21. Dragón desaparecido

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Después de unos momentos, cuando Aegon se calmó, se acercó a ella y la tomó en sus brazos. Él acunó su rostro suavemente y la abrazó.

—Shh—dijo—está bien.—miró los cortes en su cuerpo y pasó los dedos por ellos—Déjame cuidar de ti, Rhae.—secó suavemente las lágrimas de su rostro y se inclinó para besarla—Lo siento,—murmuró mientras un maestre la curaba—lo siento mucho.

—No.—dijo en voz ahogada por las lágrimas apartándose—No me toques—Aegon parecía herido, había estado intentando mejorarlo.

—Rhaenyra, por favor... Nos estábamos divirtiendo... Era sólo sexo. No tienes que actuar como si te arruinara.—él sonrió y se acercó a ella—Déjame hacerlo mejor—insistió el rey, ya le había dado un par de horas para que calmara su berrinche, ¿Por qué tenía que ser tan testaruda?

—¿Divirtiéndonos? ¿Crees que me parece divertido que corten mi cuerpo mientras me violan?—su voz fue ligeramente enfadada.

—Eso no fue una violación.—dijo Aegon con severidad—Fue amor.—el rey la miró con amor en sus ojos—Sólo déjame amarte. Seré gentil.—besó su mejilla y la abrazó suavemente—Déjame cuidarte—ahora había bondad en sus ojos, en lugar de deseo y alegría.

—No...—volvió a negar, ella se encogía, temiendo el contacto. Sentía que si alguien la tocaba, aunque fuera con la más ligera caricia, su cuerpo no podría soportarlo y se desmoronaría. La agonía era tan intensa que parecía que su piel estaba en llamas, y cada respiración era una lucha. A pesar de su deseo de consuelo y compañía, Rhaenyra sabía que no podía permitir que nadie la tocara. No hasta que su cuerpo comenzara a sanar, si es que alguna vez lo hacía.

Aegon suspiró y apartó la mirada de ella.

—Está bien.—dijo con voz cansada. ¿Qué más podría hacer para intentar hacerla feliz? Se levantó y se ajustó la ropa. Parecía decepcionado—No seguiré perdiendo mi tiempo con una puta mimada—Aegon parecía enojado ahora, se alejó de ella y salió de la habitación.

Rhaenyra suspiro agitada, tratando de recuperar la compostura, pero le fue imposible hacerlo, por ello siguió llorando en silencio, a la espera de quedarse sola, nunca pensó que su hermano fuese tan cruel y despiadado, internamente se preguntaba cuál era el motivo del maltrato de su hermano, era indiferente con Aegon, ni siquiera lo miraba, ¿Era acaso su indiferencia durante la infancia lo que lo hacía actuar de una manera tan horrible con ella?

El rey corrió hacia sus aposentos y cerró la puerta de golpe. Maldijo a su hermana mientras entraba a su habitación.

Ella estaba arruinando todo.

Aegon se sentó en su cama y se desplomó contra la pared. Maldijo nuevamente el nombre de su hermana y se quedó en silencio por un momento.

Rhaenyra fue quien causó todos los problemas.

Eso es lo que se dijo a sí mismo, pero en su corazón sabía la verdad.

Había lastimado a su hermana. La había lastimado y lo había hecho por su propio placer.

"No, eso no puede ser cierto" pensó Aegon. "No es mi culpa. No es mi culpa. No es mi culpa" se decía una y otra vez. "Es culpa de Rhaenyra. No soy yo. Tuve que hacerlo." El rey no quería asumir la responsabilidad de lastimar a su hermana. Estaba enojado con ella y quería alguien a quien culpar.

No soy yo.

Aegon se sentó en su cama durante mucho tiempo y pensó en las cosas que le había hecho a Rhaenyra. Había sido cruel y había sido violento. Había lastimado a su hermana y la había humillado. Él sabía que estaba mal, pero ella lo había pedido. Recordó cómo sonaba cuando él la lastimaba.

La Danza de los Corazones DurmientesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora