Recuerdos robados

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Devon.

Los días eran cada vez más rápidos, y mi tiempo se agotaba como un reloj de arena que me estuviera gritando lo poco que faltaba.

Aunque mis padres siempre habían sido una molestia que no soportaba, además de que eran causa de todos mis mayores traumas y una infancia destrozada, ese día que me escapé a la ciudad, sentí la culpa inmensa de haberlos dejado con deudas.

Ese sentimiento era un dolor en el pecho insoportable, algo que no me dejaba dormir, ni vivir.

Pasaba la mayor parte de mi tiempo pensando en cómo estarían ahora.

Era un sufrimiento que soportaba distrayéndome como pudiera.

Juana era la única que podía hacer olvidarme toda de esa culpa que sentía.

Pero en el momento que recibí la llamada de mi hermano diciéndome el poco tiempo que me quedaba, fue la explosión de todos mis tornados de desastres.

No podía dormir y aunque quisiera, tampoco podía pensar en otra cosa más que el dinero que debía.

El día que matarían a toda mi familia, me saqué las sábanas lentamente, escabullí silenciosamente entre los cajones, agarré todos mis ahorros que había juntado estos últimos meses y me fui de vuelta para Dorlake con el tren más económico posible.

1 de julio, 1984, ciudad.

La escapada más difícil que había hecho en toda mi vida, era en la que me iba de la única persona que había amado.

La única forma de que pudiera hacer que Juana ya no me extrañe, era haciendo que me odiara.

Si ella pensaba que era un idiota,
Los dos podríamos salir con nuestras vida. Ella no tuviera que preocuparse de lo que me pasara en el futuro, y yo no tendría que preocuparme de lo que le pasara a ella si mi familia supiera lo que significa para mi.

Inventé una excusa para volver a verla por lo menos una última vez, e hice mi mayor esfuerzo para hacer mi actuación de acuerdo con mi propósito en la mira.
Al principio estaba saliendo bastante bien, hasta que un impulso dentro de mi alma hizo que se me escaparan algunas palabras, y mis sentimientos se apoderaron de mi cuerpo.

Olvidé todo lo que estaba pasando pero en el momento justo, me cayó un rayo de recuerdo.

Me aparté inmediatamente y seguí con mi despedida, pero me arrepentí un poco de haber ido.

No pensé que saldríamos lastimados los dos.

Me fui lo antes posible antes de que saliera peor, aceleré mi paso con lágrimas en mis ojos y un dolor inmenso de unos recuerdos robados.

25 de agosto, 1984. Dorlake.

Salí lo más pronto posible de la estación, con pasos largos y me detuve en el cartel de Dorlake. Un Déjà vu recorrió por mi cuerpo pero quise ignorarlo con otros temas, aunque no dió mucho resultado.

Solo logró ponerme peor.

Corrí por el bosque entre los grandes y tenebrosos árboles, que daban camino a un pequeño y estrecho camino, que cualquier persona normal podría desorientarse, y no volver jamás.
Seguí dando pasos hasta encontrar la cabaña de mi familia.

Toqué la puerta con mucho nerviosismo, de ellos podría esperar cualquier cosa.

Después de algunos minutos, parecía que no había nadie, pero alguien abrió la puerta rápidamente e hizo que me tropezara para adelante.

Me levanté y comprobé quién era, Ben, uno de mis hermanos mayores que rara vez volvía a visitarnos. Me miró de reojo, no parecía tan sorprendido como yo pensaba que sería.

—Mamá y papá sufrieron un accidente automovilístico, tienes ir al hospital de la ciudad a visitarlos, querían hablar contigo.—Dijo mientras su cara no expresaba absolutamente nada, era como si estuviera muerto por dentro.

Asentí con la cabeza y le di todo el dinero de la deuda para que fuera a pagarlo. Su cara se iluminó y pero todavía seguía bastante neutral y melancólico, escribió la dirección del hospital en un papel, me lo dió y cerró la puerta en mi cara.

Tomé un taxi y le di la dirección, me bajé en el hospital con mucho nerviosismo y fui a la sala en dónde se encontraban internados.

Abrí la puerta con nerviosismo y vi a mi madre sobre una cama, mirando hacía el techo con aburrimiento.

Mi madre me vió y nos quedamos un tiempo con tan solo la mirada, antes de que pudiera asesinarme con los ojos, decidí contar para qué había venido.

—Pagué la deuda que debía madre, nadie va a morir.—Afirmé mientras me sentaba en una silla enfrente de la camilla.

Al principio pensé que no podía hablar, pero tomó un vaso de agua y se preparó para comunicarse con su decepcionante hijo menor.

—Tu padre murió hace menos de una hora, los cirujanos dijeron que su corazón había dejado de bombear.—Declaró con tristeza y prosiguió.—Si los estudios son ciertos, para el año siguiente también estaré en el infierno junto a él.—Finalizó con una voz ronca, por toda su tristeza e ira que había acumulado en toda su miserable vida.

Asentí con la cabeza con pena, y aunque era imposible sentir un gramo de empatía por ellos, pero aún así, por alguna razón sentía que era el culpable de todo esto.

—Mi único deseo antes de morir, es que te cases con la hija del alcalde, Sandra Rivera, y le quites todo el dinero para que pueda pagar mi cirugía.—Aclaró seriamente, abriendo y cerrando los ojos lentamente como una tortuga anciana.

— No, mamá, ya amo a otra persona.—Intervine con mucha decepción y tristeza, mientras ella me miraba sin reacción alguna.

—Todo lo que nos hiciste sufrir a toda tu familia, la deuda con los matones, el paso de los días, los paros cardíacos, la pobreza. ¿Y no tienes el valor de casarte por conveniencia? ¿No te da vergüenza ser tan desgraciado?—Gritó fuertemente, tanto que hizo que me llegara al corazón, y no tardara en empezar a llorar una vez más.

Me sentía tan débil, inservible.

—Lo haré, te lo prometo madre.—Terminé dando un largo suspiro y saliendo del hospital devastado y cansado de las promesas que siempre hacía, pero no siempre podría cumplir.

Tal vez la culpa si le ganaba al amor.  

Vivir de amarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora