✯ 𝑬𝒔𝒑𝒆𝒄𝒊𝒂𝒍, 𝑷𝒂𝒓𝒕𝒆 𝒕𝒓𝒆𝒔: 17 𝒅𝒆 𝑵𝒐𝒗

927 146 36
                                    


3. Can you open up the door?

Rachel

«...Quiere que te vayas a Estados Unidos [...] Me pidió que te convenciera, ya que es lo mejor para todos»

Avanzo con el corazón galopando tras la caja torácica. Con el sobre manila que contiene un arma un doble filo bajo el brazo; mi carta de descarte a todo este embrollo.

«...Él ya está comprometido con Gema Lancaster y se van a casar...»

El nacimiento de mis dientes tiembla, producto de la fuerza producida por la rabia que empleo en apretar la mandíbula. «Él le pertenecerá a ella a los ojos de todos y mi amor por él continuará resguardado. Nada más que un secreto a voces sin importancia»

Aguardo frente a la oficina con el puño levantado. Hazlo, Rachel. Vamos...

«...Lo mejor es que regreses a casa...»

Un toque es suficiente.

—Adelante —anuncia desde el interior.

Avanzo absorbiendo cada detalle de su estado mañanero, desde el traje perfectamente planchado que abraza su musculatura hasta la dolorosa similaridad con el hombre que amo. El aroma de su perfume me golpea al tomar asiento. Aparta la atención del portátil, y se fija en mí, frunciendo el entrecejo en un surco ante mi silencio. Se reclina en su silla haciendo un ademán con las manos, invitándome a dar explicaciones del motivo detrás de mi presencia.

Carraspeo con la barbilla en alto.

—Mi petición de traslado al Comando de Washington, Ministro...

Toma el documento con el rostro contorsionado en negación.

—¿Es esto algún tipo de broma pesada, James? —Los papeles se deslizan de regreso en mi dirección, impulsados por la fuerza de sus dedos. Su tono de voz incrédulo les acompaña—. No me hace ni puta gracia.

—No, señor.

Se cruza de brazos en medio de sacudidas de cabeza.

—No me digas que esta pendejada es porque se te dificulta tratar con la hija de Marie Lancaster...

Me pongo de pie abruptamente. Mis motivos para marcharme bien podrían competir contra mi autocontrol al momento de evitar meterle un puño en la boca a Gema Lancaster. Y aunque el autocontrol merece un mérito colosal, los motivos sobrantes lo barren por mucho.

—Si no desea autorizar mi traslado, está bien.

Me espeta desde su puesto una orden cuando intento marcharme indignada y malhumorada a partes iguales.

—Siéntate.

Una exhalación pesada se desliza de su boca, sus manos ahora entrelazadas sobre la mesa del escritorio, la mirada calculadora en sus ojos. No va a rogar por mi presencia aquí, pero tampoco se mostrará con una sonrisa calurosa en su dentadura perfecta, dispuesto y alentador, tolerante a que me vaya con la «competencia», la que ha perseguido mi trasero con propuestas para marchar entre sus filas en incontables ocasiones. Aún frente a sus narices y las de su hijo.

—Él no aceptará esto —argumenta echándole un vistazo al documento—. Y yo no estoy de acuerdo. Pero no puedo retenerte.

Lloré lo suficiente anoche por lo que en este momento no consigo sentir más que un vacío.

—Me consta, señor.

—¿Realmente quieres marcharte o es presión de tu familia?

Acomodo un mechón de cabello tras mi oreja.

✯𝑭𝒂𝒏𝒇𝒊𝒄𝒔 𝑪𝒉𝒓𝒊𝒔𝒄𝒉𝒆𝒍✯Donde viven las historias. Descúbrelo ahora