargo, su mente no podía apartarse de la escena que había presenciado. Sus ojos, oscurecidos por el sufrimiento, se posaron en Rhaenyra, la reina cautiva, la reina negra, la reina dragón, quien observaba en silencio.
El rey luchaba por respirar, el sabor de su propia sangre llenaba su boca, pero su mente no podía apartarse de la traición que había presenciado. Sus ojos, nublados por el sufrimiento, se dirigieron hacia donde Rhaenyra, se encontró observando la escena sin intervenir. Con una pequeña sonrisa en sus regordetes labios: se había librado de él sin mover una pestaña; Aemond lo había hecho todo por ella, como siempre debío ser.
En medio de su agonía, Aegon no pudo evitar derramar amargas lágrimas. El dolor de la traición de su hermano le taladraba el alma. Siempre había deseado la atención y el amor de Rhaenyra, pero ahora se daba cuenta de que su hermano la tenía, y estaba dispuesto a luchar por ella. El rey anhelaba poder haberla tenido en sus brazos, ser el destinatario de su mirada llena de pasión y deseo. Sin embargo, ahora yacía en el suelo, viendo cómo su mundo se desmoronaba ante sus ojos.
Aegon cerró los ojos con fuerza, sintiendo que el dolor físico palidecía en comparación con la agonía de su corazón destrozado.
En medio de su agonía, Aegon no pudo evitar que las lágrimas brotaran de sus ojos como gemas líquidas. El dolor de la traición de su hermano le arrancaba suspiros de angustia. Siempre había anhelado el amor y la atención de Rhaenyra, pero ahora veía claramente que su hermano era el destinatario de su pasión y deseo. Al igual que con la madre de ambos, Aemond se quedaba con lo que por derecho era suyo. El rey habría dado su reino por poder haberla sostenido entre sus brazos, por ser el dueño de su mirada ardiente. Sin embargo, yacía en el suelo, mientras su mundo se desmoronaba como un castillo de naipes al viento.Aegon cerró los ojos, una lágrima solitaria se deslizó por su mejilla, y supo que el dolor de su corazón herido eclipsaba con creces el sufrimiento físico. Sabía que no podía tener lo que anhelaba con fervor: ser amado.
Jadeando, el rey se despertó la mañana siguiente, angustiado y sudando. Se levanto de un salto y miro su reflejo en un espejo, se desnudo de un solo movimiento, en busca de cualquier herida en su blanquecina piel. No había nada, ni un rasguño más allá que un ligero enrojecimiento por haber dormido de ese lado. Aegon suspiro aliviado, había sido solo una pesadilla, le dolía el cuerpo, pero sobre todo el corazón al ver un espacio vacío a su lado en su lecho, un espacio que debería ocupar Rhaenyra. El rey se quedó en la cama pensando un rato, la quería y posiblemente la amaba, ¿Pero cómo haría que ella lo amará a él? Le había quitado el trono, a sus hijos los había encarcelado y a su esposo lo tenía más muerto que vivo, a parte de todo la mancillo sin piedad. Aegon pensó para sí mismo que si pudiera volver a hacer todo de nuevo cambiaría muchas cosas, principalmente le daría a su tío Daemon una muerte rápida, no lo tendría en un estado tan lamentable. Tampoco mancillaría a Rhaenyra, la mantendría a su lado, obligándola a pasar tiempo juntos, a lo mejor y así se daba cuenta de que no era tan repulsivo como ella creía. Pero ya era tarde, no había nada que cambiar.La imagen de Rhaenyra oculta detrás de Aemond quedó grabada a fuego en su cerebro. Pero lo que más recordaba era su rostro, tan vacío, carente de vida. En vez de quedarse a luchar como tanto quería y tener nuevamente en brazos a su media hermana el rey se había marchado, a sabiendas que si se lo proponía Aemond podía hacerle daño. Se arrepintió, pero sabía que ya no podía hacer nada al respecto. Simplemente tendría que mantenerla cerca, tal vez no la tocaría tanto, pero aun así necesitaba estar con ella.
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La Danza de los Corazones Durmientes
FanfictionRhaenyra x Aegon/Aemond/y un sorpresa. Tras la muerte del rey Viserys y la usurpación de Aegon II, Rhaenyra busca aliados que puedan ayudarla a recuperar lo que por derecho es suyo, prontamente su amado hijo, Lucerys Velaryon perece a manos de Aemon...