5. Man, I'm the greatest
Christopher
Libero el gemido de agonía que aprisioné en mi boca durante las horas de castigo, recostando mi cuerpo lacerado en el duro catre anclado a la pared.
Estos perros falderos no toleran cuando adornan el piso con los sesos de uno de los suyos, pero eso no evita que anden de toca pelotas, con su ego más inflado que sus bolas vacías.
Enderezco la musculatura, emitiendo un silbido bajo que sale de entre mis dientes prensados. Buscando algún tipo de comodidad. «Tengo como mínimo cuatro costillas rotas». Hijos de perra. Prefirieron impartir el castigo conmigo atado porque sabían que los destrozaría.
Solía no hacer uso de la paciencia; no obstante, me he visto forzado a emplearla en estas paredes ya que diariamente mi escasa cordura se ve amenazada ya sea con ataques, la ausencia del sueño, o provocaciones.
Pasando un brazo tras mi cabeza, fijo los ojos en el techo mohoso.
En lo que va de mi estadía aquí, no consigo pegar el ojo, los gritos de horror de Rachel y las risas de la pandilla que trató de agredirla manejan mi cabeza. Por ello, revivo la masacre que obtuvieron cada segundo que pasa. Sus malditas muertes no me trajeron paz pero sí satisfacción. Me basta con salir de esta pocilga y volver con mi mujer para que las cosas marchen como deben. Solo con ella consigo cerrar los ojos durante el tiempo en que dura la visita, impregnado en su aroma y metido hasta las bolas en su interior.
Cuando cae la noche, las luces se apagan seguidas de los berridos histéricos de los lunáticos, no cierro los ojos.
Buscando disminuir el dolor de mis laceraciones y fracturas, paseo los dedos entre la minúscula distancia entre la pared y el catre tomando la petaca que me trajo la ojiazul durante su visita.
Al vaciar el frasco lo regreso a su escondite, el sabor familiar de la bebida alcohólica se concentra en mi garganta. Consigue llegar a mi torrente, adormeciéndome con ligereza, pero la alarma de intrusión que se activa de un instante a otro lo ahuyenta.
Los maricones no se demoran en empezar a ladrar órdenes, golpeando las puertas de acero reforzado llamando a la evacuación para realizar el debido conteo. «Los intrusos debieron inhabilitar las cámaras de vigilancia». Alguien está tratando de salir... O entrar.
¿Qué demonios?
Me recompongo maldiciendo. Sonidos de lucha se aproximan por lo que me trueno el cuello dispuesto a torcer tantos cuellos en cuanto tenga oportunidad.
A la lucha le acompañan las detonaciones de armas de fuego, una ráfaga de balas retumba. «Rifles automáticos». No es un alguien, son varios de ellos, y en definitiva, vinieron por una matanza.
Retrocedo con las manos cubriéndome los oídos hasta una esquina de la celda con el pitido estridente en forma de eco inhabilitando mi audición.
Gruño por la resistencia que empleo en mantener la posición, también por las dolencias que me impiden respirar.
Abro los ojos a tiempo para observar cómo la puerta de mi celda estalla, la explosión dirige a mi un soplo de aire caliente y fragmentos de acero incendiándose que rozan mis pies. Toso con un brazo alrededor de mi torso, ejerzo presión en mis costillas al ponerme de pie.
Sospecho que la vista me está jugando una pasada maldita hasta que la imagen de sus ojos únicos me permiten sentir alivio.
La mujer vestida de negro, con pasamontañas y un cinturón de armas alrededor de la cintura, camina entre los escombros a nuestros pies. El caos que habita fuera de la caja asfixiante continúa en movimiento.
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✯𝑭𝒂𝒏𝒇𝒊𝒄𝒔 𝑪𝒉𝒓𝒊𝒔𝒄𝒉𝒆𝒍✯
Fanfiction«Somos 𝒍𝒂𝒔𝒄𝒊𝒗𝒊𝒂, somos 𝒍𝒖𝒋𝒖𝒓𝒊𝒂 y somos 𝒅𝒆𝒔𝒆𝒐. Somos 𝒍𝒐𝒔 𝒎𝒂𝒍𝒐𝒔 que no le envidian nada a 𝒍𝒐 𝒃𝒖𝒆𝒏𝒐» - - - - - - - - - - - - -