4 de febrero, 1983, Grenville.
Thomas.La familia Scott acostumbraba a usar muebles oscuros y luces casi apagadas, con la empresa familiar de Habanos, podría asegurar que hasta mis primos más pequeños fumaban, tal vez por eso dábamos un aura tan oscura.
Aunque mis padres decían que yo era una excepción bastante peculiar.Me senté en una de las cincuenta sillas de la gran mesa para esperar a mis padres que me habían insistido en tener una charla, sabía que algo no andaba bien, rara vez me dirigían alguna palabra.
Escuché pasos por detrás mío y me preparé para cualquier cosa que pudieran decir.
Llegaron y se sentaron en frente mío sin saludarme.
—Thomas, sacamos un boleto de tren y compramos un pequeño departamento compartido en la ciudad. Mañana temprano te irás.—Afirmó mi madre mientras le agarraba de la mano a su marido, por alguna razón los dos se habían vestido como si fueran a un funeral, algo que no me extrañaba, pero igual me parecía un tanto inquietante.—¿Y porque tendría que hacer eso?—Quise saber mientras los miraba con desprecio, ellos tenían una expresión triste, me acomodé en mi silla interesado, cruzando las piernas.
Hace algunos minutos juraba que era el mejor día de mi vida, podría que también fuera el peor.
—El negocio de tu padre cayó en quiebra, como eres un adulto, puedes ir a vivir solo a la ciudad. No te podremos seguir manteniendo, lo siento.— Explicó mi madre mientras algunas lágrimas se escapaban, y abrazó a mi papá para que la consolara.
Todos mis sueños se quebraron a pedazos.
Universidad, amigos, viajes, vida. Lo que alguna vez había soñado en cuanto terminara la escuela, jamás podría disfrutarlo. Empecé a negar con la cabeza mientras repetía que no estaba de acuerdo muchas veces, mis padres me miraron y no demostraron ninguna expresión parecida a sentir un poco de empatía.
Al principio me enojé con ellos, no entendía por qué tenían un hijo si ni siquiera podrían terminar de criar, era como si me arrebataran una gran e importante parte de mi juventud.
Pero sabía que no podría cambiar nada.
Antes de que algunas lágrimas se me escaparan y mi padre repitiera por milésima vez la "charla de hombres", con las pocas palabras que me salieron de mi garganta que parecía tener púas muy filosas que me impedían hablar, dije que me daba igual y me fui directo a la estúpida fiesta que suponía disfrutar.
12 de mayo, 1983, ciudad.
Actualidad.Los colores ardientes y divertidos de mi vida en el pueblo desde que me mudé a esta cárcel sin salida se habían ido desvaneciendo hasta ser completamente blanco y negro.
Caminaba hacía mi trabajo bastante aburrido, para que me den un mínimo salario por vender mi tiempo de vida y tan solo poder pagar la renta.No sabía como había terminado así.
El único pedazo de vida y color que me quedaba era Juana, que ahora estaba con ese emo estúpido que trabaja conmigo. ¿Qué le ve a ese?
Yo sé que me extraña, y que todavía hay una chance de que esté conmigo, pero sin ninguna razón la rechazó besándose con otro cuando me había llamado, que mujer descarada.
Tal vez debería recordarle que yo era el amor de su vida.
Ya no podía soportar guardar el silencio.
En el medio de la noche, me preparé mentalmente para decirle toda la verdad. Pasé por la florería para comprar el ramo más grande, me dirigí hacía la dirección de su departamento que me había mandando Jenny y esperé impaciente.
Cuando toqué la puerta, pude ver alguien bajando a abrirme desde la pequeña ventana borrosa que tenía la gran puerta de madera con detalles negros y azules.
Juana, mi última esperanza de rencontrar mi juventud.
Ella me vió, tenía puesto un pijama azul y el pelo muy despeinado para todos lados, se veía perfecta de todas formas y colores.
primero hizo cara de asco y se cruzó de brazos. Antes de que pudiera cerrarme la puerta en mi cara comencé a dar el discurso que tanto había practicado.—Hola Juana, que tal.—Dije mientras le extendía las inmensas flores que me habían costado un riñón. Ella levantó una ceja y las agarró, pero automáticamente las dejó en el suelo.
Sí que era malvada a veces.Aclaré la garganta y proseguí.
—Yo sé que ahora piensas que soy un estúpido y un infiel, pero quiero que sepas la verdad. El día que me declaré, el negocio de mi padre cayó en quiebra y no podían seguir manteniéndome, así que me obligaron a irme solo para una gran ciudad, pero mi única razón para seguir vivo era estando otras mujeres, para que en todas te imaginaba como si fueras vos.— Admití con tono serio para que supiera que era la solo verdad.Tomé aire si seguí hablando, mis ojos estaban vidriosos, pero a este punto de la desesperación, ya me daba igual.—No me imagino con alguien que no sea Juana Mills, sos mi único recuerdo de Grenville y que el amor verdadero existe, no te quiero perder ahora por un emo tonto que le gusta fumar marihuana, yo voy a estar cuando él te falte.—No sabía si se drogaba o no, había escuchado algunos rumores y era para convencerla mejor.
Ella reincorporó la postura y puso sus brazos a sus costados, podía ver como había comenzado a llorar.
Quise secarles las lágrimas con mis manos pero en el momento que intenté tocarla, ella me pegó con la mano tan fuerte que seguro me quedaría hinchado por días, lancé un grito bastante agudo y me froté la mano lastimada.
Me miró y solo dijo tres palabras.
—Eres un idiota.—Dijo y cerró la puerta de un tirón tan fuerte que retumbó el piso.
Debería haberme angustiado, pero sabía que había logrado algo.

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Vivir de amar
Romance¿Se puede volver a amar después de romper con el amor de tu vida? O eso creías. Para Juana Mills, la vida ya no tenía sentido después de romper con su primer y único novio. O por lo que ella creía también, el último. No se imaginaba que intentando...