Vivir de puros engaños

37 10 4
                                    

22 de marzo, 1984. Grenville.
Juana.

No veo a Thomas Scott hace aproximadamente un año.

Tal vez sonó triste en mi cabeza, pero no era tan grave como suena. En realidad, le mandaba cartas todas los días, aunque con el mal servicio de correo, estoy segura que le llegaban menos de la mitad. Razón por la que yo supongo que no respondía ninguna.

Pero aún así cumplía muy bien como mi papel de novia. Bueno, yo suponía que seguía siendo su novia, porque nunca había roto conmigo.
Solo, nos distanciamos un tiempo.

Un año...

Da igual cuanto tiempo sea, no me olvidé más de esos ojos verdes iluminados de amor mirándome fijamente mientras articulaba la palabra "te amo", era mi razón para seguir todos mis días, esperando que algún día se presente en mi casa con flores, me pida matrimonio y estemos juntos para siempre...

Yo lo presentía.

Mientras leía un libro de romance sobre la banca fuera de mi casa, veo que el cartero deja algo parecido a una carta.

Mi cabeza explotó de posibilidades; opción uno, me respondió mis pedidos de auxilio a este mundo un tanto solitario, opción dos; pide que nos casemos, opción tres; anuncia que vuelve al pueblo.

Tiré mi libro a vaya saber dónde y corrí directamente al buzón.

Estiré la mano para agarrar esa carta, y allí la tenía en mis manos, sentía una mezcla de terror y ansiedad manifestándose por todo mi cuerpo. Abrí la carta e inmediatamente me puse a leer.

Mi queridísima Juana,
¿Cómo estas amiga? Espero que muy bien, yo estoy de maravilla viviendo en la bulliciosa ciudad, ¡es todo tan moderno! Mi departamento queda cerca de un café, así que todas las mañanas me pido uno y salgo a trabajar. ¿No es la rutina ideal? ¡Y los trenes andan rapidísimo! Tienes que venir a visitarme, te va a encantar.
Pero vengo a escribirte por algo en especial, no quiero hacerte sufrir, quiero solo que sepas lo que realmente está ocurriendo. El otro día salí a una fiesta, y ví a Thomas Scott bailando con otra chica. Y no solo ese día, si no que ¡Todas las semanas con una nueva!
P.D: Ojalá encuentres al indicado.
Saludos, Nancy Avery

Yo soñaba con una vida junto a él.

No puedo describir la cara que puse cuando leía esa maldita carta. Este hijo de su perra madre me estuvo engañando por un año entero, y yo como una estúpida mandándole cartas todos los putos días más malgastados de mi joven vida. Tenía ganas de llorar, reír y romper algo al mismo tiempo.

Me fui a dormir el resto del día para olvidarme de ese sentimiento amargo que me había dejado tal noticia. Pero no podría dormir para toda la vida, así que tuve que despertar. Aunque lo pensé un poco y no tenía nada que hacer. Estaba sola, en una casa en el medio del campo.

Busqué el libro había tirado entre el pasto, e intenté volver a mi lectura. Pero algo había cambiado, mientras leía, cada vez que los personajes decían algo romántico, me daba asco y repulsión.

Inmediatamente cerré el libro, sentándome sola en la banca, sin nadie a mi lado. No podía dejar que mi juventud terminara así.

Cuando se hizo la noche y llegaron mis padres, los llamé para que habláramos de un asunto serio. Ellos aceptaron y fueron a la mesa muy preocupados, tal vez pensaban en cosas peores.

—No me digas que estás embarazada.— Gritó mi madre con terror.

—Em, ¿No?

—¿Entonces qué pasa Juana?—Preguntó, mientras levantaba sutilmente una ceja.

—Ay, no me digas. ¡Tú y Thomas se van a casar! Déjame a mí la organización, vamos a invitar a todo el pueblo.—Agregó mi madre, ese comentario me dolió como un balazo en el pecho, mi cara cambió completamente.

Antes de que las lágrimas lucharan por salir, cerré los ojos con fuerza intentando retenerlas.

—Sí, en realidad, él quiere que nos mudemos juntos a la ciudad así formamos un mejor vínculo. Dijo que tiene que ser mañana, si no se cancela todo.—Intenté sonar lo más convincente que pude.

—Que raro, pensé que estaban distanciados por los diferentes lugares, pero bueno, si dices que es el amor de tu vida...—Señaló mi padre con mucha curiosidad, mientras miraba a mi madre para ver que pensaba al respecto.
Antes de que se prepare para negarse rotundamente, me levanté de la silla de un golpe tan rápido, que hizo asustar a mis padres.

—Sí es muy raro él, pero yo le mandaba cartas todos los días y siempre respondía. Necesito el boleto más temprano para ir a la ciudad, y un poco de dinero para mantenerme hasta que consiga trabajo. Tengo que empezar a ser más independiente mamá, ya soy una adulta.—Otra mentira mía.

—¿Estás segura de esto?—Preguntaron con mucha curiosidad y una cara que, si no tuviera como siete mentiras, me hubiera reído.
—Totalmente.—Afirmé con mucha seguridad.

5:00AM, 23 de marzo, 1983

El día siguiente, preparé las valijas, alcancé el tren y empecé mi vida otra vez.

Vivir de amarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora