Juana.
Tres años después...1 de abril, 1986, Breuwrin.
Devon y yo finalmente pudimos cumplir todos los objetivos que nos habíamos propuesto desde que llegamos a Breuwrin, un pequeño pueblo cerca del mar azul que tanto me recordaba a él.
Los dos habíamos conseguido trabajo. Devon se dedicaba a tocar la guitarra en un bar con una banda que había armado, donde la gente bailaba y disfrutaba mucho de su música. En cambio, yo pude encontrar un trabajo en una biblioteca, donde recomendaba libros de romance, y debo decir que era mi trabajo ideal.
Ahora vivíamos en una pequeña casa con vista al mar, y un perro adorable que rescatamos de la calle llamado Papita.
Me levanté de mi cama y abrí la ventana para respirar un poco de aire fresco, mientras Tom roncaba como un cerdo, pero ya me había acostumbrado.
Las cortinas blancas se volaban a su cara, mientras me reía de como se veía roncando, era como si estuviera gritando pero sin sonido.
Me fui a la sala y me preparé un té. Salí al balcón y me senté en una silla bastante cómoda, con cojines blancos y detalles de madera a sus costados en perfecto contraste con el paisaje.
Aproveché el tiempo mientras él seguía durmiendo, y preparé con mi mayor esfuerzo unos panqueques que seguro lo impresionarían.
Acomodé todo en la mesa y esperé a que se levantara para sorprenderlo.
Al paso de unos minutos, abrió la puerta pero inmediatamente se fue al baño.
Me quedé sentada esperándolo muy impaciente, hasta que de una vez por todas vino hacía la sala. Me saludó con un beso y se sentó en la silla.
—¿Sabes que día es hoy?—Pregunté mientras él parecía hacer el mayor esfuerzo de toda su vida para abrir los ojos completamente, sacudió la cabeza como gesto negativo.
—Hoy mismo, es el día de los tontos. Y quería celebrarlo de una manera especial.—Agregué mientras señalaba mi obra culinaria con mis palmas extendidas. Vió los panqueques sonriendo y se quedó un rato pensando, parpadeando desigualmente por el cansancio, todavía no procesaba qué estaba pasando con su vida.
En ese momento, se paró de la silla y se fue.
Me pareció extraño, pero en unos minutos llegó con una caja muy bonita.
—Abrela, es un regalito mío.—Dijo, extendiéndome una caja con los mismos gestos que había hecho, la miré de reojo, tenía un lazo amarillo con detalles dorados por todos lados.
La abrí muy entusiasmada y me asomé para ver que había dentro, pero se veía todo oscuro.Puse mis manos dentro para sacarlo y alcé un pedazo gigante de caca. Grité del asco y salí corriendo al lavabo para limpiarme, Devon se levantó de la silla mientras moría de la risa con su respectiva mano en la frente y otra en la mesa para no caerse al suelo.
—Bueno, en realidad fue de Papita, pero en idioma perro, significa que te quiere mucho.—Indicó entre risas mientras se comía sus deliciosos panqueques que le había cocinado con tanto amor. Pero ahora me arrepentía totalmente de habérselos hecho.
—Lo idiota algún día se te va a curar.—Declaré, seguía frotándome las manos como una loca, pero el olor todavía no se iba, y mis ganas de vomitar menos.
—Es una lástima entonces, justo hoy había conseguido las flores indicadas.—Observó con angustia, mientras sacaba de su bolso un ramo de flores bastante feas.
Queríamos comer en el comedor, pero al final y como siempre, salimos al balcón para apreciar mejor el cálido océano.
Se veía espléndido con el mar azul, que lo complementaba a la perfección y hacía tanto viento que removía su cabello para todos lados, mientras yo se lo corría con mis manos para que pudiera ver, entre risas genuinas.
A veces me pregunto que hubiera pasado si me hubiera guardado mis palabras en aquella boda, o si nuestro tren se hubiera separado en distintos destinos, y jamás nos hubiéramos conocido.
Pero como nunca pasó, no me interesa.
Solo sé que nosotros, es una historia que siempre voy a contar.
Y vivir, con él siempre va a ser de amar.

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Vivir de amar
Romance¿Se puede volver a amar después de romper con el amor de tu vida? O eso creías. Para Juana Mills, la vida ya no tenía sentido después de romper con su primer y único novio. O por lo que ella creía también, el último. No se imaginaba que intentando...