✯𝑭𝒂𝒏𝒇𝒊𝒄𝒔 𝑪𝒉𝒓𝒊𝒔𝒄𝒉𝒆𝒍✯

✯ 𝑪𝒆𝒍𝒐𝒔 𝒅𝒆 𝒖𝒏 𝒑𝒂𝒅𝒓𝒆...

Dedicado a -RheaJackson

Rick

Aniquilo con la mirada a uno de los hombres que me quiere robar el amor y la atención de mi Rachel.

Malditos Morgan. Todo lo que ven, lo quieren.

Primero, el hijo de Alex me arrebata a mi greñas sueltas, y ahora llega su hermano reclamando lo que va dirigido exclusivamente a mí.

Nefasta obsesión la que tienen los hombres de esa familia con mi hija.

Recorro los alrededores de la casa de mi pequeña sintiendo la melancolía intrincada en mi ser. Mi preciosa niña tiene 25 años ahora. Es una implacable y temida Capitana de alta guardia y Primera Dama; una mujer exitosa y, sin dudas, enamorada. Y como si aquello no bastara, está casada con un patán, ese mismísimo hijo de Satán, desde hace 2 largos años.

Para mi pesar, cada día que pasa la veo aún más repleta de dicha junto a Christopher.

Mis incesantes quejas desaprobatorias al inicio de su "relación" eran porque Christopher Morgan representaba —y representa— todo lo que no quería —ni quiero— para el compañero de vida de mis hijas. Y a medida que fui... descubriendo más de él me gustó mucho menos. Aún guardo mis reservas y deseos con recelo porque no tengo el corazón tan ennegrecido para interferir en la felicidad de mi pequeña como Luciana lo hizo.

Suspiro. Luciana Mitchels, con solo una mirada recelosa me hechizó dejándome rendido a merced de sus órdenes. Siempre la admiré por su carácter, temple, fortaleza y abundante belleza, pero su feroz orgullo y su persistente forma errante de pensar resultaron más fuertes que el amor que sentía por nosotros. El querer obligar a sus hijas a vivir de un modo en que no querían y pasar de ellas fue la gota que derramó el vaso medio lleno.

En algunas ocasiones, el amar con tanto resulta dañino para uno mismo. Y en las restantes, el amar con tan poco lo resulta para el resto.

No podía permitir que mis hijas fueran infelices solo porque su madre así lo quería, siempre serán ellas por encima de cualquiera; hasta por encima de mí. Son mi vida, fueron mi luz en mis momentos oscuros y llenan mis días de alegría y amor; no puedo pedir más.

—¿Celoso, suegro? —Inquiere con burla el hijo de Alex.

Niego resignado y me acerco —para mi sorpresa— me ofrece una copa de su whisky y no me atrevo a rechazarlo.

Dejo que el líquido ámbar se deslice por mi garganta y se lleve mis constantes penas. No comprendo el momento en que envejecí tanto.

—Cuando seas padre me entenderás —le aseguro y hace una mueca de desdén.

—Soy joven, guapo...

—Y casado.

—Sí eso —sacude la mano libre, despreocupado—. No necesito mocosos correteando por mi casa y quitándome la atención de mi mujer.

No tiene remedio el desgraciado.

—Alex y yo no nos estamos haciendo jóvenes, queremos nietos y dudo que a su ritmo, no puedan dárnoslos.